Let's Play.

Setenta y seis

CAOS IRREMEDIABLE

Jugarlo todo tiene un precio, pero el dolor imprevisto demuestra que siempre se subestima el costo

La ansiedad se transformó en una presión aplastante ahora en mi pecho, pero aun así no me detuve. La busqué frenéticamente, barriendo cada pequeño espacio con la mirada en busca de cualquier señal, cualquier destello de su melena negra que pudiera indicarme que estaba bien. El estrés era palpable, y el miedo comenzaba a hacerse un hueco en mi estómago, mezclándose con la jodida culpa que me corroía la sangre.

Debí, jodidamente debí, dejarla encerrada en algún maldito lugar del jet. Así me hubiese evitado todo ese dolor de cabeza innecesario, joder. ¿Por qué diablos había creído que se tomaría las cosas con calma? ¿Por qué le di el beneficio de la duda? ¡Debí encerrarla bajo llave!

Una figura captó mi atención a metros de mí. Aunque pude respirar mejor cuando vi que se trataba de mi hermano, la culpa no se disipó y el maldito miedo tampoco. Riden corrió a mi lado, cubierto de manchas negras y con una mirada que ardía de furia y que decía más que mil palabras. En su mano sostenía un pequeño dispositivo que hizo que mi corazón volviera a latir, mientras que mi mente se inundaba con ocho mil formas de matar a Arabella.

—Ella...

Riden estampó un puñetazo en todo mi ojo izquierdo a la par de que me lanzaba el localizador en el pecho.

—¡Una sola cosa te pedí y te la pasaste por las malditas bolas, hijo de perra! —Bramó, sin darme tiempo a reaccionar—. ¡Te dije que era arriesgado para ella, te advertí que haría lo que le viniera en gana y jodidamente te pedí que la mandaras de vuelta a Escocia! ¡Pero tú no escuchas! ¡Dejaste que ella hiciera contigo lo mismo que hace con Rush y ahora por tu culpa se lanzó de cabeza hacia los brazos del maldito Boss solo por demostrarle una mierda a la maldita de Kaela, Rise!

Su vómito de palabras resonaban con un peso que me aplastaba. Cada sílaba estaba bañada en razón. Sabía que era mi culpa, que si algo le pasaba a esa mujer, yo cargaría con todo el peso. Pero que te lo sacara en cara tu hermano, hirviendo de ira, mientras te palpitaba el ojo por el dolor del golpe e intentabas ver por encima del dolor qué diablos estaba haciendo Arabella, hacía que mi cabeza pensara en mil mierdas y no dijera ninguna.

—Yo sé que...

—¡No me digas una mierda! —Espetó, furioso, dejando caer otro golpe en toda la boca de mi estómago—. ¡Si ella muere aquí, Rush no será el menor de tus problemas, maldito bastardo!

Debía molestarme con él por los golpes recibidos, pero lo único que mi cabeza estaba pensando ahora que estaba en el suelo jadeando por aire, era que en qué momento los sentimientos de Riden se habían intensificado tanto por la novia de mi hermano. Si Riden seguía por ese camino...

—¡No estamos en la posición más cómoda para peleas familiares, joder! —La voz de Kaela se filtró por mis oídos, junto a las botas negras que llenaban mi campo de visión y el gruñido rabioso de Riden—. Arabella está en la base ahora mismo. Tenemos que regresar a los helicópteros antes de que todo este puerto se hunda.

¿Dijo "todo el puerto"?

—¿Cómo que todo el puerto? —Siseó Riden.

Unos brazos me rodearon el cuerpo, tratando de levantarme. Me afinqué en ellos y le agradecí a Jules entre dientes y como pude, encarando a Kaela.

—La mitad de mi entrega la destrozaron esas malditas cucarachas rusas —replicó ella, molesta—. No haré nada enviando solo una parte. Querían el producto completo para dentro de dos días y el envio dura justamente eso. No puedo simplemente cambiarlo. Así que, si yo no puedo enviar nada, el hijo de puta del Boss tampoco lo hará.

—¿Arabella sabe? —Fue lo único que logré articular a duras penas.

—Es una chica lista. Sabrá eso cuando tenga la oportunidad. Además —se sacó un pequeño control de su traje y se lo lanzó a mi hermano—, Arabella solo tiene que dejar los paquetes. Tu hermano se encargará de darle el tiempo suficiente para que ella logre salir de la base y luego volará todo.

Las palabras de Kaela no hicieron nada para calmarme. De hecho, solo expandieron, si es que era posible, cada partícula de rabia que ya estaba hirviendo en mí. La respiración errática de Riden me dejó claro que él sentía lo mismo; no podía culparlo. La maldita mujer había mandado a Arabella a ciegas a los brazos de Nóvikov, sabiendo desde el principio que iba a retirarse. ¿Y lo decía tan calmada? ¿Tan tranquila?

Fue una vibración violenta en el suelo lo que nos impidió soltar el veneno que teníamos guardado para ella. No tuvimos tiempo de mandarla a la mierda, pues sus gritos comenzaron a resonar, movilizando a los soldatos que quedaban, anunciando la retirada.

A pesar de nuestra pelea, miré a Riden. La rabia era palpable en sus ojos, pero también había resignación, como si supiera que no había más que hacer. Lanzarnos a buscar a Arabella sería suicidio; lo mejor que podíamos hacer era ayudarla desde una mejor posición.

—Llámalos —aceptó él de mala gana, lanzándose a correr lejos del caos, con varios hombres de Kaela tras él.

Dejé escapar el aire que no sabía que tenía retenido y, justo después de que él partió, me lancé a correr. Dejar atrás a la maldita mujer israelí me costó, pero no había otra opción. Me puse en contacto tanto con Nathaniel como con Alex.

Todos nos agrupábamos en el extremo más alejado que el puerto disponía para cuando los helicópteros llegaron, con las cuerdas listas, a la vista de todos. De más de cien personas que habían estado con nosotros, apenas veinte quedaban, lo que hizo que la retirada fuera lo bastante rápida. Una vez en el interior, tratamos de liberar la adrenalina que nos consumía.

Los soldatos se dividieron en los tres helicópteros como pudieron. Mi hermano y yo quedamos en uno. Nathaniel lo estaba pilotando sin ayuda, pero Riden tuvo que tomar asiento al lado del soldato, moviendo la nave rápido para colocarnos encima de la base del Boss, lo cual fue un maldito martirio. No llevábamos ni dos minutos sobrevolando el lugar cuando la lluvia de balas empezó a impactar en el exterior del helicóptero.




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