Let's Play.

Sesenta y dos

GIROS INTENSOS

A éste punto, las apuestas desesperadas son a lo único que le voy

Rise

Pensar que toda la jodida tensión se iría en cuanto Grant Harrison terminara de ladrar órdenes a diestra y siniestra fue un error. La tensión aún seguía corroyendo cada rincón de la sala de comandos, añadiéndose a las paredes como moho, dejando el lugar apestando a desesperación. Tal olor se extendió, haciéndome imposible respirar otro pesado segundo más.

La sala de comandos se había vuelto mi hogar al momento de pisar Escocia. Pasaba cada momento del día encerrado en las cuatro paredes de concreto que el lugar me ofrecía, antes y luego de que todo se hubiese vuelto un completo huracán de desesperación, estrés y maldita tensión. Fuese dejando el culo aplastado en una silla con Riden al lado, revisando localidades falsas, delegando equipos para rastreo o por cualquier otra maldita cosa, estaba aquí.

Evitando a toda costa a una mujer malditamente complicada también.

De igual forma, la sala se había convertido en mi lugar de escape. No evitaba a todo el mundo, pero me daba el espacio suficiente y la distracción necesaria para no mandar a todas las personas que habitaban el búnker de Grant Harrison a la mierda cuando no hacían otra cosa que no fuese perseguirme para darles soluciones inexistentes a sus malditos problemas. Tenía entendido que las directrices caerían en mis manos una vez que Rush no se encontrase presente, pero joder, lo daría todo para que Justine se encargara de cada estúpida cosa que salía tan solo con yo respirar.

En las últimas semanas no había hecho más que resolver estupideces, escuchar e ignorar mierdas del ex brigadler, calarme a un dolor de cabeza maldito con piernas largas y ahogarme en la miseria por no conseguir ni. Un. Maldito. Rastro. Nuevo que me guiara a mi hermano y a la vida de mi hermano. Claro que mi miseria acabó el día de hoy, siendo el sentimiento reemplazado por la ansiedad en cuanto el anciano extenuante soltó algo, luego de casi un jodido mes, lo suficientemente bueno para que treinta y seis soldatos conocidos, algunos, por ser parte de los grupos de élites del consejo, se alistaran a favor del rescate que se llevaría a cabo en menos de dos horas.

No obstante, antes de toparme ellos más con la mujer que no dejaba de atormentarme la cabeza, callar a Milanna se había convertido en un jodido deporte olímpico. Al Grant Harrison decir que todo iba a enfocarse en Arabella y no en Rush, mi hermana había estado saltando entre el llanto descontrolado y las maldiciones al nombre del ex brigadler cuando la reunión de último momento terminó. Fue en los últimos minutos antes de que mi sala de comando se volviera una feria local, que no soporté otro quejido de ella.

—¡Es suficiente, por el amor de Dios! —Bramé, tomando su rostro entre mis manos, enlazando esos ojos en los míos.

—Pe-ro...

Su boca se movía, aun cuando parecía un pez por tener sus mejillas aplastadas en mis manos. No quería que se moviera. No quería que emitiera algún sonido más. Necesitaba un maldito minuto de silencio.

—¡Nada, Jesús! ¿Quieres saber dónde está? Arabella es la respuesta. ¿Quieres volver a verlo? Tener a Arabella es la solución. ¿Por qué diablos lo estás complicando todo, llorando porque te nace del coño? ¡Estamos hasta el tope, Milanna, siguiendo pistas efímeras e inservibles y ahora que hemos dado con algo sólido, lloras! ¿Qué creías que iba a pasar? ¿Qué los íbamos a encontrar a los dos al mismo tiempo? Eres su hija, sabes que ese tipo de cosas no funcionan con él. ¡Mejor agradece que hemos encontrado, aunque sea, a uno de ellos y que ella nos llevará a él porque si de algo estamos seguros es de cómo Arabella pondría el mundo de cabeza por traer a Rush a donde pertenece, maldita sea!

Ella se distanció de mi agarre, dándome su peor mirada.

—¡Pero es mi hermano! ¡Me preocupo por él! He estado semanas sin dormir, preguntándome en dónde estará, hundiéndome en mi mierda, preocupada hasta la médula porque sé de lo que es capaz Alexey. ¡Perdóname si eso no te importa!

Gemí, contrariado.

—¡¿En dónde mierda, joder, me has escuchado decir que por lo que tú estás pasando no me importa?! —Pasé una mano por mi cabello, rebosando en un jodido estrés que no hacía más que aumentar por la terquedad de mi hermana—. ¡Me importa, Milanna! Eres mi hermana, ¡por supuesto que me importa! Entiendo lo que estás pasando porque todos estamos pasando por lo mismo. Cada una de las personas que están trabajando en traer a Rush de vuelta saben de qué es capaz Alexey. Justamente por eso es que saboreamos ese momento de alivio cuando Harrison soltó la noticia de Arabella, pero tú aún no lo entiendes. Te enfrascaste tanto en maldecir al ex brigadler, cuando fue por él que tenemos algo, algo real por primera vez en meses.

De lanzar dagas por esa mirada que tenía, pasó a que se le cristalizaran sus ojos, las gotas gruesas de sus lágrimas comenzando a caer por sus mejillas.

—Pe-ro es Rush, Rise —hipó entre cada sollozo—. Yo... Yo no puedo perderlo... No puedo. Llevo semanas sin dormir bien, imaginando lo peor y...

Mi hermana podía ser la mujer más fuerte del planeta, pero cuando se rompía, cuando le tocaban algo por lo que ella moriría, era la mujer más frágil y sensible que conocía. Rush era ese algo por lo que ella moriría. Pese a que ella nos amaba a todos, Rush era su algo intocable, su punto seguro cuando las cosas iban mal, por ende, mi corazón se removió al verla así.

Tomé una respiración profunda y sin pensarlo me abalancé a ella, abrazándola tan fuerte como podía. Ella lloró. Lloró hasta que su llanto se convirtió en sollozos y sus sollozos en hipos suaves.

—Él estará bien. Es Rush —le volví a decir con dulzura, besando su coronilla, tratando de calmarla—. No es la primera vez que pasa por esto. No es la primera vez que cae con él.




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