Leyendas de cristal: Los dos mundos

CAPÍTULO XIII: El baile de bienvenida

 

Nunca había pensado que un sueño pudiera tener algún significado importante. En la escuela le habían enseñado sobre el psicoanálisis y la interpretación de los sueños, y le había parecido algo escalofriante. Nunca había podido ver a sus sueños, extraños como siempre habían sido, como una representación de sus miedos y deseos inconscientes. Trató de recordar qué había estado soñando todas esas noches, pero le fue imposible. Lo único que venía a su mente eran las sensaciones, como la del sueño de la noche anterior.

Había estado sufriendo, como jamás había sufrido en su vida, como esperaba jamás llegar a sufrir. Y aquel objeto que había hundido en la tierra, ¿era el cetro? ¿Por qué su sueño le decía que cerrara las puertas? Luna se miró en el espejo. Si lograban abrir las puertas y conducir a todos los hijos de la luna hacia su antiguo mundo, ¿sería necesario volver a cerrarlas? Eso ayudaría mucho a que la situación en la tierra se estabilizara, pero ¿por cuánto tiempo tendrían que permanecer así? No podía separar a las personas, a las familias, por siempre. No podía separar a terra-luna por siempre.

Tal vez, la profesora Noemí tenía razón y ellos no estaban preparados para tomar ese tipo de decisiones.

—¿Qué tal me veo? —preguntó Yami, parándose de un salto y girando.

—Muy bonita —le contestó Luna con una sonrisa.

Yami asintió, satisfecha consigo misma, y empezó a rebuscar entre sus bolsos por alguno para llevar. Luna también se levantó, sin muchas ganas de hacer algo más por su cabello que peinarlo, y recogió su celular de encima de la cómoda. Tenía un mensaje de Amy en el grupo que tenían, era una foto.

—¿Has visto? —le preguntó a Yami, pasándole el celular.

—¡Guau!, ¡se ve hermosa! —exclamó.

Luna se acercó a la ventana respirando profundamente. Miró hacia la derecha. El castillo se erguía, imponente, en medio de un mundo donde incluso lo maravilloso se podía convertir en una razón para temer y dudar. Sus pulseras tintinearon cuando levantó los brazos para abrasarse a sí misma y se estremeció; debería de cambiárselas, apenas y podía soportar ese sonido. Sopló una brisa de aire helado. Estaba agradecida de haber escogido un vestido que tuviera mangas largas.

—Miguel irá a recoger a Medalín —dijo Yami.

Luna volteó.

—Seguramente se olvidó que siempre planeamos ir todos juntos a nuestro primer baile universitario —agregó Yami, sin apartar la vista del celular de Luna—. Te avisó a ti, no a mí —Suspiró y se lo entregó.

Luna miró el mensaje: “Iré a recoger a Medalín y a Amira. Dile a Yami por ahí. Grax”.

—Cielos... con todo lo que está pasando y yo no puedo dejar de pensar en Miguel —dijo Yami, sentándose pesadamente sobre su cama—. Soy tan tonta que pensé... pensé que con lo que ahora somos y, no sé... Pensé que ahora que estábamos unidos por algo tan único él me miraría de manera diferente.

Luna pensó en lo que Fernando le había dicho. Por mucho tiempo había evitado decir algo sobre los sentimientos de Yami, o sobre la testarudez de Miguel, porque ambos eran sus amigos. Sin embargo, tal vez hoy sería el último día en que podrían preocuparse por cosas tan simples como esas.

—Para Miguel eres una gran amiga —le dijo Luna, sentándose a su lado—, y tal vez siempre sea así, pero si eso llegara a cambiar, deberías de dejar que se enamore de la amiga que siempre has sido para él, y no de como actúas sólo  para gustarle.

Yami la miró con ojos tristes.

—No sé mucho del amor —agregó Luna, encogiéndose levemente de hombros—. Pero mis padres se amaban, y recuerdo que ellos eran amigos, cómplices, compañeros de aventuras... No siempre se agradaban y nunca estaban de acuerdo —Sonrió—. Se amaban por los pequeños momentos en los que se apoyaban el uno al otro sin condiciones.

—Para no saber mucho del amor, lo has descrito como si estuvieras enamorada —afirmó Yami con una suave sonrisa.

Hubo un pequeño toquido en la puerta.

—Paul está aquí —anunció Fernando, recostándose en el marco de la puerta.

—¡Voy! —dijo Yami.

Se secó los bordes de los ojos con los dedos y salió por la puerta. Luna miró a Fernando de pies a cabeza.




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