1900
Aquella mañana el sol iluminaba nuestras tierras de una manera en la que podía afirmar que para mí era especial. Me había levantado temprano y deseaba con todo el corazón poder jugar con los niños del pueblo, bueno mejor dicho hacerme pasar por un campesino para poder ir a jugar como un chico de catorce años normal. A veces era un poco difícil poder salir de mi casa ya que mi padre no quería que estuviera relacionado con los habitantes de la manada en donde vivíamos porque él creía que ellos podrían lastimarme de alguna manera, lo cual era un poco tonto debido a que en algún momento tendría que liderar la manada.
Aunque las mayorías de las veces ese plan de salir a escondidas funcionaba otras no y era pillado por mi padre el cual se enojaba y no me dejaba salir por uno cuantos días de casa ya que desobedecía su regla principal: mantenerse solo en el sector de la casa, la cual estaba rodeada por cuatro hectáreas antes de llegar al centro de la manada, según él eso me mantenía protegido. Para mí era importante la poca libertad que tenía, porque sabía perfectamente que dentro de unos años cuando me hiciera un poco más mayor mi padre aumentaría mis estudios y agregaría entrenamiento para hacerme mejor que él mismo y eso me permitiría ocupar su lugar, ser la mejor versión de mí mismo, trabajar mucho, comprometerse y ser el mejor Alfa de todos los tiempos.
La mayoría de los miembros de la manada podría decirse sintéticamente que me tenía envidia ya que sería el futuro Alfa y no había oportunidad para otros lobos de poder luchar para ser líderes de está manada, pero manteniéndolo en secreto dentro de mi corazón yo no quería ese cargo y también era otra razón para poder ocultar mi identidad a la hora de jugar con los niños, al ponerme ese disfraz me hacia una persona diferente y libre, ya no había más responsabilidades, por solo algunas horas. Los niños no me veían diferente era uno más de ellos y jugábamos a todo tipo de juegos, divirtiéndonos. Había algunos amigos que había hecho con el tiempo y era con quien jugaba con más frecuencia, siempre solía decir que vivía en el bosque y cuando mis padres venían por provisiones era cuando podía divertirme con ellos, la mayoría me creyó aquella simple mentira.
Podría decirse que ese día era hermoso, veía a las mariposas volar cerca de mi cara y el sol mostrando su atractivo resplandor ya que el cielo no contaba con nubes, pero no todo era espléndido yo sujetaba la mano de mi abuela mientras observábamos la tumba de mi madre la cual había fallecido ese mismo día, se había contagiado de gripe la semana pasada, no pudo sobrevivir, era una debilidad ser humana y no tener ciertas ventajas de los lobos. No quería mostrar lo triste que me encontraba, mi madre siempre decía que si ella llegara a fallecer no debía llorar por ella, debido a que se encontraba en un lugar mejor, ella me lo repitió bastante en estas últimas semanas no quería creer que ella podía morir, pero aquí estaba despidiéndola.
Sin embrago dolía un montón y cuando esa sensación parecía que no iba a desaparecer, no pude soportarlo más, solté la mano de mi abuela y corrí hacia el bosque llorando desconsoladamente, dolía la muerte de mi madre, cada vez quedábamos menos en la familia solo éramos yo y mi abuela y eso profundizaba el dolor, necesitaba estar sola. Caminé por el sedero que llevaba al lago, siempre me subía el ánimo mirar las cristalinas aguas además de recordarme a mi madre ya que siempre veníamos a pasar el rato cuando teníamos un poco de tiempo libre luego de horas de trabajo en la casa del Alfa, siempre eran los fines de semana, un picnic junto al lago sonaba muy relajante y divertido, esos recuerdos junto a mi pequeña familia era lo último que me quedaba.
Al pasar unas horas decidí volver a casa, mi abuela debía estar un poco preocupada, aunque ella sabía dónde estaba ya que nunca iba a otro lugar. En el camino de vuelta a casa no podía creer lo que me encontré en el camino. Había un niño que se encontraba en el suelo y con un charco de sangre a su alrededor. Me acerqué cuidadosamente tratando de identificar si era algún estilo de trampa, toqué con uno de mis dedos su cara, esta se movió levemente, cuando quise tocarlo de nuevo el niño abrió sus hermosos ojos de color gris, parpadeó varias veces antes de enfocar su mirada en mí, el color de sus ojos era hermoso.
—Buscaré ayuda—dije. Con mi pañuelo que tenía atado en mi cabeza tape una herida de su pierna que era una de las más graves, pero esta se empapó de sangre rápidamente, mi pañuelo amarillo dejó de serlo para convertirse en rojo—. Vivo cerca de aquí, llamaré a mi abuela ella sabrá ayudarte.
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Editado: 29.12.2020