Libro 1. La princesa perdida

Capítulo 2

El recuerdo de la cara sorprendida de Tiara hizo mi día satisfecho.

Pero lo más sorprendete era el epíteto Por la que brilla el sol.

El fuego era sinónimo del reemplazo a la luz solar.

Y en lo más oculto en mi mente sonó una historia hecha jirones de los seres que vivieron en Harlokey. Dando su culto a los dioses que crearon el mundo.

Historias disparatadas.

La mujer nunca se veía de esa manera. Pero hoy fue la excepción hasta que me dejo respirar y media hora antes me dejó salir.

-Recuerdame una cosa-dijo María,-conteniendo el aliento-cada ves que vea tus llamas nunca me quemes con ellas.

Mis llamas ahora estaban apagadas.

-Por supuesto que no, aparte haces unas tartas y… las mejores combinaciones de trajes para salir por el reino, por lo tanto, nunca lo haría.

Porque María, además de ser mi mejor amiga era mi dama.

Su trabajo era vestirme adecuadamente y ser mi compañía en todo momento. Sus padres murieron cuando dieron a luz a su hermana Cristine.

Tenía ocho años en ese entonces.

Antes de que muriera, mi madre y su madre eran mejores amigas.

Aunque al principio no me caía bien, la terminé adoptando como una hermana y amiga más. Hasta que nos volvimos inseparables.

Luego su madre murió y su padre, Hal, estaba tan dolido por la perdida de Jazmine.

E inevitablemente, dejo todo para alcanzar a su madre en la otra vida.

En ese momento María tenía once y Cristine ocho años y prácticamente estaban tan solas que nunca lo pensé dos veces y las adopté.

Ahora María ha estado conmigo desde entonces y Cristine con mi hermana Brenda.

 

Bajamos por las escaleras, y mientras pasábamos el corredor, el olor de pan con ajo era un manjar para mi hambriento cuerpo.

-María, puedes adelantarte a la cocina por pan y agua, por favor mientras voy al Gran templo.

-Claro que si, Nolshen.

Mi nombre era Nolshen. Nunca supe el significado o la razón de llevarlo y mis padres nunca me lo dijeron.

Solo sabía que tenía diecisiete años. Y era princesa de Pieluck.

Dio una reverencia y se fue.

Sin duda alguna, María, era fascinante y asombrosa que irradiaba alegría por todo el palacio además de ser mi amiga.

No.

Mi mejor amiga.

***

Mientras preparaba la comida, escuché unas pisadas afuera de la casa.

Los cazadores nunca se acercaban a la cabaña pero no estaba demás prepararse ante cualquier cosa que pudiera suceder. Así que tome un cuchillo delgado con dientes no muy separados entre cada uno que siempre guardaba debajo de mi almohada.

-Neftalí, mi amor ya llegamos-guardé el cuchillo debajo de mi cama y salí a recibirlas.

Mis ojos azul grisáceos se adaptaron al atardecer que se asomaba en el dosel de la puerta.

-Hola madre y Moni- acercándome para ayudarlas con los insumos de los vestidos y faldones.

El aire impregnaba al interior de la cabaña en un eco desafiante.

-Las ventiscas se propagaron por la mañana- dijo Fannie rodando los ojos- comenzó la lluvia cuando llegamos cerca de la cascada.

Llevé a mi cuarto el material, tras de mi, Mónica entraba a la habitación y me entregaba en silencio una soga con una pequeña daga tipo sai pero con el mango más pequeño-siempre sigilosas en todo momento.

Pregunté como les fue en el día y Fannie comenzó a contar hasta que Mónica dijo que la comida faltaba poco para llegar a su cocción.

Saque tres cuencos de la pequeña alacena y cucharas.

-Wow, ¿de donde salió dinero para esto?-preguntó Fannie sorprendida.

-Eh…-estaba nerviosa pero Mónica contestó rápidamente-yo lo traje ayer pero al ver que te metiste a tu cama decidí no molestarte para que lo metiera rápido en hielo.

En ocasiones dabamos gracias a los dioses de que la nieve ayudaba para tener fresca la carne sin necesidad de recurrir a otros medios.

-Es cierto, me quede dormida-. Gracias mi Nef-dijo acomodando su rebozo al cuerpo.

Mónica seguía revolviendo la comida cuando le dije gracias en silencio.

Le acerqué en silencio los cuencos y encendí una vela para tener una mejor visión de las cosas que estaban en la mesa.

-Ahora son las 5:00 pm- recordé que ella inyectaba a una vecina a medio kilometro al oeste de donde vivíamos- ¿irás con Maxell para la aplicación de su medicina?

-No vayas-dijo Mónica sirviendo la comida en los platos-. Vamos a comer que ahora mismo mis tripas gruñen y mejor mañana temprano antes de ir al trabajo, vamos.

Tras unos minutos en silencio Fannie accedió.

-Por hoy no iré, pero mañana temprano si, porque su mano no anda muy bien.

Sacudí mi cabeza quitando la imagen de mi mente al ver su mano curtida por gangrena.

 

La gangrena que aullaba a flor de piel por los residuos que siempre dejaban al otro lado de donde vivíamos, y algo lejano a nosotras, hacía que se enfermara la gente, afortunadamente en casa nadie se había enfermado.

 

Al primer trago de caldo, había una explosión por llegar a mis papilas gustativas y entrar por mis tripas.



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En el texto hay: sirenas, brujas, faes

Editado: 27.12.2019

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