Libro 1. La princesa perdida

Capítulo 5

-Hola animalitos del bosque les comento que he estado en proyectos universitarios y se me ha dificultado hacer y subir algunos capitulos por lo que les pido paciencia y pronto tendré la portada para este proyecto.

Saludos UuUr

(perdó por las faltas de ortografia)

Estaba en un túnel totalmente oscuro.

El hedor a putrefacto era muy fuerte y sentía que me sofocaba.

-Corre, corre… princesa-dijo una voz muy chillona.

Volteé y no encontré nada.

Lleve mis manos a la cintura para sacar mi katana.

No había nada.

Demonios.

Solo mi dýnami estaba para defenderme pero el hedor me estaba asfixiando y no podía incendiar el lugar.

Desperté sobresaltada por el sudor corriendo por mi espalda.

Nunca había soñado con alguien susurrando mi nombre.

Viendo al otro lado donde dormía profundamente María, me levanté de puntillas y me metí al baño.

Necesitaba quitarme los nervios a flor de piel y el agua me lo podía proporcionar.

Como no sabía preparar mi baño, tomé un frasco con olor a canela y flores silvestres, y abrí a golpes la tapa que estaba muy enroscada.

Rocié el contenido en el agua y metí mi mano para revolverlo.

Me deshice de la poca ropa que tenía y entré en la bañera.

Como el agua la sentía muy fría, llame a mi dýnami desde mi palma para hacer su trabajo con el agua.

Ante el primer contacto con el agua, mi fuego desapareció.

Y solo caricias tibias me abrazaban.

Luego me senté en la bañera y puse mi cabeza hacia atrás en la orilla.

Relaje mi calaverico cuerpo y alcancé la esponja para flotarla por mi cuerpo. Lo pase por mis brazos y mi vientre.

Y me sumergí para mojar mi cabello.

María siempre tenía la costumbre de dejar una vela para aromatizar el lugar y la que tenía enfrente con aroma a cereza, me relajaba.

Por un momento, me quedé viendo la vela.

Su débil llama bailaba sin contención de alguna barrera.

Las llamas cambiaban de rojas a naranjas y azules.

El callado y solitario silencio daba vueltas en mi cara.

Cuando estaba pequeña, acostumbré a mis pulmones a dejar de respirar incluso antes de que llegara mi dýnami, solía entrenarme Tiara con agua.

Yo me ahogaba y lloraba por que me asfixiaba.

A ella no le importaba matarme, pero mi madre, aunque fuera dura y cruel conmigo, no lo permitía.

Pronto, comencé con la intención de experimentar.

A la tercera oportunidad dio resultado.

 

Y aunque mi dýnami siempre me obedecía, en el fondo, el agua y yo no teníamos compatibilidad.

El agua siempre ha sido mi enemiga pero he aprendido a resperarla. Eramos como protagonistas de una pelea donde una debía ceder.

Y la otra, triunfar.

 

Cambié mi vista para se enfocara a la luz del candelabro encima de mi. Su movimiento hacía un vaivén llamándome a instarlo en mi mente.

Paso un momento.

Tenía la confianza a que mis años de practicar con mis pulmones no me ahogaría.

Así que cerré mis ojos y deje de respirar por unos momentos.

A lo lejos, el aroma a coco se había desvanecido.

Y el recuerdo del abrazo de mi hermana Catalina bailaba en mi corazón mientras sonreía.

 

Alcé una mano e invoqué una llama.

Luego, baje poco mi palma hasta conventirla en un puño para entibiar el agua y que se devoraba el agua enjabonada.

Saqué mi cabeza a la orilla y el olor regresó de nuevo

Estaba tan cansada que mi cuerpo no quiso pararse y me dominó esa sensación.

Bien.

Llamé una vez más a mis llamas para ver mi dýnami entre mis dedos.

Rojo sangre cubrió mis dedos embriagando mi vista.

Era muy extraño ver que las personas se doblegaran a mi por el simple hecho de que mi dýnami era poderoso.

Y yo no lo sentía asi.

No era poderosa.

Yo lo veía como algo que no debí haber adquirido.

Pero si pronunciaba esas palabras frente a Veruto, sin duda, el se enojaría.

Cree pequeñas bolas de fuego y las dividí a mi voluntad.

Eran tan diminutas que parecían estrellas bañadas en sangre.

Dejé que volaran.

Moví un dedo y fueron hacía esa dirección.

Mi madre, la Reina Hebe Hukare Herlswiber, a pesar de su menosprecio, insistía en que debía dar lo mejor de mí.

Y lo demostraba en los entrenamientos de Tiara.

Y aunque yo no portaba armas ya que el reglamento protocolario era muy especial: nadie de la realeza podía llevar armas a excepción de los hombres de la familia real y, en ese caso solo mi papá lo podía hacer. Mi madre, hermanas y yo solo teníamos nuestros dýnamis para protegernos y guardias reales como nuestro séquito personal, aparte de nuestras damas de compañía.

Mi madre era audaz y persuasiva, y lo había demostrado en la guerra pasada. Persuadiendo a los reyes con su dynami-azemí-para tener el control y dominio de los reinos conquistados y así quedarse con ellos y sus coronas. Era un arma poderosa que jugaba con muchas mentes mortales y también conmigo.



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En el texto hay: sirenas, brujas, faes

Editado: 27.12.2019

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