La semana había pasado volando, y cada día traía consigo una nueva capa de emociones. Amara no podía evitar sonreír al recordar los momentos compartidos con Leo. Había una chispa entre ellos que no podía ignorar, y aunque sentía que la conexión crecía, también sabía que los secretos del pasado podrían salir a la luz en cualquier momento.
Era viernes y la escuela organizaba una noche de películas. Todos estaban entusiasmados por la oportunidad de relajarse y disfrutar de una buena película en compañía. Amara se preparó con entusiasmo, pero al mismo tiempo, una oleada de nerviosismo la invadió. La idea de estar rodeada de sus compañeros, sentada al lado de Leo en un espacio reducido, la llenaba de anticipación y temor.
Mientras se preparaba, su madre, Emely, la llamó a la cocina.
—Amara, ven un momento —dijo Emely, su voz llena de cariño. Amara se acercó, notando que su madre parecía preocupada.
—¿Todo bien? —preguntó Amara, tratando de leer la expresión de su madre.
—Sí, solo... quiero recordarte que siempre puedes contar conmigo, sin importar lo que pase —respondió Emely, con una mirada que decía más de lo que las palabras podían expresar. Amara sintió que su corazón se apretaba. Sabía que su madre había enfrentado su propia oscuridad, pero no quería preocuparla con sus miedos.
—Lo sé, mamá. Gracias —respondió, tratando de ocultar sus inquietudes.
Después de la charla, Amara se sintió un poco más ligera. La noche de películas comenzó, y la sala estaba llena de risas y charlas emocionadas. Al entrar, buscó a Leo entre la multitud. Cuando lo vio, su corazón dio un salto. Él le sonrió, y todo lo demás se desvaneció.
Se sentaron juntos en el suelo, y a medida que la película comenzaba, Amara intentó relajarse. Sin embargo, su mente no dejaba de dar vueltas a los secretos que había guardado. A medida que las escenas avanzaban, el corazón de Amara latía con fuerza. Las risas y los gritos de sus compañeros resonaban en sus oídos, pero ella solo podía concentrarse en Leo, quien parecía disfrutar cada momento.
Durante una pausa en la película, Leo se volvió hacia ella.
—¿Te gustaría ver algo más? —preguntó, sus ojos brillando con emoción.
—Claro, lo que tú quieras —respondió Amara, aunque su mente seguía atrapada en sus propios pensamientos.
Pero la alegría del momento se vio interrumpida cuando un grupo de compañeros comenzó a hablar sobre la vida personal de todos. Las preguntas se volvieron más intensas, y pronto, las miradas se centraron en Amara.
—¿Y tú, Amara? ¿Tienes algún secreto de amor? —preguntó una amiga, riéndose.
El corazón de Amara se detuvo. Los ojos de todos estaban sobre ella, y el temor se apoderó de su pecho. ¿Qué diría? ¿Debería hablar de Leo y arriesgarse a que su pasado saliera a la luz?
Leo, dándose cuenta de su incomodidad, tomó su mano en un gesto de apoyo. La calidez de su agarre la reconfortó, pero la presión de las miradas la hizo sentir aún más atrapada.
—Solo... estoy tratando de descubrir algunas cosas —respondió, sintiendo que las palabras eran inadecuadas.
En ese instante, recordó lo que había aprendido de su madre. Era el momento de ser valiente. Ella había enfrentado sus propios miedos y había salido más fuerte. Era hora de hacer lo mismo.
—En realidad, tengo a alguien especial en mi vida —dijo, sintiendo una oleada de determinación. Las miradas se intensificaron, y los murmullos crecieron.
—¿En serio? ¡Cuéntanos más! —exclamó un chico del grupo.
Amara miró a Leo, y su mirada de aliento la animó a continuar.
—Su nombre es Leo. Es un gran amigo y... bueno, está empezando a significar mucho más para mí —admitió, su voz llena de sinceridad.
Un murmullo de emoción recorrió la sala, pero en el fondo de su corazón, Amara sabía que había dado un paso hacia la vulnerabilidad. La risa y las preguntas continuaron, pero esta vez, se sintió más segura. Había compartido algo real y profundo sobre ella misma.
La película continuó, y mientras los créditos finales aparecían, Amara sintió que la atmósfera a su alrededor había cambiado. La luz de la pantalla se reflejaba en los ojos de Leo, y en ese momento, supo que había hecho lo correcto.
—Estoy orgulloso de ti —le susurró Leo, acercándose un poco más. Su voz era cálida, y la conexión entre ellos se profundizó aún más.
—Gracias. No fue fácil, pero siento que me he liberado un poco —respondió Amara, sintiendo que la sombra que la había estado persiguiendo comenzaba a desvanecerse.
Esa noche, mientras se despedían, Leo la tomó de la mano.
—Te prometo que siempre estaré aquí, sin importar lo que pase —dijo, mirándola a los ojos.
Amara sintió que su corazón latía con fuerza. Había encontrado en Leo una luz que la guiaba, y aunque el pasado seguía acechando, estaba dispuesta a enfrentarlo con él a su lado. Juntos, estaban listos para enfrentar cualquier sombra que se interpusiera en su camino.