—No me gusta mi cabello, me veo rara.
— ¿Bromeas? Eres única, como la luna que brilla en la noche, tienes cabellos de luna...
Conversación entre Derek Miller (11) y Jeanine Du Blanche (10)
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Jeanine resistió la necesidad impulsiva de ir tras él, repitiéndose a sí misma que estaba afectándole demasiado. Le tomó más de un par de respiraciones el volver la mirada analítica hacia lo que estaba ocurriendo, cuando estaba lo suficientemente calmada como para ver más allá del instinto protector de su animal, se acercó a Madeleine.
—Si dices ser la hija ilegítima de Brad Miller, ¿por qué tu nombre no aparece en los registros?
La mujer cruzó su mirada de forma fugaz, y luego se mordió el agrietado labio inferior.
—Porque en el archivo familiar se registró a sí mismo como Irwin Miller —respondió, su voz alcanzó al tono de decepción—. Mamá dijo que tenía una reputación en su clan, y que si se sabía que tuvo hijos mestizos le quitarían el rango.
Ese era un buen argumento. Mucho antes, las parejas mixtas estaban prohibidas, así como la descendencia mezclada con sangre de otros clanes, si un lobo Moon Fighter se atrevía a desear una pareja más allá del clan debía desertar o arriesgarse al repudio y la deshonra. Ahora, bajo el liderazgo tanto de Brad como de Derek, esos asuntos se fueron flexibilizando, a tal punto que ya empezaban a aparecer las primeras parejas mixtas.
Logan y Emmy eran un claro ejemplo.
Convencida de la veracidad de sus palabras, Jeanine se alejó, el medio día se acercaba y quedaban cosas por hacer, este curioso incidente no debía conocerse a menos que Derek así lo quisiera, por el momento Madeleine tenía que quedarse fuera del ojo público, lo que significaba que Jeanine debía salir y continuar como si nada hubiera pasado.
—Necesitará ropa —le dijo a Dash—. Busca a una loba de confianza que mantenga la boca cerrada y te permita abastecerla.
El lobo asintió.
—Y tú —se dirigió a la mujer coyote—. Te quedarás aquí en todo momento y no saldrás a menos que Derek lo ordene.
Madeleine bajó la mirada en señal de aceptación.
—No vas a ir tras él, ¿o sí?
Jeanine miró a Dash, y sonrió, como si sus palabras sonaran realmente absurdas, fingiendo en el exterior que su vida estaba en perfecto estado y su preocupación por Derek no pasaba más del mero deber y la responsabilidad en sus manos.
Los últimos años, todo se redujo a eso.
Fingir.
—Por supuesto que no —dijo, y era más para convencerse a sí misma de no hacerlo—. El día es largo y hay mucho que hacer.
Dash entrecerró sus ojos verdes, no podía con su hábil mente, cuando ella iba, él ya había vuelto dos veces.
—Tienes razón, cualquier cosa que suceda, yo te avisaré.
—De acuerdo, volveré después.
Despidiéndose de Madeleine con una seca inclinación, Jeanine salió al frío exterior, lo que había ocurrido fue demasiado intenso y apenas comenzaba el verdadero lío.
La figura de Brad Miller, antes tratada con sumo respeto y admiración, temblaría en cuanto se supiera que tenía secretos ocultos, una camada de coyotes mestizos sería la noticia del año.
Se obligó a despejar su mente de todo el embrollo, debía guardar el secreto hasta que Derek decidiera revelarlo al clan. Así fue que, recordó su lista de tareas, tenía un bache de dos horas antes de un entrenamiento con los rastreadores y después debía revisar las provisiones del Centro. Lo que más necesitaba era una buena distracción, y nada era mejor que ir al corazón de la vida social para sacar lo malo de su sistema.
Al ingresar por las puertas, Jeanine inspiró el aire sobrecargado de olor a comida, el almuerzo estaba pronto a servirse, eso justificaba la cantidad de lobos reunidos en el área del comedor.
— ¡Jeanine! —Exclamó una alegre voz masculina—. Has vuelto rápido.
Elliot pasó su brazo por sus hombros para casi arrastrarla con él, era una chispa de alegría que le contagió de inmediato.
— ¿Ahora vives en el Centro? —Cuestionó.
—No, pero necesito cafeína..., ah..., ahora que recuerdo..., me debes un café.
—Bien, tengo un poco de tiempo libre.
Elliot le condujo a la barra central en la que tenía diez asientos vacíos y del otro lado una pared de vidrios de colores que ocultaba la cocina, en donde Jasper salió secándose las manos con una toalla blanca.
—Jeanine, Elliot, ¿qué les sirvo?
Ella le sonrió al amable omega que atendía la barra de día y trabajaba en un bar de la ciudad de noche, Jasper le devolvió el gesto y sus ojos color chocolate brillaron, luego se encontró con Elliot y bajó la mirada con respeto.
Tanto epsilons como omegas era sumisos, pero los primeros solían ser más fuertes a la hora de relacionarse con los dominantes.
—Café, por favor —Elliot pidió.
— ¿Y tú?
Jeanine se encogió de hombros.
—Lo mismo.
—Sale enseguida.
Jasper preparó el café en una de las máquinas y luego fue a atender a un compañero que se ubicó en el último asiento.
—Y bien... ¿Cómo ha ido ese asunto tan importante con Derek?
Ella se anticipó.
—Asuntos privados.
Y luego se regañó a sí misma por lo mal que sonó eso.
Elliot rió por lo bajo, el calor subió por sus mejillas, Jeanine estaba delatándose.
— ¿De qué te ríes?
Le miró de reojo, Elliot sonreía ampliamente.
—Estoy a un paso de averiguarlo...
—Y dale con eso...
—Déjame terminar —dijo, aparentando enfadarse—. Lo que hay entre el tonto de Seth y esa mujer humana.
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Editado: 18.08.2019