—Romper una regla siempre amerita un castigo.
—Pero, ¿y si lo hizo por un buen motivo? ¿Castigamos a las personas por hacer lo que creen correcto?
—Otra vez con eso..., deja de tontear y presta atención hijo.
Conversación entre Brad Miller (35) y su hijo Derek (7)
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Diez años después de la condena...
Sus ojos todavía estaban enrojecidos para cuando tocaron la puerta de su guarida, no había parado de sufrir la perdida que lo agobiaba, pero ni siquiera con esto podía desligarse de sus responsabilidades.
Derek tenía que levantar la cabeza y abrir los brazos a los demás, sin importar si por dentro estaba rompiéndose en mil fragmentos de cristal.
—Adelante —gruñó, y los ocho lobos mayores se adentraron a la sala de estar con el debido respeto que se merecía.
Derek no estaba dispuesto a admitir menos.
— ¿Qué es lo que ocurre?
Además de una catastrófica muerte que golpeaba duro...
—Ya han pasado tres días desde la ceremonia —dijo uno de los ancianos—. Debe elegir otro lobo para que le ayude a dirigir el clan.
—No hablen como si hubiésemos perdido una mascota —exigió—. ¡El que ha muerto es Elijah!
Por salvarle la vida, pensó con amargura, su mejor amigo se había ido.
—Déjeme recordarle —habló Elías Fergusson, el más viejo de todos—. Que otros lobos también perecieron en la emboscada.
Derek miró a los negros ojos del anciano, sabía que se estaba tragando otras palabras que más por prudencia que por respeto no las diría, pero el lobo estaba presente y no tenía ganas de que le recriminaran las acciones que ellos creían erróneas.
— ¿Crees que no lo sé? —Cuestionó con voz dura—. Perdimos a siete ¡Siete! ¡El padre de Logan, el tío de Chester, el compañero de Erin, la madre de Sam, el hermano de Dash! Todos no están —bajó la voz y apuntó con un dedo a su cabeza—. No están aquí, ellos se fueron junto a Elijah y Maxinne, ¿ustedes dirán que por culpa de Sean Wells?
Tres de ellos asintieron, Elías fue el primero.
—Pues no, el alfa puma no tiene culpa alguna de lo que sucedió hace tres días atrás, el único que la tiene es... ¡Walker, ese maldito bastardo traidor!
Lleno de rabia, Derek estampó un puño contra la pared, el ambiente se colmó por completo de tensión y era propia, oscura y ácida, que invitaba a su lobo a desquitarse.
—Si no fuera por los refuerzos de Sean y los hábiles luchadores de Aria Ashburn, yo no estaría vivo, toda la brigada habría desaparecido.
De reojo miró a Elías, tratando de adelantarse a su siguiente movimiento, sabía que Walker no podía haber armado todo el embrollo por sí solo. Dos lobos traicionando a un clan entero para matar a su propio alfa, y llevarse a otros dos en el proceso, no..., ese trabajo tan delicado debía tener ayuda logística desde el interior, y Derek no dudaba en si esa ayuda la recibieron de parte del tan respetado Consejo de ancianos.
Pero para evitar alertas innecesarias, tendría que buscar en silencio, y seguir presionando a estos idiotas para hacer avanzar al clan.
—Quiero designar a un lugarteniente —soltó de pronto.
Los ancianos le miraron como si le hubiera salido un tercer ojo, esto no iba a ser fácil.
—No necesitamos a un lugarteniente —respondió Nick, la más reciente adición del Consejo—. Sino a un segundo al mando.
Derek sonrió ante lo idiota que estaba siendo, tan ciegos y sordos...
—Ese es el trabajo de un lugarteniente, todos los clanes del mundo lo tienen y yo quiero uno.
— ¿Para qué? —Insistió Elías.
—Tomaría mi lugar por si muero.
La emboscada en su contra despertó el temor que tenía de dejar al clan desprotegido, era usual que los alfas designaran lugartenientes para ocupar sus puestos después de muertos, los Moon Fighters eran los únicos que no lo tenían y eran considerados débiles por eso.
Y no lo eran. Jamás. Nunca.
—Usted sabe que eso no puede ser posible, solo los miembros familiares directos o de sangre tienen acceso al puesto de alfa.
Era ironía en estado puro.
— ¡¿Y cómo voy a engendrar un heredero si ustedes me condenaron a caminar solo?! —Exclamó con crudeza, el animal furioso se filtró en su voz—. Si mañana me encuentran muerto, ¿qué pasará con el clan? No hay descendiente, y ustedes bola de tercos no quieren otro lobo que no tenga la sangre Miller para ocupar el lugar ¿no ven lo estúpido que suena eso? Si muero, otros clanes van a venir y todos estarán en riesgo.
—Nosotros podemos asumir el liderazgo en tanto encontramos un familiar sanguíneo.
Y otra vez con lo mismo, ¿es que no tenían cerebro?
—Ustedes son sabios. —Además de idiotas—. Pero en cuanto asuman, alguien querría el puesto vacante y si no corre sangre por dentro, los demás clanes de lobo vendrán aquí. Yo no permitiré que pase eso.
Hubo un silencio tenso, era lo que necesitaba, sin replicas ni objeciones, incluso Elías estaba sin palabras.
—Escucharé sugerencias, pero al final la decisión es mía.
Para mantener el equilibrio, debía de ceder un poquito de su poder a esos ocho lobos viejos que siempre estaban sedientos, Derek estaba seguro que si tuvieran la fuerza necesaria ya le habrían asesinado sin piedad. Había en el seno del clan una semilla plantada desde mucho antes que él, su padre y su abuelo nacieran, un sistema de creencias derivado de una corriente tan nociva como antigua, fruto mismo de la necesidad de control y poder...
El puritanismo todavía latía en los miembros más antiguos del clan, y en los adultos que todavía inculcaban valores erróneos para la época. Derek quería acabar con eso, de otra forma jamás lograría su meta de ver un clan noble y bueno, como los demás, sin restricciones, sin una mente colectiva, independientes, con juicio crítico. Los trescientos lobos que tenía a su cuidado todavía dependían de la estricta jerarquía, el extenso código y un reglamento de conducta por demás ineficiente.
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Editado: 18.08.2019