"El juego del escondite” leyó Alice con voz clara, pero sus ojos lucían torturados.
Todo el pavor, la desesperación y la devastación de mi corazón habían requerido menos tiempo del que había pensado. Los minutos transcurrían con mayor lentitud de lo habitual. Jasper aún no había regresado cuando me reuní con Alice. Me atemorizaba permanecer con ella en la misma habitación —por miedo a lo que pudiera adivinar— tanto como rehuirla, por el mismo motivo.
“Yo debería estar ahí” dijo Jasper enojado.
Creía que mis pensamientos torturados y volubles harían que fuera incapaz de sorprenderme por nada, pero me sorprendí de verdad cuando la vi doblarse sobre el escritorio, aferrándose al borde con ambas manos.
— ¿Alice?
No reaccionó cuando mencioné su nombre, pero movía la cabeza de un lado a otro. Vi su rostro y la expresión vacía y aturdida de su mirada. De inmediato pensé en mi madre. ¿Era ya demasiado tarde?
Me apresuré a acudir junto a ella y sin pensarlo, extendí la mano para tocar la suya.
"Tuve una visión! Se lo que planea", dijo Alice con esperanza.
— ¡Alice! —exclamó Jasper con voz temblorosa.
Este ya se hallaba a su lado, justo detrás, cubriéndole las manos con las suyas y soltando la presa que la aferraba a la mesa. Al otro lado de la sala de estar, la puerta de la habitación se cerró sola con suave chasquido.
— ¿Qué ves? —exigió saber.
Ella apartó el rostro de mí y lo hundió en el pecho de Jasper.
—Bella —dijo Alice.
—Estoy aquí —repliqué.
"La vi en la sala de los espejos", dijo Alice con voz muerta, sin duda era un claro reflejo de cómo estaría en el libro
Aunque con una expresión ausente, Alice giró la cabeza hasta que nuestras miradas se engarzaron. Comprendí inmediatamente que no me hablaba a mí, sino que había respondido a la pregunta de Jasper.
— ¿Qué has visto? —inquirí. Pero en mi voz átona e indiferente no había ninguna pregunta de verdad.
Jasper me estudió con atención.
"Pero yo no tenía tiempo para preocuparse de ello con usted en ese estado", se quejó de Jasper y Alice se han rodado sus ojos si no hubiera estado tan preocupado por Bella.
Mantuve la expresión ausente y esperé. Estaba confuso y su mirada iba del rostro de Alice al mío mientras sentía el caos... Yo había adivinado lo que acababa de ver Alice.
Sentí que un remanso de tranquilidad se instalaba en mi interior, y celebré la intervención de Jasper, ya que me ayudaba a disciplinar mis emociones y mantenerlas bajo control.
"Argh", se quejó Jasper.
Alice también se recobró y al final, con voz sosegada y convincente, contestó:
—En realidad, nada.
"Tratando de no asustarla", se burló Alice, sacudiendo la cabeza. "Como si ella lo necesitara."
_Sólo la misma habitación de antes.
Por último, me miró con expresión dulce y retraída
"Parece que ha pasado mucho tiempo con el duende, ya conoce cuando finges", dijo Emmett, no afectado por la situación, o al menos tenía la confianza de que todo iba a salir bien de alguna manera.
antes de preguntar:
— ¿Quieres desayunar?
—No, tomaré algo en el aeropuerto.
También yo me sentía muy tranquila. Me fui al baño a darme una ducha. Por un momento creí que Jasper había compartido conmigo su extraño poder extrasensorial, ya que percibí la virulenta desesperación de Alice, a pesar de que la ocultaba muy bien, desesperación porque yo saliera de la habitación y ella se pudiera quedar a solas con Jasper.
"Tiene razón", dijo Alice. "Me gustaría que usted necesita, entonces
De ese modo, le podría contar que se estaban equivocando, que iban a fracasar...
Me preparé metódicamente, concentrándome en cada una de las pequeñas tareas. Me solté el pelo, extendiéndolo a mí alrededor, para que me cubriera el rostro. El pacífico estado de ánimo en que Jasper me había sumido cumplió su cometido y me ayudó a pensar con claridad y a planear.
"¿Todo tiene que salir mal?" Edward gruñó.
"Lo siento". Jasper bajo la cabeza
"No es tu culpa", dijo Edward no muy convencido.
Rebusqué en mi petate hasta encontrar el calcetín lleno de dinero y lo vacié en mi monedero.
Ardía en ganas de llegar al aeropuerto y estaba de buen humor cuando nos marchamos a eso de las siete de la mañana. En esta ocasión, me senté sola en el asiento trasero mientras que Alice reclinaba la espalda contra la puerta, con el rostro frente a Jasper, aunque cada pocos segundos me lanzaba miradas desde detrás de sus gafas de sol.
— ¿Alice? —pregunté con indiferencia.
— ¿Sí? —contestó con prevención.
— ¿Cómo funcionan tus visiones? —miré por la ventanilla lateral y mi voz sonó aburrida—. Edward me dijo que no eran definitivas, que las cosas podían cambiar.
El pronunciar el nombre de Edward me resultó más difícil de lo esperado, y esa sensación debió alertar a Jasper, ya que poco después una fresca ola de serenidad inundó el vehículo.
—Sí, las cosas pueden cambiar... —murmuró, supongo que de forma esperanzada—. Algunas visiones se aproximan a la verdad más que otras, como la predicción metereológica. Resulta más difícil con los hombres. Sólo veo el curso que van a tomar las cosas cuando están sucediendo. El futuro cambia por completo una vez que cambian la decisión tomada o efectúan otra nueva, por pequeña que sea.