Leyendas de Abril

Capítulo 5: Zila Vex

De pequeña solía jugar con un misterioso niño de cabello y ojos oscuros, su piel pálida y sin vida contrastaba con la mía, y su aspecto cansado y distante despertaba miradas curiosas y susurros entre los demás niños. Recuerdo intentar hacerlo reír con chistes y travesuras, como resultado poco a poco lograba sacar una tenue sonrisa de su rostro taciturno y comenzó a compartir sus pensamientos y sentimientos más profundos.

Mis últimos recuerdos a su lado fueron en el parque cercano a nuestro vecindario. Nos columpiábamos en el viejo columpio oxidado mientras él debatía sobre sus extraños deseos.

—Oye Abril, ¿nunca te has preguntado a que sabe tu páncreas?

—No, nunca—respondí riendo y cojí más impulso para meserme, quería pasar la altura del cartel de enfrente que decía "Parque Tigers"

—¿Y no tienes curiosidad?—preguntó él con una pizca de emoción

—Mamá dice que comer otros humanos hace que nos muramos

—Sola si comes el cerebro—dijo el levantando un dedo—¿y si me dejas probar uno de tus hermosos ojos?—extendió su pequeño bracito delgado hasta llegar a mi rostro, con sus manos frías acarició suavemente la zona de mi ojo y luego acomodó unos mechones detrás de mi oreja, yo le miraba atentamente sin comprender su pregunta—Era broma, quita esa cara de boba—elevó la comisura de sus labios con una afable sonrisa.

—¿Zila, tu crees en los demonios?—pregunté acercándome a él

—Claro que no, solo son cuentos de niños—comentó cruzándose de brazos con los ojos cerrados como un adulto o intento de adulto—¿Por qué lo preguntas?—abrió sutilmente un ojo con curiosidad.

—No por nada—desvíe la vista que había estado mirando al fondo a una criatura oscura de dos metros escondida detrás de un árbol.

Después de ese día volví al parque a encontrarme con él nuevamente. Esperé su llegada sentada en el antiguo columpio rechinante, pasaron minutos, luego horas y finalmente cayó la noche. Por algún motivo seguía ahí sentada, yo no sentía que había transcurrido tanto tiempo hasta que mamá y papá y llegaron desesperados al parque. Ella estaba muy preocupada y se arrodilló delante de mí

—¡Abril!—Alicia, mi madre me abrazó

—Cariño, ¿qué haces aquí sola?—Mi padre preguntó con un suspiro de alivio e intriga.

—Estaba hablando con Zila. ¿Donde está?—ladeé la cabeza buscando al chico, juraba haber tenido una larga conversación que nubla mi mente con un niño.

—Mi amor, Zila...—la voz de la rubia se quebró y en un sollozo dijo: Zila desapareció

—Todo el pueblo está buscándolo, o Abirl, tuve miedo de que también te hubieras perdido—agregó papá y también llevó sus rodillas al suelo para abrazarme

Yo estaba confundida, tenía solo 6 años y no entendía la gravedad del asunto. Me quedé callada frente a sus lágrimas que no entendía, para mí Zila había estado hablando conmigo todo este tiempo, ahora entiendo que quizás no se trataba de Zila en ese momento.

Tomé sus manos y nos dirigimos a la salida, no sin antes voltear a ver el cartel de los columpios, que por un segundo decía Parque 87.


 

 

—¡¿Zila?!—dije en un espantoso grito, parecía que había visto a un fantasma. Ahí estaba él, vivo en este mundo, no sé como, pero estaba completamente segura de que era mi amigo de la infancia desaparecido. Aunque hayan pasado 11 años desde la última vez que lo ví, su indistinguible rostro misterioso y oscuro, su cuello lleno de lunares marrones, era Zila Vex sin duda.

—Cuanto tiempo sin verte, Abril—el viento revolvió su cabello y las nubes dejaron salir la luna llena, la cual iluminó su rostro. Quedé perpleja sobre la hierba oscura y corta. No sabía si correr a abrazarle o temer por el hecho de que se encontraba en la aldea de caníbales.

—Estas vivo...—murmuré incrédula, quería tocar sus frías palmas para comprobar que fuera real, quise levantar una mano, pero la bajé al instante que comencé a juntar los puntos. Sus preguntas extrañas cuando niños nunca desaparecieron de mi memoria. Nada que rozara su existencia y recuerdos abandonaba mi cabeza.

—¿Me tienes miedo?—preguntó

—Yo...—intenté formular una respuesta, pero solo salió una pregunta—¿Qué hacías en la aldea? ¿Acaso tu eres...?

—Es mi hogar—interrumpió—Y sí, soy un caníbal más—soltó son absoluta sinceridad.

—No puede ser...—casi caigo al suelo por mareo y me sujeté al hombro de Eider, él solo miraba la escena que parecía sacada de un mal libro de watpad.

—No estoy buscando tu aprobación Abril, ya no me importan las opiniones de los demás como cuando era un engendro, porque ahora estoy donde debo y quiero estar—se giró dándome la espalda

—¡¿Por qué?! ¡¿Por qué decidiste desaparecer así?! ¡¿Sabes lo mucho que sufrió tu madre?! ¡¿Sabes lo mucho que sufrí yo?! ¡No tienes idea de cuánto he deseado este reencuentro!—estallé en quejas, reproches, gritos, llanto—Y ahora solo me dices que eres un maldito caníbal...—las lágrimas no podían detenerse, una catarata de recuerdos salados que nunca me abandonaron ni con el paso del tiempo, ahora dolían como un espina en el pecho.

—Venir aquí no fue decisión mía, simplemente pasó de camino al parque aquel día—se encogió de hombros manteniendo su facciones neutras.

—Sabía que no eras de fiar—dijo Eider con el entrecejo hundido

—Los ayudé a escapar por mi vieja amistad con Abril, a partir de aquí están solos—dió un giro—Les recomiendo que vayan al norte por el bosque negro, en esa zona suelen haber más rastros de Nix.

—¿Rastros de Nix?—preguntó Aswel

—Son las partículas de dios que quedan olvidadas en la materia viva, son casi imperceptibles y suelen adherirse solo a seres humanos para transportarlos entre los dos mundo—explicó Zila

Seguía atormentada por las palabras del pelinegro, como si no aguantara una recaída más, unos ruidos provenientes del bosque llenaron mis oídos sacándone de mis pensamientos. Se veía fuego en cadena, como si fueran antorchas



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En el texto hay: paranormal, amor, terror

Editado: 15.04.2024

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