Leyendas de cristal: Los dos mundos

CAPÍTULO IX: Un ned potere

 

Volvieron al corredor y rodearon la torre, encontrándose con dos salidas más. Ambas los llevaron al mismo lugar. Era un espacio que estaba compuesto por una sucesión de pequeñas habitaciones separadas por amplios arcos. Cada habitación era igual que la anterior, dando la sensación de estar observando una sola pieza a través de cuatro espejos. El efecto era dramático.

—¿Alguien va a comentar alguna vez lo spooky que es que este castillo se haya reconstruido solito? —preguntó Santiago.

—Nop —dijo Emiliano.

Caminaron en línea recta hasta toparse con una larga pared que no poseía ningún tipo de abertura a la vista.

—Debe de ser una de las murallas interiores —dijo Miguel.

—¿No la podemos cruzar? —preguntó Emiliano.

—No lo creo —respondió Miguel.

—¿Y cómo se llega al otro lado? —preguntó Dianira.

—Posiblemente haya una entrada en el primer piso —señaló Miguel, encogiéndose de hombros—, o sólo se acceda desde afuera.

Decidieron rodear el espacio para comprobar si en alguno de los laterales existía una forma de bajar al primer nivel. Llegaron al flanco izquierdo y entraron en un largo corredor lleno de estrechas ventanas, el cual los condujo a la misma habitación por la que habían venido.

—O probamos por la derecha o regresamos a la torre del Despertar y bajamos por ahí —dijo Santiago, apoyándose en una pared.

—Saltando, ¿verdad? —dijo Ilargi con burla.

Santiago sonrió de oreja a oreja.

—Oye, los terralunenses pensaban que los elementales les habían dado sus talentos, ¿no es así? —cuestionó sin esperar respuesta—. Creían que ellos habían compartido el poder que tenían sobre los elementos de la creación —Se enderezó—. Bien, tal vez haya algo de verdad ahí y nosotros podamos hacer todo lo que los demás pueden hacer.

Luna y Yami compartieron una mirada llena de inquietud. Si tener un talento ya era tener demasiado poder, tener todos ellos podía ser catastrófico.

—¿Estás diciendo que cada uno puede poseer un talento que nos ayude a bajar? —preguntó Aarón con interés.

—Exacto —dijo Santiago, sonriente—. Hemos visto ese talento flotante en el televisor.

—Eso sería increíble —dijo Miguel con fascinación.

Luna se alejó de la conversación, sin saber qué decir. Se acercó a Fernando, quien estaba mirando por una de las ventanas. No muy lejos, se podían ver las montañas que hasta ese momento habían rodeado esa parte de la ciudad y que ahora se encontraban colindantes con la gran muralla exterior. Por alguna razón, los aviones ya no sobrevolaban el cielo.

—Están dementes si creen que vamos a volar o algo así —se quejó Yami—. A mí me gusta tener los pies sobre la tierra, muchas gracias.

—No tiene sentido poder ir y venir por los niveles superiores, sin una forma de poder subir —dijo Fernando, especulativo—. Creo que le debemos de dar otra oportunidad a ese ascensor.

—Yo no lo creo —susurró Yami, enfurruñada.

—Si quieres puedo mandarle a hacer unas barandillas —le dijo Santiago con una sonrisa.

Al final, todos regresaron a la gran torre, donde los estaba esperando la plataforma por la cual habían descendido.

—Si esto está aún aquí, ¿quiere decir que nadie más ha bajado? —cuestionó Selene, mirando hacia arriba.

—No necesariamente —le dijo Miguel—. No sabemos cómo esta cosa funciona. Puede haber más de una platafor- ¡Ah, mierda!

La plataforma comenzó a descender nuevamente, esta vez sin soporte alguno. Estaba flotando en el aire. Yami trituró el brazo de Luna y no apartó la vista del piso que, poco a poco, se iba acercando.

—Eso resuelve este misterio —indicó Emiliano.

Nadie comentó nada hasta que llegaron al suelo. Miraron alrededor, con las bocas abiertas. Habían aterrizado en medio de una especie de jardín. Muchas plantas de formas extrañas se encontraban esparcidas sin mucho orden: árboles, enredaderas, arbustos y flores en macetas cristalinas suspendidas por finos hilos, llenaban todo el ambiente de color y vida, mezclándose entre sí, salvajes. 

Sin embargo, no había tierra. Todas las plantas brotaban del mismo cristal, el cual las recubría parcialmente, subiendo por los troncos y los tallos, como si se tratara de una especie de musgo blanquecino. Sólo un árbol estaba completamente cubierto del mineral: tronco, ramas y hojas; un algarrobo jorobado que se encontraba en el centro del lugar.




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