— ¿Qué haces aquí?
—Supe que te castigaron, y vine a traerte esto.
—Oh, Jeannie, ¡eres la mejor amiga del mundo!
Conversación entre Derek Miller y Jeanine Du Blanche (9)
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Hazel Walsh abrió el expediente con meticuloso cuidado bajo la atenta mirada de Jeanine, Derek estaba bastante distraído y curioso con el grande y fuerte hombre pelirrojo que se apegaba a ella como si en cualquier momento pudieran saltarle encima. Era tosco, y un poco malhumorado en su expresión seria de gélidos ojos grises.
El susurro animal le indicó mantener su distancia.
—Bien, creo necesario que sepan lo básico. —Hazel se acomodó un rizo ondulado detrás de la oreja—. El sistema judicial cambiante, subordinado por el Consejo de la ACC, me ha escogido entre otros veinticinco mediadores para tomar su caso. —Hazel comenzó a leer uno de los documentos—. Como mediadora y oficial de policía debo aclarar un incidente ocurrido hace casi una semana, el cual especifica una disputa territorial entre el clan de pumas Dark Spines y otro no identificado en la base de datos, además del esclarecimiento de la muerte de Carl Jansen Phillips, y la indebida participación del clan Moon Fighters.
Hazel levantó la mirada, el rico color avellana era una mezcla entre el frágil ámbar suave, caramelo internándose hacia las pupilas y fragmentos dorados apenas perceptibles bajo las gruesas pestañas. Tenía, además, una mirada amable que competía con su sonrisa débil, buscando calmar.
—Entiendo —Derek habló, su tono bajo y plano, la ambarina mirada fija en el cambiante frente a él—. Pero, ¿es necesario su presencia?
Un gruñido bajo retumbó, sin embargo Hazel bajó una mano ocultándola de la vista y Conrad Burton se calmó, vaya a saber qué le había hecho la mujer, pero funcionaba.
—Ya se los he dicho —respondió—. Trabajamos juntos.
—Miente —Conrad volvió a repetir, inclinó la cabeza en un corto movimiento felino que resaltó el perfil de su dura mandíbula—. No quiere admitir que mi única función aquí es protegerla.
— ¿De qué? —Indagó Jeanine.
Una sonrisa afilada, depredadora.
—De cualquiera que el leopardo considere una amenaza.
Entonces ella tenía razón, el bruto sujeto era un gato.
—Gatito, no me dejas trabajar, guarda silencio, ¿quieres?
—Je veux beaucoup de biscuits quand on rentre à la maison, chérie —Conrad le susurró en el oído de Hazel en un idioma extraño, parecido al francés pero con un acento ligero, haciendo que el rubor cobrara protagonismo en sus mejillas.
Derek se movió inquieto en la silla.
—No vinimos aquí para presenciar una extraña clase de cortejo —se quejó.
Su humor estaba cambiando, y por el débil temblor en su mano Jeanine intuyó que una descompensación estaba próxima a suceder. El peor momento posible.
Conrad siseó, Derek correspondió con el gruñido del lobo, Jeanine bufó cortando la aparente disputa de machos.
—Hazel, ¿podemos empezar?
La mujer asintió, se giró hacia su pareja y le dio un golpe ligero en la cabeza, como regañándolo.
—Compórtate Burton —ordenó, luego regresó a ellos—. Bien, ya tenemos el testimonio de Anissa Hernández y dos de los suyos, solo necesitamos el de ustedes para saber si existe algún tipo de incongruencia que no nos permita cerrar el caso.
—Suena adecuado.
—Perfecto, entonces —Hazel se dirigió a Derek—. ¿Cuál es su relación con el clan Dark Spines?
—Neutral.
—Comprendo, lo que no cuadra aquí es qué hacía usted la noche de la intromisión.
Derek vaciló, renuente. Jeanine podía oír el lento pulso, el lobo latiendo bajo la piel, llamándole.
—La intromisión fue planeada entre mi persona y Carl Phillips.
La respuesta obtuvo toda la atención de Hazel.
— ¿Bajo qué motivos?
La pausa fue más prolongada, desesperante, sin embargo ella comprendía lo difícil que era para Derek tener que revelar sus asuntos a un par de extraños, sobre todo si en el proceso se exponía las infracciones a ese famoso código y reglamento de conducta que Abraham Miller armó hace dos siglos.
—Fue un tratado de apoyo mutuo —dijo al fin—. Le proporcioné al difunto alfa el armamento necesario para proteger a su gente, a cambio él debía permitirme participar.
Hazel asintió, y luego clavó la mirada en él, ladeando la cabeza.
— ¿A qué se debía ese interés por participar en asuntos ajenos a su clan?
Derek se mordió el labio, por debajo de la mesa las garras salieron.
—Liberar a mis lobos.
Hazel se enderezó, rizos ondulados se movieron hacia adelante, la mujer volvió a revisar el documento. Jeanine alcanzó a ver una ficha informativa con todo lo que exigía saber la ACC sobre los clanes cambiantes.
—Anissa no reportó que hubieran lobos víctimas del secuestro, solo sus pumas.
—Anissa no conocía los aspectos importantes de la intromisión. Yo y mi gente íbamos a liberar a... —Derek se detuvo, viendo que se quedaba estático, Jeanine tomó su mano provocando que todo su cuerpo se tensara. Ojos de miel regresaron a ella, destellos dorados eran arrancados por la estéril luz del techo—. Mis hermanos —terminó volviendo a Hazel.
La sorpresa de ella era aún mayor.
—Según esta ficha, la descendencia de Bradford Miller es de un solo cachorro. —Hazel lo miró—. Usted.
Derek suspiró, el aliento salió pesado, sus dedos moviéndose entre los suyos, tan ansiosos...
—Eso es correcto, pero mi padre tuvo una camada de tres cachorros por fuera del clan.
—Oh... —Los labios abultados de Hazel se curvaron en un pequeño círculo—. Supongo que son hijos de una mujer cambiante solitaria.
Derek negó.
—Fue con una mujer Dawn Edge.
La curiosidad que destilaba Hazel era intensa, tanto que una irritante sonrisa pequeña se asomó en sus labios, ella comenzó a revisar otros papeles.
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Editado: 18.08.2019