Hemos regresado en el tiempo, muchas lunas y soles atrás, en una época conocida como la edad media; costumbres simples y arduo trabajo son las rutinas diarias.
El lugar son tierras lejanas de otro continente, llenas de praderas multicolores y bosques frondosos; en el Norte se halla un mar llamado Loefr, y en el Este se extiende un gran desierto.
A lo largo y ancho de estos parajes que se mantienen verde la mayor parte del año, varios pueblos han prosperado por dos siglos, logrando erguir grandes ciudades de piedra junto con sus reyes y sus castillos. Villas de todos los tamaños, campos de siembra y granjeros se esparcen por todos lados.
Tres monarquías han logrado sobrevivir al ciclo de las cuatro estaciones de cada año, y ahora son los actuales residentes del territorio conquistado, el cual han nombrado como Ítkelor; tales gobiernos son: el reino del Oeste, del Sur y el del Norte. El reino del Este fue el único que desapareció del mapa.
Ese reinado era próspero y vivía en paz. Sus reyes tenían una buena amistad con los gobernantes de los otros reinos; inclusive, los ocho regentes decidieron formar una alianza para proteger a Ítkelor de posibles invasores en tiempos venideros.
Pocos años atrás y de un día para otro, el rey y la reina del Este pasaron a ser tiranos sin razón alguna; subieron los impuestos exageradamente y dieron por terminada la coalición con sus aliados; a tal grado, que prohibieron la entrada de mercancía y gente proveniente de las tierras vecinas a su propio territorio. Esto hizo enojar a los habitantes residentes, quienes trataron de rebelarse contra los monarcas, pero todos ellos fueron sometidos por los soldados del reino. Sin otra opción mejor, la gente del Este empezó un éxodo colectivo hacia los otros feudos, siendo recibidos con los brazos abiertos.
Tres días después, los gobernantes del Norte, Oeste y Sur decidieron hacer algo al respecto. Ellos mismos junto con una parte importante de sus ejércitos, marcharon personalmente en plan de guerra hacia la ciudad capital del Este; mas al llegar a su destino encontraron la urbe totalmente abandonada y una parte destruida o con daños severos, al igual que la residencia real; unas secciones estaban derrumbadas y otras con boquetes en las paredes. Desde ese día, ningún miembro de la monarquía del Este volvió a aparecer.
Los tres reinados restantes se apropiaron de las nuevas tierras disponibles, repartiéndolas en partes iguales. Ninguno reclamó por la ciudad deshabitada y el castillo fantasma, ganándose el título de pueblo maldito. Todas esas construcciones, más ciento cincuenta metros alrededor de tal lugar, es tierra de nadie.
Afortunadamente, el tiempo se está encargando de borrar esos recuerdos incómodos; aunque, los sobrevivientes del Este no se cansan de compartir las tristes anécdotas con la nueva generación; algunas han sido deformadas, convirtiéndose en leyendas.
El lugar en donde habita el protagonista de la siguiente historia es el reino del Norte, también conocido como el reino de Güíldnah.
La capital amurallada principal de Güíldnah es de una forma casi rectangular, ubicada a unos cuantos kilómetros de la costa de Loefr. Un castillo simple con forma de «L» ocupa un extremo de la misma urbe; hay varias torres a lo largo de la muralla, vigilando cualquier peligro. Otra pared de piedra y una barbacana adentro de la ciudad, divide el territorio del castillo, la gran casa de los sirvientes y los establos del rey, separando las tres secciones de todo el resto del pueblo.
La ciudad, llena de edificios de un piso o dos y techos de tejas cafés, cuenta con una gran plaza circular, justo al frente de los portones de madera de la barbacana. En las tardes se llena de gente que se dirige a sus labores, a comprar comida o solamente paseando y disfrutando del aire fresco.
Toda la comunidad y edificios han decidido vivir en medio de un enorme bosque de robles y tejos; más lejos de los límites de la arboleda, en medio de la extensa pradera que cubre la mayoría de Ítkelor, la naturaleza ya había levantado varias colinas y cerros verdes de baja altura.
Como todo reino bien organizado, Güíldnah tiene a sus monarcas; un matrimonio encargado de que todo esté bajo control.
El nombre del rey es Derek; un hombre saludable que le faltan tres años para llegar a la edad de cuarenta otoños. Aparte de su barriga en reciente crecimiento, otros rasgos de este monarca es su cabello lacio y negro, el cual le llega a los hombros, aparte de su barba crecida al estilo completo.
La afortunada mujer que se ha casado con este miembro de la nobleza es Amedea, una mujer dos años menor que Derek e hija de un importante duque del Oeste. La mayoría de las veces, ya sea adentro del castillo o cuando visita a su pueblo, oculta su cabello largo lacio y color castaño debajo de un velo blanco; pocas veces solo adorna su cabellera con su corona dorada.
No todos los sirvientes habitan en sus aposentos correspondientes.
En el castillo, vive un bufón de veinticinco años de edad con una característica especial: es un enano. En total mide un metro exacto, de cabello corto y rizado, junto con un par de ojos color avellana oscuro; una característica distintiva es su nariz tipo rampole, grande y bulbosa. Siempre vaga por todo el castillo, dando saltos altos para alguien de su estatura; pocas veces se le ve caminando. Nadie se pregunta cómo es que puede dar esos brincos especiales; lo hace desde que llegó al castillo, por lo que sus compañeros cocineros, guardias y demás servidumbre creen que es algo natural en él. Su carácter amigable y jovial, son otros rasgos sobresalientes del pequeñín.
Es el bufón preferido del rey; siempre lo hace reír con sus payasadas, acrobacias y por su peculiar situación de estatura; esto no le importa a él, agradándole ver reír al monarca del reino.
No solo el monarca goza de felicidad, también sus dos hijos: la princesa Niamh y el príncipe Evans. Hace apenas un mes cumplieron años; ella diez y él once. Todas las noches, el bufón juega con ellos hasta que se quedan dormidos.
Editado: 12.03.2022