La noche era tranquila, pero el corazón de Emely estaba inquieto. Después de la revelación de Amara y Leo sobre lo que habían encontrado en la cabaña, la familia decidió que no podía seguir ignorando las advertencias del pasado. Era hora de enfrentar las verdades, sin importar cuán dolorosas o peligrosas fueran.
En la sala, Emely desplegó las fotografías, cartas y documentos sobre la mesa. Cada pieza parecía contar una historia fragmentada, pero las juntas formaban un cuadro aterrador del pasado de Darwin.
—Estos hombres con los que tu padre se involucró no eran personas comunes —dijo Emely, mientras señalaba una fotografía en la que Darwin aparecía al lado de un hombre corpulento con una cicatriz en el rostro—. Él nunca quiso hablar mucho sobre ellos, pero sé que formaban parte de algo grande, algo oscuro.
—¿Por qué nunca nos dijo nada? —preguntó Amara, frustrada.
—Porque quería protegerlos —respondió Emely, con un suspiro—. Sabía que cuanto menos supieran, más seguros estarían.
Leo, que había estado en silencio, tomó una de las cartas.
—Aquí dice algo sobre una deuda. Parece que papá hizo un trato para salir de ese mundo, pero no se libró por completo —dijo, leyendo las palabras escritas con tinta desgastada.
Emely ascendió, su expresión sombría.
—Es verdad. Él siempre dijo que su libertad tuvo un precio, y que algún día podría venir a cobrárselo. Creo que ese día está llegando.
Un silencio pesado llenó la habitación. Aunque todos sabían que el pasado de Darwin era complicado, enfrentarlo directamente hacía que el peligro se sintiera más real.
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Amara, con los ojos llenos de preocupación.
—Primero, debemos descubrir quiénes son exactamente estas personas y qué quieren —dijo Emely, su voz firme—. Y segundo, tenemos que estar preparados para lo que venga. No vamos a dejar que nos quiten lo que hemos construido.
Javier, que había estado observando desde un rincón, intervino.
—Podría investigar más sobre estos nombres y lugares. Tengo algunos contactos que podrían ayudarnos —ofreció, con un tono decidido.
Emely lo miró con gratitud.
—Gracias, Javier. Necesitamos toda la ayuda posible.
Mientras la noche avanzaba, la familia trabajaba junta para descifrar los documentos. Amara y Leo se sumergieron en las cartas, buscando cualquier pista que pudiera darles ventaja. Emely, por su parte, repasaba cada recuerdo, intentando conectar los puntos entre el pasado de Darwin y las amenazas actuales.
De repente, Amara encontró una carta diferente a las demás. Era más reciente, escrita con una letra apurada y marcada con manchas de café.
—Miren esto —dijo, mostrando la carta a su madre.
Emely la tomó y comenzó a leer en voz alta:
"No importa cuántas huyas, siempre te encontraremos. El pasado no puede ser enterrado, y las deudas deben ser pagadas. Esta es tu última advertencia."
El aire se volvió helado. Amara y Leo intercambiaron miradas preocupadas, mientras Emely apretaba la carta en sus manos.
—No podemos esperar más. Tenemos que tomar acción ahora —dijo Emely, su voz firme y llena de determinación.
Javier está de acuerdo.
—Emely tiene razón. Si quieren jugar con amenazas, les mostraremos que no somos presa fácil.
Aunque el miedo estaba presente, una chispa de esperanza y valentía comenzó a arder en cada uno de ellos. Sabían que enfrentar las sombras del pasado no sería fácil, pero juntos, eran más fuertes.
Esa noche, mientras el resto del mundo dormía, Emely y su familia comenzaron a planear su siguiente movimiento. Las sombras del pasado habían llegado a su puerta, pero no iban a dejar que las consumieran.