Leyendas de cristal: Los dos mundos

CAPÍTULO IV: Los talentos

                                  

Aunque las noticias aseguraban que por el momento el fenómeno se estaba produciendo sólo en el hemisferio oriental, muchos de los estudiantes se marcharon totalmente aterrados. Incluso Amy había tenido que irse por insistencia de Medalín, quien la llevó prácticamente a rastras. Sin embargo, Luna no se marchó. Sophía les había dicho que esperaran al doctor Craze, y eso haría. Además, él siempre le había dado buenos consejos cuando más desorientada se había sentido. Y ahora mismo se sentía más desorientada que nunca.

Que los talentos estuvieran apareciendo quería decir que la leyenda era cierta. No sabía si la totalidad de ella era cierta, o si sólo lo era una parte, pero eso ya no importaba. Su atontada mente había llegado, al menos, a esa conclusión. Lo importante ahora era saber lo que harían si algo más pasaba, si cualquiera de los otros relatos también cobraba vida. Atrás quedaron los días en que aún existía la posibilidad de que todo volviera a la normalidad.

“El mundo está cambiando”, ¿no es así, abuelo?

El noticiero seguía entrevistando a hombres, mujeres, jóvenes y niños de distintas nacionalidades, los cuales mostraban habilidades verdaderamente extraordinarias, pero algunas también muy peligrosas.

—Qué bueno que las personas delicadas de salud no estén pasando por esto —dijo Yami, mirando de reojo a Miguel—. Creo que yo me estresaría. Bueno, ¡ya me estoy estresando!

Luna le palmeó la cabeza sin despegar los ojos del televisor. Estaban viendo el caso de una mujer de mediana edad que había convertido toda una acera en granos de arena. La mujer parecía asustada, pero el entrevistador estaba tratando de darle comodidad, enumerando toda la ayuda internacional que ya se estaba movilizando.

—Aún no lo puedo creer —dijo Dianira—. ¿Esto está pasando realmente?, ¿o hemos sido transportados a una realidad alternativa?

—Porque la existencia de realidades alternativas sería menos extraño —dijo Emiliano en voz baja.

Dianira frunció los labios. Ella se había quedado, aunque sus amigas se habían marchado. De hecho, Luna se dio cuenta que sólo habían permanecido en el aula su viejo grupo de amigos de la infancia. Suponía que al haber crecido más cerca de las investigaciones de su abuelo que el resto de niños del Valle los hacía más curiosos y, tal vez, menos temerosos, a lo que estaba pasando.

—Si ha comenzado desde ayer, me pregunto por qué recién se sabe algo —cuestionó Aarón.

Ilargi estaba sentada a su lado, jugando con sus manos entrelazadas.

—Es obvio que lo han estado ocultando —respondió Santiago, socarrón—. La pregunta es por qué. ¿Por miedo?, ¿desconfianza?, ¿o para ganar algún tipo de ventaja? —Sonrió con mofa—. Las noticias están pintando la cosa un tanto simple, pero dudo que sea así.

—¿Y por qué han aparecido primero allá? —preguntó Selene.

Señaló la pantalla, donde ahora se mostraba un mapa de las principales naciones afectadas. Todas eran del extremo oriente. Santiago se encogió de hombros.

—Han dicho que es cuestión de tiempo para que lleguen aquí —dijo Dianira—. Primero ha sido Oceanía, después Asia. Luego seguirá África, Europa...

—América será el último —concluyó Yami.

—Creo que Mons será una de las últimas naciones —agregó Dianira con inquietud—. Somos la masa de tierra más grande en el extremo más occidental. Si no contamos las islas más pequeñas, seremos los últimos.

La trasmisión volvió al estudio de grabación.

—Hemos confirmado que muchos gobiernos están volcándose a los hospitales para poder evaluar a la población y ayudarlos a afrontar los cambios por los que están atravesando —comentó la conductora—. No será una tarea sencilla, pero esperemos que esto pueda reducir los incidentes que estos brotes están causando alrededor del mundo.

—¿Brotes?, ¿hospitales? —repitió Miguel con desagrado—. Lo dicen como si fuera una enfermedad.

—Sólo es una forma de explicarlo... y entenderlo —dijo Yami haciendo una mueca—. No creo que realmente lo vean como una enfermedad, ¿no? Es decir, no es algo malo. Aunque tampoco debe ser algo bueno, quien sabe. Pero no creo que sea algo malo.

—Igual, los hospitales no van a dar abasto —dijo Emiliano—. Si esto es algo que le va a ocurrir a casi todas las personas que habitan el planeta, ningún gobierno lo va a poder controlar.




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