— ¿Realmente crees que ella es la indicada?
—Sí.
—Pero he visto la amistad que tiene con la otra chica, entre ellos dos...
—No habrá nada distinto a eso. Estoy seguro de mí decisión, ella es la indicada.
Conversación entre Marcus Anderson y Brad Miller.
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La zona de entrenamientos era un amplio claro artificial rodeado de bosque, de casi un kilómetro de ancho y repleto de elementos y aparatos de ejercicio, todos destinados a refinar las destrezas de combate de los lobos, estos se disponían en un circuito arduo que era un desafío incluso para los más experimentados, y que se modificaba constantemente.
Jeanine colgó la llamada y regresó al grupo, estaban debajo de un pilar de seis metros con astas para trepar, en cuyo extremo se anudaba una soga que conducía a la siguiente parte del circuito.
Cinco lobatos jóvenes se mantenían firmes rodeando a un escuálido y débil coyote que temblaba y gruñía con feroz determinación.
— ¿Qué se supone que significa esto? —Vociferó el anciano Elías—. ¿Por qué no le matan de una vez?
Jeanine inspiró, luego se dirigió al viejo lobo que ni siquiera se dignó en voltear, aquel que cada vez que podía se aseguraba de hacerle sentir que no merecía el aire que respiraba, que era un ser inferior sin voz ni voto, Elías jamás aceptó su puesto ni el hecho de que fuera más poderosa en rango que cualquier otro lobo.
Nunca existieron lugartenientes en el clan, mucho menos segundos al mando que fueran mujeres.
Jeanine era la primera y la única.
—Derek está avisado, vendrá pronto.
El viejo murmuró entre dientes, la rabieta no pasó desapercibida por los lobatos que dejaron de custodiar a Madeleine para prestarle atención al viejo.
—Ojos en el objetivo —ordenó Seth.
Elías bufó con desdén.
—Te has vuelto blando cachorro, un buen líder ya habría dado un correctivo más duro.
Seth no se inmutó por la crítica mordaz del viejo, continuó mirando alrededor buscando señales del alfa.
—La violencia es el último recurso, si se usa constantemente solo conduce al miedo.
—Y con el miedo se mantiene el orden.
El rastreador sonrió, y giró su vista al viejo.
—La libertad se pierde.
La cólera se elevó en el aire.
—Baja la mirada Beta —Elías le amenazó—, un lobo manchado como tú no puede dirigirse de esa forma a un alto miembro del Consejo.
Jeanine intervino antes de que el problema pasara a mayores, Seth continuaba siendo inestable y no dudaría en atacar ante el primer signo de ofensa, sin importar de quién se tratara.
Herir a un anciano del Consejo le traería problemas severos.
—Le advierto que esa forma de hablarle a un líder no es aceptada en el clan.
Elías pasó de ella, de nuevo le ignoraba. Jeanine llamó a su loba.
—Elías...
— ¿Qué está pasando aquí?
Derek cortó la ácida tensión al aparecer desde un extremo del bosque, seguía llevando su ropa de trabajo, aunque su chaqueta gris ya no estaba y todo lo que cubría su amplio pecho era una camisa blanca.
—Alfa —Elías se le anticipó, el viejo se inclinó ante Derek—. Estos cachorros han encontrado un intruso en el territorio, yo sugerí seguir el reglamento pero Seth Meyer lo ha desoído permitiéndole seguir y...
—Y ha hecho bien —interrumpió, Derek correspondió con un saludo formal como lo exigían las normas de conducta ante un anciano y luego se acercó al rastreador—. Aleja a los rastreadores.
Seth asintió.
—Dejaré a los más grandes, por si acaso.
—No será necesario.
El rastreador más experimentado quiso debatir la decisión, pero se arrepintió a último momento y se dirigió a sus lobatos.
—Ya oyeron al Alfa, andando.
Los seis se alejaron, Elías los siguió con su ácida mirada hasta que desaparecieron del otro lado de la zona de entrenamiento.
Jeanine regresó su atención al Coyote que se replegaba hacia atrás, mirando a Derek con nerviosismo en sus ojos oscuros, como el caramelo fundido. Sentía la incomodidad del ambiente, no estaba segura de si debía permanecer ahí o irse y continuar con el resto de sus labores, después de todo ya había acudido y alertado de la forma correspondiente, ya no había nada más que hacer... ¿O sí?
—Alfa, tiene que eliminar cualquier intruso no deseado.
Jeanine se tragó tantas palabras de reproche como pudo, Elías siempre estaba como una sombra sobre Derek, recordándole constantemente las normas de conducta, el código y el reglamento, era un lobo fastidioso, el único miembro del Consejo que se tomaba esa tarea de andar detrás del alfa viendo qué hacía y qué no.
—Conozco bien el reglamento Elías, no es necesario que me lo recuerde.
Derek cometió otro desliz, voltear completamente dándole la espalda a otro lobo, en ese momento Jeanine decidió quedarse, al margen, pero ante cualquier movimiento extraño ella estaría ahí para él. Nadie en el clan creería que el respetable Elías tuviera otras intenciones que fueran distintas a la de consejero, pero desde que ella fue nombrada lugarteniente comenzó a ver comportamientos extraños, miradas y gestos cargados de ira que iban dirigidos al alfa.
—Alfa...
—Puedes irte Elías —sugirió Derek con amabilidad. El alfa se agachó al nivel del Coyote—. Regresa a tu forma humana, por favor.
—Es un intruso.
Derek no le escuchó, retrocedió cuando Madeleine se transformó apareciendo su cuerpo desnudo y magullado desde la piel animal. La espalda de Derek se tensó, claramente furioso al ver los golpes y las cicatrices de la mujer.
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Editado: 18.08.2019