INTERROGATORIOS leyó Emmett
A la mañana siguiente resultó muy difícil discutir con esa parte de mí que estaba convencida de que la noche pasada había sido un sueño. Ni la lógica ni el sentido común estaban de mi lado.
"No fue un sueño", frunció el ceño Edward.
"Pero tienes que admitir que tiene un punto", se rió Emmett.
Me aferraba a las partes que no podían ser de mi invención, como el olor de Edward. Estaba segura de que algo así jamás hubiera sido producto de mis propios sueños.
En el exterior, el día era brumoso y oscuro. Perfecto.
"Wow, un día con que Eddy y ya ha cambiado su visión del mundo", sonrió Emmett.
Edward no tenía razón alguna para no asistir a clase hoy. Me vestí con ropa de mucho abrigo al recordar que no tenía la cazadora, otra prueba de que mis recuerdos eran reales.
Al bajar las escaleras, descubrí que Charlie ya se había ido. Era más tarde de lo que creía. Devoré en tres bocados una barra de muesli acompañada de leche, que bebí a morro del cartón, y salí a toda prisa por la puerta. Con un poco de suerte, no empezaría a llover hasta que hubiera encontrado a Jessica.
Había más niebla de lo acostumbrado, el aire parecía impregnado de humo. Su contacto era gélido cuando se enroscaba a la piel expuesta del cuello y el rostro. No veía el momento de llegar al calor de mi vehículo. La neblina era tan densa que hasta que no estuve a pocos metros de la carretera no me percaté de que en ella había un coche, un coche plateado.
"Has ido a buscarla", sonrió Alice.
"No me gustaría que piense que es un sueño", sonrió Edward de nuevo.
Mi corazón latió despacio, vaciló y luego reanudó su ritmo a toda velocidad.
No vi de dónde había llegado, pero de repente estaba ahí, con la puerta abierta para mí.
— ¿Quieres dar una vuelta conmigo hoy? —preguntó, divertido por mi expresión, sorprendiéndome aún desprevenida.
Percibí incertidumbre en su voz. Me daba a elegir de verdad,
"Hay tienes mamá, parece que he decidido darle a elegir", dijo Edward.
"Sí, mucho más parecido al caballero que se que eres," Esme sonrió.
era libre de rehusar y una parte de él lo esperaba. Era una esperanza vana.
—Sí, gracias —acepté e intenté hablar con voz tranquila.
Al entrar en el caluroso interior del coche me di cuenta de que su cazadora color canela colgaba del reposacabezas del asiento del pasajero. Cerró la puerta detrás de mí y, antes de lo que era posible imaginar, se sentó a mi lado y arrancó el motor.
"Creo que voy a dejar de fingir cuando esté a solas con ella", sonrió Edward
—He traído la cazadora para ti. No quiero que vayas a enfermar ni nada por el estilo.
Hablaba con cautela. Me di cuenta de que él mismo no llevaba cazadora, sólo una camiseta gris de manga larga con cuello de pico. De nuevo, el tejido se adhería a su pecho musculoso. El que apartara la mirada de aquel cuerpo fue un colosal tributo a su rostro
. "Creo que puedo verte sonrojado", dijo Alice, burlándose de su hermano.
"Sabes que eso no es posible," dijo Edward, luchando por mantener su voz.
"Y es por eso que es tan increíble", comentó Alice.
—No soy tan delicada —dije, pero me puse la cazadora sobre el vientre e introduje los brazos en las mangas, demasiado largas, con la curiosidad de comprobar si el aroma podía ser tan bueno como lo recordaba. Era mejor.
— ¿Ah, no? —me contradijo en voz tan baja que no estuve segura de si quería que lo oyera.
El vehículo avanzó a toda velocidad entre las calles cubiertas por los jirones de niebla. Me sentía cohibida. De hecho, lo estaba. La noche pasada todas las defensas estaban bajas... casi todas. No sabía si seguíamos siendo tan candidos hoy. Me mordí la lengua y esperé a que hablara él.
Se volvió y me sonrió burlón.
— ¿Qué? ¿No tienes veinte preguntas para hoy?
— ¿Te molestan mis preguntas? —pregunté, aliviada.
—No tanto como tus reacciones.
Parecía bromear, pero no estaba segura. Fruncí el ceño.
"Ambas", dijo Edward, Emmett se había detenido para saber su razonamiento. "Ustedes saben la lucha conmigo mismo, lo que quiero y lo que es mejor para ella, no es lo mismo. No ayuda que ella quiera lo que yo quiero."
— ¿Reaccioné mal?
—No. Ese es el problema. Te lo tomaste todo demasiado bien, no es natural. Eso me hace preguntarme qué piensas en realidad.
—Siempre te digo lo que pienso de verdad.
—Lo censuras —me acusó.
—No demasiado.
"Eso es verdad," dijo Edward. "Ella es muy honesto con sus pensamientos... mayormente dice lo que piensa".
"Y a veces no..." Emmett sonrió.
"Y eso me vuelve loco", coincidió Edward.
—Lo suficiente para volverme loco.
—No quieres oírlo —mascullé casi en un susurro.
En cuanto pronuncié esas palabras, me arrepentí de haberlo hecho. El dolor de mi voz era muy débil. Sólo podía esperar que él no lo hubiera notado.
No me respondió, por lo que me pregunté si le había hecho enfadar. Su rostro era inescrutable mientras entrábamos en el aparcamiento del instituto. Ya tarde, se me ocurrió algo.
— ¿Dónde están tus hermanos? —