Libro 3: Una guerra debe prevenirse

Capítulo 3 “Así inicia la pesadilla en Ítkelor”

Universo: La zona oscura uno punto cinco.

Planeta: Desconocido.

Lugar: Desconocido.

 

Élmer Homero está esperando afuera del edificio que forma parte de su celda, parado en las finas arenas cafés que se expanden en todo este planeta casi solitario. Han pasado años y meses desde que fue liberado por Ókinam y su asesora real. Esta zona oscura o zona de confinamiento, no puede contener la fuerza de dos entes demoníacos tan fuertes; por esa razón se ha vuelto más inestable de lo normal, por lo que Élmer y Ókinam pueden entrar y salir de esta celda especial a su antojo. El forajido enmascarado ha estudiado la enciclopedia durante cuatro años y varios meses, tiempo local, ya que el tiempo en otros universos ha variado demasiado. Se lo ha prestado en varias ocasiones a dos integrantes de la hermandad, quienes están en medio de una importante misión de reconocimiento y otras tareas especiales.

—Muy bien Cóvniem, intentémoslo otra vez —dice Élmer Homero en voz alta, cerrando la enciclopedia que tiene en sus manos.

—Como usted diga, señor —dice el libro, el cual se eleva por sí solo en el aire.

Al segundo siguiente el forajido dirige sus manos al frente, de las cuales emana una especie de energía negra; por su parte, de la enciclopedia Cóvniem empiezan a formarse relámpagos violetas, dirigiéndose al mismo punto. Un portal se abre poco a poco, al tanto que Élmer Homero se esfuerza demasiado para generar una cantidad exorbitante de poder. Inesperadamente el portal se cierra, generando una explosión de energía que arroja al prisionero lejos, junto con el libro de las dimensiones.

—¡Aarrgghh! ¡Diantres del infierno! —exclama Élmer Homero muy enojado y mientras se pone de pie, un tanto adolorido.

—Lo siento señor. La deidad única y suprema sigue impidiendo el paso al planeta Tierra en la Vía Láctea —dice la enciclopedia, flotando cerca del hombre.

—Algún día, algún día —dice el enmascarado entre dientes.

Instantes después otro portal se abre, apareciendo Aleryd y Aris; el portal se mantiene abierto todo el tiempo.

—¿Ya acabaste el asunto importante que tenías que revisar, mascota? —inquiere Aleryd seriamente, acercándose con el enmascarado.

—No, todavía no. Sus dos hermanas no han regresado; necesitamos una última pieza para la gran invasión —responde Élmer Homero un poco molesto, sin siquiera voltear con las visitas.   

—Espero ahora sí tengas un buen plan; la presencia de los nuevos soldados en Ítkelor ya se ha descubierto. Esa muchacha ya es demasiado poderosa. La reina se enojará bastante si te equivocas otra vez; ya van dos ejércitos que derrotan en ese territorio medieval —comenta la cilnlumoit presente.

—Tranquila Aris. Solo porque seas la nueva segunda asesora de la reina Ókinam, eso no significa que tengas que preocuparte tanto —dice el forajido con tranquilidad, volteando a verla—. Ya tenemos identificadas a las amenazas… mejor dicho amenaza. Kéilan es la más poderosa, y por eso me encargaré de ella personalmente. Los soldados pueden eliminar fácilmente al resto. ¿Ya han reunido a la cantidad que solicité? Han pasado semanas desde que «pedí» ese favor.

—¿Semanas? ¡En Rómgednar apenas han transcurrido solamente dos días desde que desapareciste! —grita Aleryd, molesta.

—¿En serio? —inquiere el enmascarado disimulando sorpresa—. Discúlpame; en este universo es muy difícil seguir el ritmo del universo Rómgednar —dice el hombre, soltando unas ligeras risas.

—No fue fácil pero sí; ya está reunido el gran ejército que querías —dice Aris, diciendo al final—; aunque debes darte prisa si quieres invadir ese territorio. No es fácil ocultar esa cantidad de qumksos y cilnlumoíts. 

—No deberían de preocuparse tanto. Kijuxe, Madogis e Ÿékactec están tan asustados, que ni siquiera se atreven a levantar un dedo; pero sí tienes razón en apresurarnos. Más cuando esas dos dejaron escapar recientemente a los dos príncipes y a las dos princesas; ya los tenían atrapados en el castillo abandonado del Este, y se ponen a discutir las tontas —dice Élmer Homero seriamente.  

Interrumpiendo el momento, la enciclopedia Cóvniem habla en voz alta.

—Señor Élmer, las otras dos exploradoras se están tratando de comunicar con usted. Dicen que ya tienen en su poder la pieza faltante.

—Muy bien. Abre el portal para que entren —ordena el forajido, volteando al frente.

Un nuevo portal se abre, lográndose ver la panorámica de otro desierto en la nueva grieta dimensional, aunque ya es la media noche en ese lugar; esperando pacientemente desde Erláit, están un anciano y un joven de veinte años de pelo rubio oscuro. Ambos hombres ya estaban por atravesar el portal, pero el forajido los detiene.

—Esperen, esperen unos momentos —dice el hombre muy feliz—. Ya no las podré ver con esa imagen. Sabes Réum, no te vez nada mal; si lo piensas bien, con la cabeza calva ya no tendrás problemas en mostrar tus canas, ¡ya ni siquiera tienes pelo que mostrar! —exclama Élmer Homero, soltando unas risas burlonas al final.

Callados, los dos hombres muestran una cara molesta; al segundo siguiente, los dos atraviesan el portal y llegan a la zona oscura uno punto cinco, cerrándose el portal después. Al llegar a su destino, Slee y Sophi recuperan sus apariencias de mujeres.




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