Roselyn y Trevol Gunn salieron antes del amanecer, cargando una simple mochila con algo de comida para el viaje, ropa y hierbas que nunca estaban de más en manos de un selkie especializado en herbolaria y magia de curación.
Trevol, a parte de ser el príncipe segundo del Reino Subacuático, era el doctor oficial de la corona, profesor y catedrático, quien no solo sabía sobre las tradicionales costumbres de la medicina de su pueblo y de los Fuathan en general, sino también de los humanos. Y no debemos dejarnos guiar por su apariencia de un joven de menos de veinticinco años, pues en realidad su edad pasaba del medio siglo. Sin embargo, su carácter dócil, sencillo e inocente lo hacían ver aun más joven de lo que ya se veía.
Cardo era el heredero al trono, el tan esperado rey, y todos lo apreciaban por sus tantas cualidades, como la valentía, el liderazgo, la honradez y rectitud, pero varios también pensaban que Trevol sería un excelente gobernante, quizá el más bondadoso de todos.
La joven pareja decidió ir a pie, pues planeaban pasar por aquellos lugares de terreno difícil, dónde la carroza podía vérselas negras para atravesar el tramo. Y a Rose no le importaba mucho caminar, de hecho, pensó que eso solo haría mucho más interesante la aventura.
El plan era retroceder hacia los poblados dónde el Cù Sith ya había llegado, e ir saltando aldeas hasta llegar a las puertas de Eildon, dónde sería mucho más fácil esconderse. La Reina Hada nunca imaginaría que la Visionaria pudiera ocultarse tan cerca de ella, casi a simple vista. Y también, si llegaban a escuchar algún rumor sobre el paradero del heredero legítimo, entonces lo esperarían cerca del palacio que tendría que tomar para hacerse del poder.
Claro, aparte estaba ese asunto de buscar la corona perdida del Rey Fuath pasado… Pero para todo eso necesitaban de la ayuda de la Adivina Willy Wisp, y ella solo se podía encontrar siguiendo los Fuagos Fatuos, los cuales aparecían solo cuando ella quería ser encontrada. La mejor opción que les quedaba a Rose y Trevol era ir hasta la frontera del Reino de las Hadas y llamar la atención de la estrafalaria vidente.
Entonces, ellos caminaron en silencio por un par de horas, solo hablando para decir lo necesario, hasta que ambos se cansaron de la situación.
—Cuénteme algo de usted, señorita Roselyn —Trevol pidió, pisando con cuidado sobre unas venosas raíces que salían de la tierra en formas terroríficas—. ¿Qué es lo que más le gusta hacer?
—Pues… me gusta bordar… —se quedó pensativa, intentando recordar qué mas le gustaba, pero esa era pregunta muy difícil—. Y ya… creo.
Eso le pareció muy raro al príncipe, pues no consideraba que ella fuese una señorita tan plana y aburrida. Por lo menos, no después de ver cómo sobrevivió a un secuestro del Cù Sith, y a la verdad que le fue revelada sobre la realidad de los Fuathan.
—Siempre he estado con Katherine —añadió, como si eso fuese una excusa válida—. Es que ella es… muy enérgica. Me arrastraba a todos lados, hacíamos las mismas cosas, nos gustaba lo mismo... Aunque yo hubiera preferido no asistir a tantas fiestas de té con las amigas de mi madre y de Kathy.
Trevol comprendió. Recordó que cada día que veía a Roselyn a lo lejos, su hermana mayor estaba ahí acompañándola. Eran como dos piezas de una misma escultura, la uña y la carne, dos tomos de una misma historia. Y sí, podía ver que la personalidad de la mayor de los McLaren era avasallante, mientras la pequeña y delicada Rose era más tímida y noble. Pudo ver ese rasgo a la perfección aquel día en que ellas —y Lady Margaret McLaren— fueron al puesto de artesanías en el mercado del pueblo, al parecer solo llevaban dinero para una sola cosa, por lo que una debía quedarse con las ganas de escoger algo. En este caso fue la pelirroja quien se abstuvo, pero eso no significaba que nada le había llamado la atención. El príncipe vio, claramente —porque realmente nunca había sido capaz de apartar su atención de ella—, cómo la chica tomaba entre sus finos dedos blancos la pulsera de ámbar que él había hecho especialmente para su alma gemela, también vio la piedra mágica brillar, y sintió el estirón en su pecho que ocasionó la fluctuación de sus energías vitales al reconocerse.
Sin embargo, después de sentir aquello, ella dejó la joya en su lugar y se unió a la conversación entre su hermana y su cuñada. Ambas hablaban sobre lo bien que se veía la gargantilla de obsidiana en Katherine, también, sobre los preparativos de la boda y otras cosas más.
Trevol esperó pacientemente a que Roselyn regresara al puesto por la pulsera, pero ese día no llegó como él quería. Desesperado, escribió una nota a la joven y le mandó el brazalete, siendo honesto y claro con sus sentimientos, deseos y pensamientos.
—¿Y si me llama solo Rose? —ella le dijo, intentando reforzar su temblorosa voz—. Después de todo pasaremos mucho tiempo juntos.