Libérame

Capítulo 32

 

La perseverancia será su recompensa cuando pierdan el camino.

De los escritos de Bradford Miller. Febrero 20, 2423.

 

゜・。。・🐺🌙🐺・。。・゜★

 

Pasó setenta y dos horas bajo una incansable búsqueda que no daba los resultados que tanto necesitaba, parecía que su alfa se lo había tragado la tierra o convertido en polvo. Los rastros no le llevaban a un punto fijo y ya había perdido la última huella por la mañana.

Respiró una vez más, expandiendo sus sentidos al máximo para recabar hasta el último olor del ambiente, pero este lugar estaba vacío, no había presencia de nadie a excepción de unos cuantos animalejos.

Resopló, frustrada, a Derek Miller se lo tragó la tierra.

Cansada, Jeanine se detuvo, las almohadillas en sus patas delanteras dolían horriblemente y podía jurar que el débil olor a sangre se debía a una al borde de romperse. Tenía que parar, pero el animal insistía en seguir, era admirable que la loba se aferrara por tanto tiempo a una esperanza que se marchitaba cada vez más al pasar las horas.

Tal vez debía aceptar la posibilidad de que no estaba buscando a un vivo, sino a un cuerpo, ella sabía que tan débil como estaba Derek era probable que no sobreviviera al dolor que ocasionaba romper tantos vínculos de sangre.

Su loba gruñó, desechando el pensamiento de inmediato.

A lo lejos, un material brilloso le llamó la atención. Jeanine se acercó, un arroyo de cauce crecido corría con gran estruendo entre grandes piedras y en la orilla, la luz del sol impactaba sobre un cartel hecho en gruesa madera anclado a la húmeda tierra.

«Kingstone Creek Natural Camping Zone»

Oh, sí, ya recordaba este sitio, estaba cerca de un pequeño pueblo de trescientos habitantes, el último asentamiento antes de internarse en la parte suroeste de Woodstone City. Sería un buen punto donde descansar, tanto tiempo en cuatro patas comenzaba a debilitar su cuerpo.

Solo había un problema insignificante, Jeanine no tenía ropa, y la desnudez en los humanos estaba mal vista. Los cambiantes en clanes la veían de otra forma, pues estaban acostumbrados y no podían llevar una muda de ropa cada vez que decidían cambiar de piel, sin embargo la cultura humana repudiaba la desnudez por considerarla inmoral. Entonces, para no terminar calumniada o en el distrito policial local, Jeanine tenía que tomar una opción aún más repudiada: el hurto.

Usando la cubierta forestal que rodeaba el pueblo, Jeanine se valió de las sombras de la tarde para camuflar su figura, habría sido más sencillo si su pelaje fuera negro en vez de plateado.

—Tienes cabellos de luna, Jeannie, me gusta ese color.

Extrañaba tanto a Derek...

Siguió su camino, hasta llegar a un vecindario atípico, los patios traseros de las casas estaban abiertos, se mezclaban con la vegetación del entorno. Tal muestra de descuido en la seguridad le pareció extraña, los seres humanos eran muy recelosos con el espacio y no les agradaba compartirlo con alimañas.

Pero este lugar parecía ser una excepción, había aroma a humanos en todos lados. Cuando un rechinido rompió el calmo silencio, Jeanine se agazapó entre los arbustos. De la casa frente a ella salió una mujer, de avanzada edad, blanco cabello corto y en puntas. Llevaba en sus brazos un montón de ropa mojada que pretendía colgarla en el tendedero.

Jeanine sintió curiosidad, se acercó cuidando de no hacer ruidos que le delataran. Los ojos de la mujer eran extraños, grises por completo, hasta las pupilas, adornados por arrugas que se extendían hasta las sienes. Era ciega, se dio cuenta de eso cuando al terminar de colgar la ropa pudo ver el lazo de cuerda negra atado a la punta de un bastón retraído, que luego ella extendió para ayudarse.

—Sé que estás ahí —dijo la mujer.

Jeanine retrocedió.

—No hay problema, me gusta recibir visitas.

Ladeó la cabeza, viendo su lento acercamiento, no podía verle pero sabía de su presencia, esa humana era interesante, ¿quizás era cierto que la ceguera amplificaba todos los demás sentidos?

—He recibido a muchos viajeros como tú, debes estar exhausta.

La identificaba... Su curiosidad aumentó, Jeanine expandió sus sentidos analizando las huellas olfativas en el entorno, por un momento creyó que podría haber pasado por allí, pero su aroma no estaba. Eso le decepcionó... O tal vez Derek había estado hace tiempo y el rastro fue barrido por los elementos.

En todo caso, no perdía nada con consultar, la anciana parecía amable.

Jeanine emitió un bostezo.

—Oh, eres una loba —dijo la mujer, arrugando un poco el ceño—. Hace bastante tiempo que no vemos lobos por aquí. —Extendió una mano temblorosa, Jeanine acortó la distancia para permitirle que le tocara el pelaje de la cabeza—. Ven, puedes cambiar adentro.

Una brisa de aire helado le revolvió el pelaje del lomo, decidió seguirle.




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