Hola, supongo. Lo siento, no sé cómo empezar a escribir, este es mi primer libro. Cuando estaba fuera de este lugar, nunca creí que me darían ganar de ponerme a relatar algo. Nunca fue así.
Mi vida siempre era muy sencilla, sabía lo que quería de ella, lo entendía perfectamente. La familia Byquist es famosa por tener a las mejores brujas del reino en generaciones. Mis antepasados eran extraordinarios, consiguieron hacer cosas inimaginables, y yo no iba a hacer la excepción.
Ciertamente no lo fui, es por eso que terminé aquí, en Grimhergard, alejada de la mayoría de los demás prisioneros, en una de las más oscuras, solitarias y horrorosas celdas de todo el sitio.
Por si llegas a leer esto, mi nombre es Amanda Byquist, o como mejor se me conoce, «Amanda Blacktree». Prefiero usar ese apodo como apellido, porque estoy harta de escuchar que soy la desgracia de la familia; entonces me parece que llevar el seudónimo «blacktree» deja en claro quién es la oveja negra de este largo linaje.
Ya sé que sería bueno saber más de mí, pero no es por eso que escribo. Ésta no es mi autobiografía, ya habrá alguien que se invente algo mejor de mi aburrida vida en Extravaganzza. Seguramente ese relato será más divertido que lo que me haya pasado en realidad. No, yo estoy haciendo esto porque quiero distraerme y compartirles algo que, a mi parecer, puede perderse con el pasar de los años.
Verán, las brujas estamos muy acostumbradas a pasar nuestras costumbres e información de boca en boca, jamás escribimos sobre lo que escuchamos o sabemos. Todo se queda «en familia» o «en el aquelarre».
Si hay algo que siempre he disfrutado de mi tierra, han sido las leyendas. Existen tantas y de tantos tipos que, sin duda alguna, podría llenar toda una biblia de ellas. Malamente, sólo tengo unas cuantas hojas y un lápiz, así que me temo que únicamente podré relatar un par de ellas. Tendré que elegir de mis favoritas para poder compartir un poco de esta maravillosa cultura que tenemos en nuestro reino.
¿Cómo conseguí este material estando encerrada? Un guardia que me cae muy bien me lo ofreció al ser mi tercer aniversario de estar aquí encerrada. Fue muy amable y me dijo que me daría un regalo, lo que quisiera. El pensaba que pediría un minestrone como del que siempre hablo, pero no fue así. Quería distraerme, al menos por un tiempo. No quería que mi regalo fuera de unos minutos, por lo que pedí hojas y plumas. No fue mucho lo que me entregó, pero entiendo que es complicado. Me porté muy mal allá afuera.
Bueno, ya basta de mí. Aunque me fascina hablar de mi persona, realmente deseo entrar a fondo con las leyendas. Espero puedan caber aquí, las dejaré en esta celda para que otro prisionero algún día la encuentre y se distraiga en su estadía mientras se pudre como yo.
Compartamos más que este encierro, mi querido lector. Bienvenido a tu tumba en vida, amigo.