Libro 1. La princesa perdida

Capítulo 12

Holo!

Amiguitos del bosque traje con anterioridad un capitulo más debido a que haré unas cosas el fin y no me va a dar tiempo espero y pueda seguir avanzando con más capitulos.

PD. Ayudenme regalando una insignia o como se diga x fi para saber que existen.

Y tambien no copien mi historia es feo que lo hagan.

Dejen las creaciones de autor, chic@s.

Era muy sencillo llevarlos por la dirección incorrecta.

Tan fácil como un gato atrapa a un ratón o cuando hago el trabajo de cazar salmones y llevarlos para limpiarlos de las escamas.

-Niña, ¿dónde estamos?-dijo el Hans. El jefe.

 

-Mi nombre es Neftalí y estamos yendo a la cueva del oso-dije seria-en cuanto pasemos esa pendiente estaremos muy cerca.

Mi cara era como una piedra sin pulir.

Porque no harian daño al oso.

No.

El estaría a salvo.

-Continuemos, debemos pasar la pendiente.

Estabamos cerca de una pendiente que era como el brazo de la laguna.

Por el rabillo del ojo pude ver que estábamos adentrándonos en el bosque y que pronto anochecería.

Baje mi vista y el agua completamente congelada. De lejos se veía todo tranquilo pero al acercarnos me percate que si alguien caminaba encima del hielo, tendría una muerte segura.

Porque el agua fluia debajo de la capa.

La capa era engañosa.

-Esa piel debe estar fresca y preparada para vender-dijo Amir. El que olisqueaba el aire.

-Por supuesto- dijo el jefe.

No dije nada pero un sofocante hormigueo corrió a mis manos. Buscando salir de mis dedos. Mis uñas.

Picazón en mi cabeza. Mi tatuaje.

Lo sentí tan sofocante que tropecé con un tronco.

-Cuidado niña, te lastimaras-dijo y estuve cerca de caer por la pendiente si no fuera por una de sus manos sujeta a mi brazo. Su apretón lo sentí muy penetrante.

-Si, gracias-dije rápidamente.

La picazón se calmo poco a poco.

Bien.

Continuamos en silencio y vi que Amir se acercó a un árbol para dejar una seña.

-Por si nos perdemos-dijo.

Todos asentimos y caminamos en silencio.

No funcionará.

Estaba lejos de casa y del oso.

Ahora tendría que perderlos y…no sabia como.

Ningún cazador se adentraba más de lo permitido al bosque y estos no sabían mi ventaja: el bosque no tenía secretos para mí.

Sabía por donde moverme pero el sol se estaba poniendo y no llegaría a casa si tenía a los cazadores tras mi espalda.

Y para el colmo el frío descendió más. Lo podía sentir en mi nuca y en todo mi cuerpo.

-Oye niña, ¿segura que es este el camino?-dijo el jefe.

-Por supuesto-dije justo cuando llegamos a la madriguera donde había estado semanas el oso. Les di una mirada a cada uno y les hice observar por si mismos.

-Vean por ustedes mismos-dije en su dirección.

Y entraron para inspeccionar el lugar.

Al entrar en el centro de la cueva estaban unas hojas otoñales como parte de su cama y uno que otro tronco seco.

Bien.

-Miren sus huellas-dijo Amir.

-Es cierto, debe estar cerca-. Muy cerca-dije al instante poniendo los ojos en blanco.

Porque en el suelo, unas marcas que con anterioridad había marcado con solo mi puño y uno que otro trazo se había formado unas huellas.

-Debe estar cerca de aquí-comenté un poco exhausta.

Estaba fingiendo.

-Debería estar hibernando pero esta claro que no-dijo el jefe.

-En realidad debemos movernos para encontrarlo-dije con indiferencia. Eso debemos hacer-dije.

Me costaba seguir formando parte de esto. Tenía que regresar a casa.

Mi madre y hermana aguardaban en nuestra casa.

-Pues debemos movernos-dijo el jefe.

-Vamos porque la temperatura esta descendiendo-grite en su dirección.

Tdos asintieron y salimos de la cueva.

-Debemos dividirnos para cazarlo-dijo el jefe.

-Ire por el este-dijo Amir.

-Yo ire por el otro-dijo Moises. El cazador restante. Refiriendose al norte.

-Y yo ire al sur- dije severidad.

Para llegar a casa.

Pero el jefe dijo comenzó a decir-no niña. Yo iré por el sur.

No objete pero necesitaba volver y estaba claro que tenían a intención de llevarse al oso.

-Veré si hay huellas- dije a nadie en particular.

Cada uno se fue por donde habían decidido excepto por mi.

Yo seguí al jefe cazador entre los arbustos.

 

Caminé siguiendo al jefe que ahora se encontraba buscando huellas.

Bien, ojala se pudriera.

El aire comenzó a violentar todo a su paso y la neblina poco a poco tapaba el camino.

 

Mis manos las sentía entumecidas y mis piernas también.

Hacia mucho que había dejado mis pertenencias y solo llevaba mi arco, flechas y carcaj.

Pase la lengua por mis resecos labios y observe detenidamente el suelo que pisaba: los conejos se escondían en sus madrigueras y la temperatura me hacia cascatañear mis dientes.

Estaba impaciente.

Luego escuche la tensión con la que se afloja una flecha de la cuerda.



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En el texto hay: sirenas, brujas, faes

Editado: 27.12.2019

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