La mañana siguiente amaneció con una calma engañosa. Emely, Amara y Leo se sentaron en la sala, revisando las cartas que habían encontrado. Aunque las palabras revelaban verdades dolorosas, también contenían pistas sobre algo más: una advertencia clara de que el pasado estaba más cerca de lo que creían.
—"Nunca confíes en quienes te ofrecen la salida más fácil" —leyó Emely en voz baja, pasando los dedos sobre las líneas de una de las cartas. Sus ojos se nublaron por un momento antes de que cerrara la carta con fuerza.
Amara notó la reacción de su madre y se inclinó hacia ella.
—Mamá, ¿qué significa eso? —preguntó con seriedad.
—Significa que tu padre enfrentó decisiones difíciles. Las mismas personas que lo atraparon en ese mundo oscuro intentaron convencerlo de volver, incluso después de que decidió dejarlo todo por nosotros —respondió Emely, su voz llena de emoción contenida.
Antes de que pudieran continuar la conversación, el sonido de un golpe en la puerta interrumpió el momento. Emely se levantó rápidamente, sus sentidos alerta. Al abrir la puerta, se encontró con un hombre que no veía desde hacía años: Javier.
—¿Javier? ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, sorprendida y desconfiada.
—Necesitamos hablar, Emely. No aquí. Es sobre Darwin... y ellos —dijo Javier, lanzando una mirada hacia Amara y Leo.
La tensión llenó el ambiente. Emely asintió con rigidez y salió al porche con Javier, dejando a los niños dentro.
—¿Quién es él? —preguntó Leo, mirando a su hermana con curiosidad y preocupación.
—No lo sé, pero parece que trae problemas —respondió Amara, acercándose a la ventana para intentar escuchar.
En el porche, Javier hablaba en voz baja, pero su tono era urgente.
—He estado investigando, y todo indica que los hombres que solían trabajar con Darwin están buscando venganza. No les importa que él haya cambiado de vida. Creen que sabe algo que les pertenece, y no van a detenerse hasta obtenerlo —dijo Javier, cruzando los brazos.
Emely sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—¿Qué es lo que quieren? Darwin nunca mencionó nada sobre esto —respondió, manteniendo la calma, aunque su corazón latía con fuerza.
—Dinero, información... no lo sé exactamente. Pero lo que sea, creen que tú y tus hijos podrían ser la clave para alcanzarlo —explicó Javier, su mirada grave.
Dentro de la casa, Amara y Leo no pudieron resistir más. Abrieron la puerta y salieron al porche, enfrentando a Javier.
—Si esto tiene que ver con nuestra familia, queremos saberlo —dijo Amara, con valentía.
Javier los miró, impresionado por su determinación, pero también consciente de que no había tiempo para dudar.
—Está bien. Ustedes necesitan saber esto: el pasado de su padre no solo lo persigue a él. Si no actuamos rápido, esas sombras podrían alcanzarlos a ustedes también —advirtió.
Amara sintió un fuego arder dentro de ella.
—Entonces, díganos cómo detenerlas. No vamos a quedarnos de brazos cruzados mientras nos amenazan —dijo, con una resolución que recordó a Emely su propia juventud.
Javier asintió lentamente, admirando su espíritu.
—Primero, necesitamos saber más sobre lo que ellos creen que Darwin tiene. Segundo, deben mantenerse alerta. Esto no es un juego —advirtió, su tono severo.
Esa noche, la familia se reunió para planear su siguiente movimiento. Mientras Amara y Leo se sumergían en las cartas y registros del pasado, Emely no pudo evitar sentirse culpable por los peligros que enfrentaban sus hijos.
Sin embargo, al mirarlos trabajar juntos, vio algo que le dio esperanza: una fuerza inquebrantable, una unión que las sombras del pasado no podrían romper fácilmente.
El pasado estaba comenzando a tomar forma frente a ellos, pero la familia estaba decidida a enfrentarlo, juntos.