Libertad

Capítulo 5. El castigo al traidor

Arlex caminó desde atrás de la silla, a paso lento pero seguro, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Raymundo lo acompañaba.

—Tiberio me dijo que podrías sernos útil —añadió ya de frente a Roberto, a un lado de la tabla.

A Roberto no le sorprendió que Arlex estuviera detrás de su secuestro y el de sus amigos, pero sí el hecho de que se presentara él mismo ante su persona, teniendo muchos secuaces para hacer el trabajo sucio. Además le generó gran curiosidad la imagen de Rasputín en aquella tabla. No era experto en historia rusa, pero el monje era famoso. Cualquiera que hubiese leído sobre la primera guerra mundial y la revolución rusa pudo haberse topado alguna vez con una foto de Rasputín, sobre todo si de un estudiante de Ciencia Política se trataba.

—Así que pretendes… ser un líder —continuó Arlex con un tono sosegado, mientras Raymundo acomodaba la tabla, que consideraba estaba muy inclinada hacia atrás y necesitaba enderezarla—. Pretendes ser el líder que me venza, el líder que derrote la revolución socialista que yo comando, y además, el que restablezca un gobierno pro capitalista. ¡¿Quieres llevar a Caribea de nuevo a la barbarie?! —Ahora se mostraba irritado y tiró del cabello de Roberto hasta echarle su cabeza hacia atrás.

—¡Suéltame, maldita basura! —exclamó—. No te mostrarías tan valiente, si yo estuviera suelto. Te falta en honor lo que te sobra en cobardía.

Arlex miraba a la imagen de Rasputín mientras tiraba del cabello de Roberto.

—Te voy a encomendar una misión, yo, tu presidente…

—¿Crees que vas a durar para siempre? —preguntó Roberto con una sonrisa de sarcasmo—. Esa tabla podrá seguir estando en este mundo por cien años, pero tú no. Aunque deseo que vivas mucho para que veas a Caribea ser libre, mientras tu gobierno basura se desintegra. Llegado ese momento, Caribea no perderá nunca más su libertad.

Arlex lo soltó de forma brusca.

—Caribea no será sometida a esa…. “libertad del capitalismo”, un sistema donde las fieras se comen a las ovejas —sentenció—. Primero acabaré con los lobos, para dejar a las ovejas salir del corral. Por algo el pueblo me eligió como su presidente y pastor. La libertad capitalista solo les trajo miseria, yo les doy la libertad socialista de la mano de un líder que se preocupa por ellos, y que distribuirá la riqueza de la nación en partes iguales entre todos. Si todos tienen la misma cantidad de todo, no se envidiarán entre sí y nadie ambicionará lo que el otro tiene, como sí se ambiciona en el capitalismo. Siempre quieren destruir a su prójimo para quitarle lo suyo y apropiárselo para beneficio individual. El gobierno socialista expropia para repartir por el bien colectivo.

—¡Estúpido, el capitalismo no trajo la miseria! fueron los políticos corruptos que gobernaron en el sistema capitalista, y los corruptos existen en cualquier sistema, hasta en tu socialismo de porquería —replicó Roberto—. Sí, tu gobierno de basura está plagado de corruptos igual que tú. El capitalismo es el mejor sistema porque permite al hombre la libertad de triunfar con sus talentos, sin un gobierno que los reprima, ni les diga a qué precio vender sus productos, un derecho que solo le pertenece al productor.

—Cierra la boca o me encargaré que nunca más vuelvas a hablar —amenazó Raymundo.

—Déjalo que termine sus sartas de mentiras, podría ser lo último que diga en su vida —dijo Arlex, mostrando una cruel condescendencia.

—Es una locura que el gobierno le robe las empresas al empresario que las forjó por años y que le dan trabajo a mucha gente —continuó Roberto, sabiendo en el fondo que a Arlex le molestaba lo que decía, y le consolaba herirlo con sus palabras al no poder hacerlo con sus manos—. Si el pueblo pobre es como un rebaño de ovejas indefensas, es porque ni en el pasado, ni ahora, los gobiernos lo educaron para ser libre. El pueblo se resignó a esperar que alguien les dé el pescado, pero nadie les enseñó a pescar. Cuando nos liberemos de ti, la gente aprenderá a ser libre, aunque yo deba enseñarlos uno a uno.

—¿Ves lo benevolente que soy? Te dejé que hablaras toda tu letanía de patrañas hasta la última palabra, pero solo para rebatírtelas. ¿Libertad? En el capitalismo los únicos que tienen libertad son los lobos, libres para perseguir y destrozar a las ovejas, al pueblo. Necesitaban un pastor y aquí estoy yo. Veo que no somos tan diferentes, quieres que el pueblo dependa de ti, ¿hacerte el héroe? ¿Te sientes desolado cuando no hay un grupo que depende de ti?

Justo en aquel momento Roberto miró con asombro a Arlex, como si éste hubiese visto dentro de él. En solo una fracción de segundo experimentó un conflicto interno al reconocer que su enemigo político tenía razón en ese último punto; Roberto se sentía fuerte si un grupo dependía de él. Arlex lo abofeteó con fuerza y acercó su cara al rostro del estudiante. Ambos se miraron con fiereza.




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