—Dos alfas no pueden convivir mucho tiempo en el mismo territorio, mucho menos si son lobos. Para preservar la paz y la sangre, el fuerte deberá someter y el débil someterse.
Código del Alfa. Quinta ley.
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Jeanine sintió el silencio pesar sobre sus hombros, a medida que se acercó a Elliot, se volvió un ente intangible cada vez más y más grande.
Había entrado a su casa de nuevo, en el más absoluto silencio y ella tuvo problemas para evitar que la furiosa loba se saliera de control. Elliot no le haría daño, pero estaba enojado, ni siquiera levantó la mirada cuando ella ingresó a la sala, tan solo se quedó ahí, sentado en el borde de la ventana saliente cuyas cortinas blancas lo convertían en sombras.
Lo había metido en esto, y ahora no tenía forma de evadir la verdad, Jeanine pensó en lo furioso que se pondría Derek cuando se enterara que ahora Elliot sabía sobre la enfermedad.
Tomando aire, Jeanine se acercó, sentándose en el espacio libre miró al lobo quien tenía esos ojos marrones divagando entre las finas hebras de las cortinas.
— ¿Hace cuánto pasa todo esto? —Preguntó con voz lejana.
Ella cerró los labios en una línea tensa, la loba no dejaba de insistir en mantenerse fiel a la palabra, a la promesa que su alfa le hizo jurar cuando esto comenzó a crecer. La lealtad de Jeanine era de Derek, más no su corazón, al menos no ahora. «Siempre ha sido suyo» ignoró el susurro y se concentró en una forma sencilla de explicarle, pero nada era fácil. Nunca. Los registros de la enfermedad L eran escasos, porque nadie le prestaba atención hasta que Derek vio los primeros salvajes en internet, había borrado todos los rastros, sin embargo su obsesión creció a ritmos inmensurables.
Los cambiantes que sucumbían a la enfermedad morían alejados de todo y de todos, los solitarios eran vulnerables y encabezaban la lista de casos.
—Empezó a ser cuestión emergente después de la traición de Buck y Walker Dawson.
Elliot se tensó, curiosamente el sol apareció, iluminando su rostro, cambiando el color de ojos a un tono más claro.
— ¿Cuántos más lo saben?
Jeanine sintió la preocupación que destilaba de su cuerpo, aunque la controlaba muy bien, Elliot sentía miedo, y tenía al lobo cerca de la superficie, de tal modo que alteraba a su loba al punto de querer enfrentarlo. No entendía por qué motivo le desagradaba tanto.
—Contándonos a Derek y a mí, Seth, Caleb, Jessie, Logan, Dashiell, Ivette, Sean, Luke, Eleine, Reed, Indira y su equipo de contención, Tori y Mac.
Las venas de sus brazos se marcaron, la sangre latiendo a través de ella fue una invitación silenciosa para el animal que se mantenía al acecho «Es nuestra pareja, ¿puedes dejar de intentar matarlo? » La loba gruñó, eso era un no.
— ¿Cuáles son los síntomas?
—La primera fase es asintomática, la segunda tiene mareos, desmayos y cambios de humor, la tercera tiene fallos en la transformación, conducta errática y violenta, incapacidad de retraer garras y colmillos, mezcla involuntaria de piel y pelaje. La cuarta tiene fiebre, inestabilidad psicológica, espasmos musculares, transformación irreversible y fallo cardíaco total.
Elliot tembló por un escalofrío, giró su mirada conectando con la de Jeanine, la preocupación y el miedo se hicieron mayores, ¿estaba temiendo por su vida? Ella también lo hacía, cada uno de los lobos que conocían la existencia de esta enfermedad tenía el miedo, ese profundo temor de ver a sus seres queridos sufrir hasta la muerte, de verlos sin humanidad, completamente salvajes hasta que incapaces de transformarse en lobo o humano, morían de un ataque al corazón. El miedo era real, pero Jeanine y Derek lo utilizaban como el motor vital para poner todos sus esfuerzos en encontrar una cura, antes de que las cosas empeoren.
— ¿Qué va a pasarle a Elliot?
Esa pregunta era la que no quería responder, porque dolía la abrumadora verdad, Jeanine lo había visto, esos síntomas visibles que le dijeron todo lo que necesitaba saber, Isaac transitaba la tercera fase, no le quedaba mucho tiempo de vida. Pensó en los hermanos Meyer, sus primos, Seth solía ser muy apegado a Isaac, prácticamente crecieron juntos e Isaac lo cuidó como si fuera su propio hermano. Pensó en lo mal que el rastreador tomaría la noticia, esto lo dejaría devastado.
Un nudo amargo se asentó en la garganta, y el aire se le hizo poco, las lágrimas que se negaba a llorar saturaron el ambiente. La respuesta silenciosa movió a Elliot, cualquier reproche se esfumó, él extendió los brazos y ella fue abrazada en un dulce calor que arrulló su alma. No era suficiente, nunca lo era, pero ahora sirvió como consuelo mientras recordaba lo revoltoso que fue Isaac, Jeanine lo vio convertirse de cachorro a adulto, ahora no volvería a verlo con vida, nunca más.
—Va a morir, ¿cierto?
La voz de Elliot se oyó apenas.
—Es lo más probable —logró decir.
El abrazo se hizo más fuerte y pronto Elliot acarició su cabello, dejando tiernos besos en la cabeza. Su respiración se hizo irregular, estaba llorando también.
—Todo este tiempo... —murmuró—. Todos estos años... Nos ha ocultado algo tan grande... —La voz de Elliot se endureció—. No entiendo cómo Derek es capaz de mirarnos a los ojos y decirnos que todo está bien.
Jeanine se separó al sentir el pecho de Elliot retumbar con un gruñido contenido a medias.
—Tiene sus motivos —replicó.
— ¿Cuáles?
Jeanine dejó a media la respuesta, en realidad Elliot tenía algo de razón, Derek estuvo mal al ocultarles información a los demás. Pero, quería evitar pánico, la misma respuesta que Elliot estaba demostrando.
—No quiere desatar las alarmas —respondió, limpiándose el rastro de lágrimas.
Elliot emitió una risa baja, se cruzó de brazos, el sonido salió cargado de ironía.
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Editado: 18.08.2019