Leyendas de cristal: Los dos mundos

CAPÍTULO XVIII: Terra-luna

 

Luna no soñó aquella noche. Miró alrededor cuando despertó; aún era de día, pero el sol ya había pasado su punto más alto y ahora se encontraba inclinado en el cielo, como haciendo una reverencia. Buscó a Yami con la mirada, pero su cama estaba vacía. Dejó escapar una larga bocanada de aire, se levantó con lentitud y se miró en el espejo de su cómoda, pasándose los dedos por el cabello. Cuando sus dedos llegaron a las puntas, algunos hilos de cristal se quebraron y cayeron al suelo.

Parpadeó y salió de su estupor. Aún tenía la ropa que se había puesto al regresar a la casa de su madrina, y podía sentir la venda que envolvía su torso, aunque sus manos lucían totalmente curadas. Se acercó a la ventana, pero no miró hacia afuera. El mundo había cambiado. Hoy todos los hijos de la luna empezarían una nueva vida, ella empezaría una nueva vida. Por primera vez desde que todo esto empezara, se encontró deseando ver qué era lo siguiente que pasaría. Si era algo malo, lo afrontarían. Si era algo bueno, maravilloso incluso, sonreiría y le daría la bienvenida. El mundo puede cambiar de mil maneras, pero tu mundo sólo es capaz de cambiar si tú lo dejas. Ella dejaría que su mundo cambiara y ella cambiaría con él. Ambos serían una mejor versión de sí mismos.

Se dirigió al pasillo y bajó las escaleras. Escuchó las noticias en el momento que llegó a la planta baja:

—Tal éxodo no tiene precedentes —decía Ítalo.

En la pantalla del televisor se mostraban cuatro trasmisiones en vivo desde distintas partes del mundo; las imágenes se iban alternando de cuando en cuando. Sólo una, la del Valle, se mantenía estática, en la parte inferior derecha.

—-Hombres, mujeres, ancianos y niños están acercándose a estos puntos de salida y traspasando estas inmensas puertas hacia lo que se ha prometido será un nuevo hogar para ellos —continuó Ítalo.

—Un nuevo hogar para aquellos que ahora se llaman a sí mismos hijos de la luna —acotó Claudia, sonriente—. Un calificativo que en las últimas horas había tenido connotaciones muy negativas, pero que ante lo que acontece hoy frente a nuestros ojos, puede llegar a representar toda una nueva identidad.

—Estamos ante un acontecimiento histórico que marcará un antes y un después en la historia humana —indicó Ítalo con seriedad—. Es hora de ser observadores del cambio, de dejar el pasado y las dudas de lado para mirar las nuevas posibilidades y permitirnos nuevos comienzos.

—Esperamos, desde Globo Estudios Internacional, que este paso que los hijos de la luna están dando, sea sólo el inicio de la historia que todos juntos, como terralunenses, escribiremos —dijo Claudia con entereza.

—Así será —afirmó Ítalo con una sonrisa—. Ahora damos paso a nuestros compañeros del noticiero vespertino, quienes continuaran ofreciéndoles los últimos pormenores...

El sonido del noticiero menguó hasta cesar. Luna desvió la mirada del televisor hasta encontrarse con el rostro de Fernando.

—Despertaste —afirmó Fernando.

Tenía en su mano extendida el cetro de la luna. Luna lo cogió y lo apretó con fuerza en su mano.

—No debiste dejarme dormir tanto, me siento fría —respondió con una pequeña sonrisa, frotándose un brazo para darle calor.

—Ven aquí —le dijo Fernando, palmeando el asiento a su lado.

Luna se sentó a su lado y Fernando rodeó su cintura con un brazo. Luna se apoyó en él, cerrando los ojos.

—Estamos cansados —susurró Fernando.

Luna asintió con una sonrisa. Esta cercanía era nueva, pero no se estaba quejando; le gustaba estar cerca de Fernando.

—¿Crees que logren cruzar antes del anochecer? —preguntó, abriendo los ojos y viendo el televisor—. El doctor Craze dijo que lo mejor era que cruzaran lo más rápido posible, pero-

—Ekiester y otras naciones están ayudando con el traslado en las zonas más alejadas —dijo Fernando mientras acariciaba su brazo de arriba a abajo—. No creo que haya problemas. Las otras puertas son inmensas. La del Valle es la más pequeña.

—¿El gobierno de Mons no está ayudando? —preguntó Luna, enderezándose un poco.

—Aún están lidiando con lo sucedido con Görtarez —afirmó Fernando.

—No lo han encontrado —afirmó Luna con preocupación.




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