Habían pasado unas horas desde la silenciosa partida de los cazadores. El manoir, roto pero de pie, caía lentamente en una especie de calma. Y fue en ese momento cuando Assdan regresó. No venía solo.
Antes de la batalla, Aidan y él habían descubierto la guarida principal de Aal, un refugio oculto en las entrañas de la ciudad. Tras ejecutar a Robert, el mayordomo se había infiltrado solo, sin hacer ruido, sin testigos. Había masacrado a los últimos sobrevivientes del clan negro, reducido a cenizas el vestigio final de la horda. Había liberado a los esclavos: humanos demacrados, traumatizados, antiguos sirvientes destinados a la lenta sangría. Pero eso no era todo.
En las salas más profundas, en jaulas encantadas o cubas selladas por runas, había encontrado a otros cautivos. Criaturas raras. Preciosas. Seres venidos de otros mundos, arrancados de su hábitat para alimentar los caprichos de un señor vampiro.
Assdan los había traído con él.
Aidan, Marceau y Léoda contemplaban a esos seres como fragmentos de un mundo olvidado. Sus miradas eran de asombro… pero también de horror. ¿Qué clase de monstruo había que ser para capturar a tales criaturas? ¿Qué destino les esperaba en manos de Aal?
—Que se les den habitaciones… y un trato digno —había ordenado Aidan.
No había alegría ni triunfo en su voz. Solo una responsabilidad pesada. Una deuda. El destino de esas criaturas se decidiría más adelante. Por ahora, necesitaban descanso. Silencio. Olvido.
Pero ya una pregunta flotaba, suspendida en el aire. Esos seres eran poderosos. Su sangre, única. Su presencia en un manoir lleno de vampiros era una tentación… una prueba. ¿Podrían los Sano resistirse? ¿Podría durar la calma?
Pasó la noche, luego un día, y otra noche más. El manoir recuperaba el aliento en un silencio frágil, como si toda su estructura esperara saber qué ocurriría con el amanecer.
Y Aidan, por su parte, buscó la soledad.
Se había alejado, caminando lentamente hasta su santuario, una colina aislada, donde tiempo atrás había conocido a Dergon. Donde el aire parecía más puro, más antiguo, más verdadero. El viento aún llevaba, quizá, el susurro del dragón. Se sentó, la mirada perdida en el mar de tinieblas a sus pies, y por fin, respiró.
Pero esa paz no duró.
Sintió una presencia. Sutil. Silenciosa. Subía la colina sin hacer ruido, como un recuerdo que volvía desde lo más profundo del pasado. Y, sin embargo, no emitía ninguna hostilidad.
Aidan no se movió. Solo permaneció alerta, con el corazón latiendo lento.
—Por fin te encuentro, Alfred.
Se quedó helado.
Esa voz.
Imposible.
La había soñado tantas veces, la había esperado con tanta fuerza, que ahora le parecía irreal. Parpadeó, despacio, y la vio. A ella. Ese rostro. Esa mirada.
Inalterada.
Como congelada en el tiempo.
¿Una ilusión, quizás? ¿Un sueño?
—¿Tú… aquí? —susurró, la voz rota por la incredulidad.
Y ella sonrió.
-FIN-
Nota del autor
Queridos lector@s,
Gracias, de todo corazón, por haber acompañado a Aidan, Léoda, Marceau y todos los demás hasta el final de este primer tomo. Este viaje entre tinieblas, secretos y llamas no habría tenido la misma fuerza sin su lectura atenta, sus emociones compartidas y esos silencios tensos entre cada página.
El tomo 2 ya está en proceso de reescritura completa, con aún más intensidad, revelaciones, confrontaciones y decisiones desgarradoras. La continuación los llevará todavía más lejos en la sombra… y en lo que esta oculta. Su publicación está prevista muy pronto.
Si esta historia los marcó, si los transportó, los inquietó, los conmovió o los hizo estremecer, no duden en compartirla, comentarla, hacerla vivir más allá de estas líneas. Su apoyo, sus mensajes, sus palabras, son la verdadera fuerza de este mundo en construcción.
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Nos vemos muy pronto para lo que sigue…
Y recuerden:
en la oscuridad, toda luz atrae a los depredadores.
— Danoas