Leyendo crepúsculo

Confesiones

Confesiones dijo Carlisle.

A la luz del sol, Edward resultaba chocante. No me hubiera acostumbrado 

"Maldita sea", murmuró Edward totalmente abatido.
"Ella no dijo que fuera malo, simplemente chocante", señaló Alice.
"Ella no podrá acostumbrarse," susurró Edward.
"Todavía puede ser algo bueno", Alice se encogió de hombros.

ni aunque le hubiera estado mirando toda la tarde. A pesar de un tenue rubor, producido a raíz de su salida de caza durante la tarde del día anterior, su piel centelleaba literalmente como si tuviera miles de nimios diamantes incrustados en ella. Yacía completamente inmóvil en la hierba, con la camiseta abierta sobre su escultural pecho incandescente y los brazos desnudos centelleando al sol. Mantenía cerrados los deslumbrantes párpados de suave azul lavanda, aunque no dormía, por supuesto. Parecía una estatua perfecta, tallada en algún tipo de piedra ignota, lisa como el mármol, reluciente como el cristal.

"Mira, parece que le gusta", dijo Alice y Edward parecía que tenía más esperanzas que antes, pero era evidente que él estaba esperando a que ella lo dijera o pensará para que él pudiera relajarse.

Movía los labios de vez en cuando con tal rapidez que parecían temblar, pero me dijo que estaba cantando para sí mismo cuando le pregunté al respecto. Lo hacía en voz demasiado baja para que le oyera.

También yo disfruté del sol, aunque el aire no era lo bastante seco para mi gusto. Me hubiera gustado recostarme como él y dejar que el sol bañara mi cara, pero permanecí aovillada, con el mentón descansando sobre las rodillas, poco dispuesta a apartar la vista de él.

"Ves," dijo Alice de nuevo.
"Sí, creo que si", sonrió Edward.

 Soplaba una brisa suave que enredaba mis cabellos y alborotaba la hierba que se mecía alrededor de su figura inmóvil.

La pradera, que en un principio me había parecido espectacular, palidecía al lado de la magnificencia de Edward.

Alice le dio una mira a Edward que claramente decía “TE LO DIJE”
"Ahora, realmente lo veo", se rió Edward.

Siempre con miedo, incluso ahora, a que desapareciera como un espejismo demasiado hermoso para ser real, extendí un dedo con indecisión y acaricié el dorso de su mano reluciente, que descansaba sobre el césped al alcance de la mía. Otra vez me maravillé de la textura perfecta de suave satén, fría como la piedra. Cuando alcé la vista, había abierto los ojos y me miraba. Una rápida sonrisa curvó las comisuras de sus labios sin mácula.

— ¿No te asusto? —preguntó con despreocupación, aunque identifiqué una curiosidad real en el tono de su suave voz.

—No más que de costumbre.

Su sonrisa se hizo más amplia y sus dientes refulgieron al sol.

Poco a poco, me acerqué más y extendí toda la mano para trazar los contornos de su antebrazo con las yemas de los dedos. Contemplé el temblor de mis dedos y supe que el detalle no le pasaría desapercibido.

— ¿Te molesta? —pregunté, ya que había vuelto a cerrar los ojos.

"Nunca", sonrió Edward, tanto que parecía que estaba deseando ser el Edward en el libro

—No—respondió sin abrirlos—, no te puedes ni imaginar cómo se siente eso.

Suspiró.

Siguiendo el suave trazado de las venas azules del pliegue de su codo, mi mano avanzó con suavidad sobre los perfectos músculos de su brazo. Estiré la otra mano para darle la vuelta a la de Edward. Al comprender mi pretensión, dio la vuelta a su mano con uno de esos desconcertantes y fulgurantes movimientos suyos. Esto me sobresaltó; mis dedos se paralizaron en su brazo por un breve segundo.

—Lo siento —murmuró. Le busqué con la vista a tiempo de verle cerrar los ojos de nuevo—. Contigo, resulta demasiado fácil ser yo mismo.

Alcé su mano y la volví a un lado y al otro mientras contemplaba el brillo del sol sobre la palma. La sostuve cerca de mi rostro en un intento de descubrir las facetas ocultas de su piel.

—Dime qué piensas —susurró. Al mirarle descubrí que me estaba observando con repentina atención—. Me sigue resultando extraño no saberlo.

"Aún así... No creo que alguna vez vaya a acostumbrarme a eso", dijo Edward.
"Y será peor cuanto más te acerques a ella," sonrió maliciosamente Alice. "Siempre preguntándole que está pensando y nunca llegar a saberlo."
"Hmph", resopló Edward molesto.

—Bueno, ya sabes, el resto nos sentimos así todo el tiempo.

—Es una vida dura — ¿me imaginé el matiz de pesar en su voz?—. Aún no me has contestado.

—Deseaba poder saber qué pensabas tú —vacilé— y...

— ¿Y?

—Quería poder creer que eres real. Y deseaba no tener miedo.

"No debería haber dicho que tiene miedo", suspiró Edward. "Sobre todo porque no es el temor de que automáticamente pensaré que ella siente."

—No quiero que estés asustada.

La voz de Edward era apenas un murmullo suave. Escuché lo que en realidad no podía decir sinceramente, que no debía tener miedo, que no había nada de qué asustarse.

—Bueno, no me refería exactamente a esa clase de miedo, aunque, sin duda, es algo sobre lo que debo pensar.

Se movió tan deprisa que ni lo vi. Se sentó en el suelo, apoyado sobre el brazo derecho, y con la mano izquierda aún en las mías. Su rostro angelical estaba a escasos centímetros del mío. Podría haber retrocedido, debería haberlo hecho,

"Sus instintos humanos parecen haber sido completamente suprimidos", dijo Jasper.

 ante esa inesperada proximidad, pero era incapaz de moverme. Sus ojos dorados me habían hipnotizado.



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En el texto hay: amor, miserio

Editado: 28.08.2023

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