Epílogo

La paz reinaba nuevamente sobre Thenbel.
Bajo cielos apaciguados, las calles habían recobrado su claridad, y los corazones, una apariencia de serenidad. Los cazadores y los miembros del clan de Aidan, unidos a pesar de sus naturalezas distintas, aseguraban ahora la protección de los habitantes. La mansión, antaño bastión de secretos y sangre, se había convertido en un refugio cálido. Allí se oían risas, se compartían comidas, se tejían lazos. Una familia, en el sentido más profundo.

Ya no había secretos.

Aidan finalmente le había revelado a Sylldia aquello que sabía desde hacía tiempo —lo que ella era. La dragona, liberada del peso de la incertidumbre, resplandecía cada día más, como si la aceptación hubiera reavivado algo antiguo, sagrado, dentro de ella. Un fulgor radiante iluminaba ahora cada una de sus jornadas.

Jessica, Jet y Silver, tras una estadía tranquila en la mansión, regresaron a las filas de Versias. Leales, pero profundamente ligados al clan, mantenían el contacto gracias a Dieltha. Sus misiones eran peligrosas, pero ya no estaban solos. Y en sus silencios compartidos, una promesa de reencuentro.

Sabo, por su parte, había seguido a la manada de Sarron. Su poder crecía con cada combate, con cada noche de luna llena. Su carisma había trascendido rivalidades, y pronto se volvió más que un alfa: se volvió rey. Un rey de los licántropos, unificador, guía, protector. A su alrededor, los clanes antes dispersos se unificaban en paz… y se preparaban.

Y sin embargo, en el corazón de aquella calma…

Aidan no hallaba descanso.

Junto a Assdan, permanecía en estado de alerta, mente tensa, instinto aguzado. Porque la guerra con Versias no había terminado —ni siquiera había comenzado.

El joven príncipe vampiro se entrenaba sin tregua. Día tras día, enfrentaba el frío, el dolor, el agotamiento, buscando superar sus límites. Rose y Dieltha lo observaban con incomprensión. ¿Por qué exigirse tanto? ¿Por qué endurecerse cuando todo parecía en paz?

Ellas aún no lo comprendían.

Él sí.

Pero en otro lugar… más allá de la paz, más allá de Thenbel…

*

En algún sitio, en las tierras malditas de Liamdaard, el cielo se oscurecía.

Tormentas rugían sobre montañas malditas. La propia naturaleza parecía estremecerse de miedo. Y en una sala sin ventanas, bañada en sombra y malevolencia, una mujer lloraba. Sus lágrimas, rojas como la rabia, corrían lentamente por su rostro pálido.

Una bruja.

El sufrimiento le retorcía las entrañas. Un dolor puro. Inhumano. Insoportable.

La llamaban la artesana del caos. Y había perdido a la única que amaba más que a nada: Ima.

La sala temblaba. Los espejos estallaban en fragmentos afilados. Las paredes vibraban bajo el peso de su aura asesina. El aire era denso. Saturado de rencor y odio.

Pero no gritaba.
Ya no.
No más gritos.

Con un gesto lento, casi tierno, se limpió las lágrimas de sangre que ensuciaban sus mejillas.

El luto había terminado.
La hora había llegado.
No para llorar.
Sino para destruir.

Ya no era una hermana en duelo.
Era una tormenta.

—Me arrebataron mi luz —susurró en la oscuridad—. Aún no conocen el verdadero dolor. Pero lo aprenderán. Todos.

Sus ojos se abrieron. Dos fuegos de un rojo incandescente. Y en su reflejo… ya se dibujaba el final.

El caos ascendía.
La muerte se preparaba.
La próxima guerra sería total.
Y esta vez, no dejaría nada detrás.

– FIN –

Nota de la autor

Queridos lectores,

Gracias, de todo corazón, por haber acompañado a Aidan, Sylldia, Sabo, Marceau y a tantos otros hasta el final de este segundo tomo. Este viaje entre sombras, traiciones y resistencia fue escrito con alma y fuego, pero es su mirada, su silencio atento y sus mensajes los que le han dado su verdadera fuerza.

Este tomo marca un punto de inflexión.
Los rostros se revelaron. Las alianzas se fracturaron. Las primeras llamas de la guerra se encendieron.
Y sin embargo… esto no ha hecho más que comenzar.

Ya estoy trabajando en el siguiente tomo, que los llevará aún más lejos en la oscuridad.
Se avecinan decisiones imposibles, y verdades enterradas desde hace demasiado tiempo saldrán a la luz —crudas, inevitables.
Lo que viene será más intenso, más peligroso, más devastador.

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Nos reencontramos muy pronto…

Y recuerden: en la oscuridad, no es la luz la que salva. Es lo que decidimos hacer con ella.

— Danoas