Impaciencia leyó Carlisle
Me desperté confusa. Mis pensamientos eran inconexos y se perdían en sueños y pesadillas. Me llevó más tiempo de lo habitual darme cuenta de dónde me hallaba.
La habitación era demasiado impersonal para pertenecer a ningún otro sitio que no fuera un hotel.
"Eso esta mejor", dijo Edward, un poco aliviado.
Las lamparitas, atornilladas a las mesillas de noche, eran baratas, de saldo, lo mismo que las acuarelas de las paredes y las cortinas, hechas del mismo material que la colcha, que colgaban hasta el suelo.
Intenté recordar cómo había llegado allí, sin conseguirlo al principio.
Luego, me acordé del elegante coche negro con los cristales de las ventanillas aún más oscuros que los de las limusinas. Apenas si se oyó el motor, a pesar de que durante la noche habíamos corrido al doble del límite de la velocidad permitida por la autovía.
También recordaba a Alice, sentada junto a mí en el asiento trasero de cuero negro. En algún momento de la larga noche reposé la cabeza sobre su cuello de granito. Mi cercanía no pareció alterarla en absoluto y su piel dura y fría me resultó extrañamente cómoda.
"¿Alice has estado trabajando en tu auto-control?" Preguntó Carlisle, ella no solía estar tan cerca de los seres humanos y, aunque Alice nunca había cometido un error en cuanto a un humano, parecía difícil creer que fuera tan fácil.
"No," Alice sonrió. "Solo me preocupo profundamente por ella, eso debe sr suficiente para controlarme."
La parte delantera de su fina camiseta de algodón estaba fría y húmeda a causa de las lágrimas vertidas hasta que mis ojos, rojos e hinchados, se quedaron secos.
Me había desvelado y permanecí con los doloridos ojos abiertos, incluso cuando la noche terminó al fin y amaneció detrás de un pico de escasa altura en algún lugar de California. Haces de luz gris poblaron el cielo despejado, hiriéndome en los ojos, pero no podía cerrarlos, ya que en cuanto lo hacía, se me aparecían las imágenes demasiado vividas, como diapositivas proyectadas desde detrás de los párpados; y eso me resultaba insoportable. La expresión desolada de Charlie, el brutal rugido de Edward al exhibir los dientes, la mirada resentida de Rosalie, el experto escrutinio del rastreador, la mirada apagada de los ojos de Edward después de besarme por última vez... No soportaba esos recuerdos, por lo que luché contra la fatiga mientras el sol se alzaba en el horizonte.
Edward frunció el ceño aún más si era posible. La pregunta estaba claramente escrita en sus ojos "¿Cómo podía hacerle pasar por todo esto?”
Me mantenía despierta cuando atravesamos un ancho paso montañoso y el astro rey, ahora a nuestras espaldas, se reflejó en los techos de teja del Valle del Sol. Ya no me quedaba la suficiente sensibilidad para sorprenderme de que hubiéramos efectuado un viaje de tres días en uno solo.
Miré inexpresivamente la llanura amplia y plana que se extendía ante mí. Phoenix, las palmeras, los arbustos de creosota, las líneas caprichosas de las autopistas que se entrecruzaban, las franjas verdes de los campos de golf y los manchones turquesas de las piscinas, todo cubierto por una fina capa de polución que envolvía las sierras chatas y rocosas, sin la altura suficiente para llamarlas montañas.
Las sombras de las palmeras se inclinaban sobre la autopista interestatal, definidas y claramente delineadas, aunque menos intensas de lo habitual. Nada podía esconderse en esas sombras. La calzada, brillante y sin tráfico, incluso parecía agradable. Pero no sentí ningún alivio, ninguna sensación de bienvenida.
“ella ahora es una chica de Forks” dijo Emmett sonriendo.
— ¿Cuál es el camino al aeropuerto, Bella? —preguntó Jasper y se sobresaltó, aunque su voz era bastante suave y tranquilizadora. Fue el primer sonido, aparte del ronroneo del coche, que rompió el largo silencio de la noche.
—No te salgas de la I—10 —contesté automáticamente—. Pasaremos justo al lado.
El no haber podido dormir me nublaba la mente y me costaba pensar.
— ¿Vamos a volar a algún sitio? —le pregunté a Alice.
"No, ustedes van a estar donde se supone que deben estar," dijo Edward. "Tiene que ser cerca del aeropuerto por si deben hacer una escapada rápido."
"O quizás estar más cerca para cuando ustedes lleguen", agregó Jasper.
—No, pero es mejor estar cerca, sólo por si acaso.
Después vino a mi memoria el comienzo de la curva alrededor del Sky Harbor International..., pero en mi recuerdo no llegué a terminarla. Supongo que debió de ser entonces cuando me dormí.
Aunque ahora que recuperaba los recuerdos tenía la vaga impresión de haber salido del coche cuando el sol acababa de ocultarse en el horizonte, con un brazo sobre los hombros de Alice y el suyo firme alrededor de mi cintura, sujetándome mientras yo tropezaba en mí caminar bajo las sombras cálidas y secas.
No recordaba esta habitación.
Miré el reloj digital en la mesilla de noche. Los números en rojo indicaban las tres, pero no si eran de la tarde o de la madrugada. A través de las espesas cortinas no pasaba ni un hilo de luz exterior, aunque las lámparas iluminaban la habitación.
Me levanté entumecida y me tambaleé hasta la ventana para apartar las cortinas.
Era de noche, así que debían de ser las tres de la madrugada. Mi habitación daba a una zona despejada de la autovía y al nuevo aparcamiento de estacionamiento prolongado del aeropuerto. Me sentí algo mejor al saber dónde me encontraba.
"¿Por qué?" Preguntó Emmett.
"El tiempo tiene valor para los seres humanos", dijo Carlisle.