La vida en el pueblo comenzó a retomar su curso, con las calles llenas de risas y charlas de los vecinos que, tras la reciente victoria, se sintieron más unidos que nunca. Emely y Darwin, aunque cautelosos, se permitieron disfrutar de la normalidad.
Una mañana, mientras la luz del sol se filtraba a través de las ventanas, Emely se despertó con el sonido de Amara balbuceando. Con una sonrisa, se levantó de la cama y se acercó a la cuna, donde su pequeña hija jugaba con sus manitas, riendo al ver a su madre.
Emely: (acariciando su cabello) Buenos días, mi pequeña estrella. ¿Estás lista para un día lleno de aventuras?
Darwin apareció detrás de ella, con una taza de té humeante en las manos, una sonrisa tierna dibujada en su rostro.
Darwin: (con voz suave) Y yo también estoy listo para ser el mejor padre. ¿Qué tal un paseo por el mercado hoy?
Emely: (asintiendo) Me encantaría. Amara necesita conocer el mundo.
Prepararon a Amara, vistiéndola con un suave vestido blanco que resplandecía con la luz del sol. Cuando salieron de casa, el aire fresco y los colores vibrantes del mercado los envolvieron.
A medida que paseaban entre los puestos, Emely observaba a Darwin interactuar con su hija. La forma en que la alzaba en brazos, la hacía reír y le daba pequeños besos en la frente le hacía sentir un amor inmenso. En esos momentos, podía ver cómo el pasado de ambos se desvanecía, reemplazado por la vida que estaban construyendo juntos.
Darwin: (mirando a Amara) ¿Ves esas flores, pequeña? Te traeremos un ramo cada semana.
Emely: (riendo) ¡Eso podría arruinar nuestro presupuesto!
Darwin: (con una sonrisa traviesa) Un ramo para nuestra reina no es un gasto, es una inversión.
La risa de Amara resonó mientras su padre la balanceaba, y Emely sintió que, a pesar de los peligros, esas pequeñas alegrías eran lo que valía la pena.
Sin embargo, mientras regresaban a casa, una sensación de inquietud comenzó a aflorar en el corazón de Emely. No podía evitar recordar la advertencia de Marina. Sabía que la paz era frágil y que las sombras de su pasado podrían acechar en cualquier momento.
Emely: (de repente seria) Darwin, ¿crees que hemos bajado la guardia demasiado?
Darwin: (mirándola con preocupación) Lo he pensado. Pero estamos preparados para cualquier cosa.
Esa noche, mientras Amara dormía plácidamente, Emely y Darwin se sentaron en la sala, las luces tenues iluminando sus rostros cansados. La tensión no se disipaba del todo.
Emely: (rompiendo el silencio) Creo que deberíamos hablar con Marina. Necesitamos saber si hay más información sobre lo que está ocurriendo.
Darwin: (asintiendo) Estoy de acuerdo. No podemos quedarnos de brazos cruzados.