El campus universitario de Oakwood estaba en pleno ajetreo durante el receso de la tarde. Emely se dirigió hacia la biblioteca, su lugar de refugio habitual. Aunque la compañía de Darwin la había sorprendido, su deseo de mantener la distancia seguía siendo fuerte. Sin embargo, no pudo evitar sentir cierta anticipación al encontrarse con él nuevamente.
Cuando entró en la biblioteca, vio a Darwin esperando en una de las mesas, hojeando un libro. Al notar su llegada, levantó la vista y sonrió.
—¡Hola, Emely! —dijo Darwin, entusiasmado. —¿Te apetece hacer un pequeño intercambio de libros hoy?
Emely asintió, acercándose a la mesa. Llevaba en la mano una copia de El Silencio del Bosque, que Darwin le había recomendado.
—Aquí está el libro. Lo terminé anoche. —Dijo, colocándolo sobre la mesa.
Darwin lo miró, satisfecho, y le pasó a Emely un libro que él había traído.
—Espero que este también te guste. Es El Retrato de Dorian Gray. Pensé que podría interesarte, dado que mencionaste tu gusto por historias intensas.
Emely tomó el libro, mirándolo con curiosidad. La conversación sobre literatura seguía siendo un tema cómodo para ella.
—Gracias. Lo leeré. —dijo, antes de mirar alrededor de la biblioteca para asegurarse de que no había demasiada gente.
Ambos se sentaron y empezaron a hablar sobre sus lecturas recientes. A medida que la conversación avanzaba, Darwin empezó a notar un cambio en el comportamiento de Emely. Ella estaba más relajada y parecía disfrutar del intercambio.
—Me alegra ver que estás disfrutando de nuestras charlas sobre libros. —dijo Darwin, con una sonrisa. —Es raro encontrar a alguien con quien pueda hablar de literatura tan profundamente.
Emely se encogió de hombros, aunque una ligera sonrisa se asomó en sus labios.
—Supongo que todos necesitamos a alguien con quien compartir nuestras pasiones.
La conversación siguió fluyendo, y Darwin se aventuró a hacer una pregunta que había estado guardando.
—Emely, ¿hay algo que te apasiona aparte de los libros? ¿Algún sueño o meta personal?
Emely se detuvo en seco, sorprendida por la pregunta. Miró a Darwin, evaluando si debía responder o no. Su mirada se desvió hacia el libro en la mesa, como si buscara una respuesta en sus páginas.
—No tengo mucho tiempo para pensar en sueños o metas personales. Mi vida está bastante enfocada en... otras cosas.
Darwin la observó, notando la evasión en su tono. Quería presionar, pero también respetar sus límites.
—Lo entiendo. A veces, nuestros sueños son complicados y difíciles de alcanzar.
El diálogo fue interrumpido por la llegada de un grupo de estudiantes que se sentaron cerca, haciendo ruido. Emely se levantó abruptamente.
—Lo siento, tengo que irme. —dijo, tomando su bolso.
Darwin la miró, preocupado por su repentina salida.
—¿Estás bien? ¿Ocurre algo?
Emely vaciló por un momento antes de responder.
—Sí, solo... tengo algo que hacer. Hablamos después, ¿vale?
Darwin asintió, aunque la preocupación en su rostro era evidente.
—Claro, nos vemos después.
Más tarde, esa misma noche, Emely se encontraba en su apartamento, rodeada de documentos y fotos relacionadas con su misión de venganza. Aunque había intentado mantener la distancia emocional, sus pensamientos seguían regresando a Darwin y su inesperada amabilidad.
Mientras repasaba algunos papeles, su teléfono vibró. Era un mensaje de texto de Darwin.
"Hola, Emely. Espero que estés bien. Solo quería saber si todo está bien. Si necesitas hablar, estoy aquí."
Emely miró el mensaje y se sintió abrumada por una mezcla de emociones. Su instinto era mantener a Darwin alejado de su vida complicada, pero la sinceridad de su preocupación era innegable.
—¿Por qué te importa tanto? —murmuró para sí misma, mientras se debatía entre responder o ignorar el mensaje.
Finalmente, decidió responder.
"Estoy bien. Gracias por tu preocupación. Solo tengo mucho en la cabeza en este momento."
Darwin respondió casi de inmediato.
"Entiendo. Si necesitas algo, no dudes en decírmelo. Estoy aquí para ti."
Emely suspiró, sintiendo una mezcla de gratitud y frustración. La oferta de apoyo de Darwin la tocó, pero también la hizo sentir vulnerable.
A la mañana siguiente, durante una clase, Emely se encontró distraída, pensando en el mensaje de Darwin. No podía evitar preguntarse cómo alguien tan amable podía estar interesado en alguien como ella. Durante el receso, Darwin se le acercó con una expresión preocupada.
—¿Cómo te sientes hoy? —preguntó, sin dejar de mostrar su preocupación.
Emely intentó sonreír, pero no pudo ocultar su incomodidad.
—Estoy bien, solo... un poco cansada.
Darwin la miró con una mezcla de preocupación y simpatía.
—Si necesitas hablar, sabes que estoy aquí. Pero también respeto si no quieres.
Emely lo miró, su corazón latiendo con una mezcla de emociones. La sinceridad de Darwin la desarmaba, y aunque quería mantenerse distante, la conexión que estaban formando la hacía cuestionar sus propios sentimientos.
—Gracias, Darwin. En serio. —dijo finalmente, con un tono de agradecimiento genuino.
Darwin sonrió, aliviado por la respuesta de Emely.
—De nada. Recuerda, no estás sola.
Mientras la conversación terminaba y los estudiantes empezaban a regresar a sus asientos, Emely se dio cuenta de que, a pesar de sus esfuerzos por mantener las distancias, Darwin estaba empezando a ocupar un lugar importante en su vida. Y aunque su instinto era protegerse a sí misma, no podía evitar sentir que quizás había algo de esperanza en permitir que alguien se acercara a ella.