No podía respirar y sin embargo sonreía, no era nada felíz y aún así mostraba la felicidad pintada en su rostro. Sabía que su libertad estaba limitada y poco a poco llegaba a su extinción. No obstante hacía planes para el futuro, un futuro que no tenía ni le pertenecía.
Cuando quedaba solo en su habitación la desesperación se adueñaba de su persona y al fin podía quitarse las máscaras con las cuales enfrentaba al mundo.
Golpeaba la pared con sus puños debido a la rabia e impotencia que sentía.
Aquellos que planeaban llevárselo y alejarlo de ese sitio donde había empezado a ser felíz, solo para encerrarlo y usarlo sin importarles sus sentimientos eran implacables.
¿Por qué le tenía que pasar eso solo a él? En ese momento una voz de bajo retumbó en la habitación envolviéndolo al completo y herizándole los bellos hasta de su nuca.
Aquella voz lo paralizó una vez más:
— Queda poco tiempo —decía.
— No…por favor no… —suplicó el joven.
— Es tu oscuro destino Nahuel — enfatizó la oscura voz — No tienes opción ya que fuiste condenado al nacer.
— Si la tengo, es mí vida y yo decido cómo vivirla — exclamó furioso Nahuel.
— No sabes a lo que te enfrentas entonces.
— ¡No me importa! — gritó — Prefiero morir luchando por mi libertad que vivir tanto tiempo esclavizado.
Las carcajadas retumbaron en la habitación envolviéndolo por completo. Por más que aquello le provocara escalofríos, no se dejaría dominar por el miedo.
En verdad prefería morir, elegía a la muerte misma antes que entregarse a las garras de la oscura soledad.
Una corriente de viento helado surgió de la nada y tras abrazarlo lo alejó de la habitación. Durante un par de horas permaneció vacía, nadie jamás supo que este fenómeno había sucedido.
En aquella casa todo siguió igual, la vida de cada habitante transcurrió de forma monótona ya que ninguno siquiera se hubo imaginado lo que ocurrió.
Pero al cabo de dicho tiempo el joven de dorada cabellera reapareció en la habitación, aunque algo diferente. Si bien su aspecto físico seguía siendo el mismo algo en su mirada había cambiado. Su respirar era distinto también.
La voz de bajo le susurró envolvente:
— Felicidades muchacho, enfrentaste al Destino mismo para recuperar tu libertad, aunque en el proceso hayas perdido algo mucho más valioso que tu ansiada liberad — diciendo aquello la voz desapareció dejándolo solo y libre.
Pero el joven tenía la mirada perdida, carente de brillo y sin vida. Era otro ser aquel que se encontraba en ese lugar, alguien muy diferente.
Sin embargo se esforzaría por recuperar su antigüo espíritu, no permitiría que “ellos” se salgan con la suya justo ahora que podía ser libre realmente.
Se acercó a la ventana y contempló las estrellas del firmamento brillar a lo lejos mientras la brisa de la noche acariciaba su rostro.
Entonces formuló su deseo:
— Ayúdenme por favor — su sombra se proyectó en el suelo detrás suyo, así se vieron cadenas envolviéndolo al completo. Cadenas que no eran visibles al ojo humano pero que existían y lo mantenían restringido.
Podría quedarse allí, en ese sentido había recuperado su libertad de elegir dónde vivir pero a cambio había perdido la capacidad de sentir.
Lentamente se iría endureciendo y todo sería gris y negro a sus ojos. Carente de colores y de brillo, de sentido alguno. Aún retumbaban en su mente las maléficas palabras de aquellos que lo condenaron a ese padecimiento y tortura.
"Volverás a ese lugar, no podremos evitarlo más. Pero nos aseguraremos de que lo destruyas, serás el verdugo que aniquilará ese maldito lugar que tanto amas y no podrás evitarlo. Nuestras cadenas se ocuparan de mantenerte a raya en ese sentido".
Una lágrima humedeció su rostro mientras recordaba esto, “ellos” eran muy poderosos y aunque él lo intentó….no pudo derrotarlos completamente.
Su poder no era tan fuerte como había creído y su castigo nada tuvo que ver con la muerte como pensó en un principio. Habría deseado que lo mataran pero “ellos” sabían eso por tal razón lo condenaron a algo muchísimo peor que la muerte misma.
Pero necesitaba recuperar su antiguo esplandor, debía hacerlo revivir porque había sido desintegrado por esas odiosas cadenas que lo envolvían maniatándolo.
Las Cadenas lo maniataban por dentro, estaba totalmente restringido ya que cada vez que intentaba sentir alguna emoción las cadenas lo endurecían.
Estaba siendo encerrado en su propio ser, un poderoso escudo lo iba envolviendo al completo. De continuar aquello no tendría salida posible y quedaría encerrado por siempre.
Condenado a contemplar cómo todo lo que tanto quería iba siendo exterminado por su propia mano y él sin poder hacer nada para evitarlo.
Un nuevo ser iba surgiendo en él, alguien mucho más poderoso y frío como un tempano de hielo. Aquella frialdad desintegraba cualquier calor que alguien desee brindarle, aniquilaba todo sentimiento provocando miedo en los que lo rodeaban.
No quería que ese siniestro ser que afloraba en su interior tome el control y lo aleje de todo lo que amaba.
Pero a medida que ese monstruo se fortalecía él se debilitaba; parecía alimentarse de su propia energía y de las cadenas infernales que lo envolvían.
Por dentro gritaba y lloraba pero por fuera solo contemplaba con aquella mirada fría y dura que empezaba a caracterizarlo espantando a todos. El mundo mismo dejaba de ser atractivo para él.
—Tú quisiste ser libre —aquella voz había regresado y empezaba a retumbar en el interior de su habitación —¿En serio pensaste que no perderías nada? Fuiste muy ingenuo.
— Esfúmate de una vez Kursh — contestó él con frialdad.
— Dejarás de ser quien fuiste en el pasado para convertirte en todo lo contrario. Aquellos que te rodean comienzan a notar tu gran cambio —prosiguió con crueldad la voz de Kursh — Pero dime Nahuel ¿No deseas ser el de antes y libre a la vez?
— Todo tiene un precio —contestó él mecánicamente — Nada es gratis.
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Editado: 05.03.2021