En una oscura noche de luna nueva, los hermanos Gunn salieron del mar abandonando sus apariencias selkies por unas completamente humanas, arrastrándose por la arena de la playa de Windwick Bay, cerca de Kirkwall, en las Islas Orkney. Esa vez no tenían ganas de charlar con las damas del pueblo, ni de asistir a fiestas a emborracharse y a probar las delicias del contacto físico con las chicas humanas. No después de lo que le pasó a Cardo Gunn la última vez que se acercó demasiado a una de ellas.
Lo que sucedía era que los hermanos habían escuchado las voces tenues y animosas de los fuegos fatuos mientras se encontraban nadando cerca de la superficie. Después, Trevol, el más observador, alcanzó a distinguir ciertas lucecitas azuladas flotando sobre el agua, justo arriba de sus cabezas, y estas formaban un rastro muy claro que los llevaba a tierra firme.
Dudosos, comenzaron a seguir el camino de luces moviendo ágilmente sus colas grises de lobo marino, atravesando las aguas saladas a una velocidad impresionante. Se detuvieron a unos metros de la orilla, se miraron los unos a los otros para ponerse de acuerdo, y tras asegurarse de que por mayoría de votos la decisión era seguir adelante, nadaron hasta la costa.
Los fuegos no terminaron ahí, siguieron caminando tierra adentro sobre la basta extensión del valle; anduvieron por varios minutos hasta que se toparon con una puerta de mármol plantada a la mitad de la nada, cuya superficie estaba grabada con el recuento de historias pasadas entrelazadas por un hilo dorado que terminaba justo a la mitad, dónde se encontraba la chapa.
Ellos debían atravesar el portal, eso era lo que will-o’-the-wisp les decía, hasta una de esas llamitas azules se había postrado sobre la cerradura para hacerlo más claro.
—Yo voy primero —Cardo, el mayor, les dijo con valentía, y entró.
Sus hermanos le siguieron en silencio, siempre cautelosos a lo que los rodeaba.
Dentro del portal encontraron un ambiente completamente diferente a lo que se podría encontrar en aquella isla, pues no era una planicie común alfombrada con verde pasto, sino un bosque frondoso con plantas luminiscentes y flores color neón lo que los rodeaba. Los fuegos fatuos seguían guiándolos entre la maleza hasta llevarlos a los pies de un trono de marfil adornado con más vegetación y con listones dorados.
Los hermanos, que en ningún momento sintieron temor, ahora comenzaron a temblar en secreto. Los tres eran demasiado orgullosos para admitir que tenían miedo. Y cuando una señora alta, de cabellos blancos y lacios que le llegaban hasta el piso, cuya cabeza estaba adornada con un excéntrico tocado floral y su cuerpo iba cubierto de ropa ceremonial, salió de entre los árboles y caminó hacia el trono, dónde tomó asiento y los miró fijamente, ellos casi salen corriendo.
Sabían de quién se trataba.
Pocas veces los fuegos fatuos te guiaban hacia ella, casi siempre servían como mensajeros del destino, llevándote hacia los lugares en dónde debías estar, o dónde alguien te necesitaba, o con quien debías encontrarte, pero era muy raro que esa persona fuese la Adivina.
Y si will-o’-the-wisp te llevaba hacia a Adivina Willy Wisp, entonces te esperaba una gran aventura… una gran y peligrosa aventura, sobre todo peligrosa.
—Los esperaba, príncipes —los saludó cordialmente con una voz suave y ancestral—, ¿Han tenido un viaje placentero?
Los hermanos se encogieron de hombros y avanzaron hasta ella con cierto temor.
—¿Por qué estamos aquí? —Cardo preguntó.
—Para hablar, por supuesto, joven heredero —le contestó moviendo la mano en círculos—. Tomen asiento, vamos.
Los Gunn aceptaron a regañadientes, se sentaron como niños pequeños alrededor del trono y esperaron atentamente a que ella hablara.
—Están aquí porque necesitan pistas para encontrar a sus almas gemelas —dijo, al fin. Los hermanos ya estaban desesperándose en el silencio.
—¿Qué? ¿Para qué querríamos encontrar a nuestras almas gemelas? El reino está en paz, y no vamos a tener ceremonias de sucesión en mucho tiem… —Jacynth espetó, pero inmediatamente se dio cuenta de que esto era un asunto serio.
—Habrá una guerra, la más grande de todas después de aquella en la que los Fuathan fueron desterrados del Mundo de las Hadas —Willy Wisp dijo—. Y se le llamará a la Gran Guerra de Sucesión. Muchos morirán, y varios más tendrán que asumir sus papeles en este mundo. Uno de ustedes tendrá que subir al trono de su padre y será el nuevo Rey de los Mares, y para eso…