Libro 3: Una guerra debe prevenirse

Capítulo 9 “El protector es descubierto”

Universo: Rómgednar.

Planeta: Pérsua Ifpabe.

Lugar: Gran castillo de bésnum negro; reino perverso de la reina Ókinam.

 

La reina Ókinam no ha perdido el tiempo a lo largo de estos meses que ha estado invadiendo el universo Rómgednar. Ha logrado levantar un gran hogar único para ella, junto con sus dos asesoras reales, dos generales y capitana más importantes; también ayudaron sus súbditos, que aumentan en número cada día.

El gran palacio ostentoso ha sido construido con bésnum negro; un mineral muy similar a la obsidiana terrestre, pero más resistente. Hay salones con suelo o adornos de vetqui rojizo, que es una piedra parecida al mármol terrestre, igualmente más fuerte. Varios muebles extravagantes y riquezas llenan cada rincón; botines que sus soldados han logrado reunir del planeta local y del planeta Monsílut; solo hay un par de objetos procedentes del planeta Sepnaru.

Por el momento la reina se encuentra revisando el cuerpo robótico de la general Rebeca, actualizando su base de datos, además de agregarle unas cuantas mejorías. La monarca Ókinam tiene los conocimientos más avanzados de la tecnología monsiluita; de hecho, poco después de liberar a Élmer Homero y sus criadas, fue ella la que le implantó recuerdos de una vida pasada a la itqa-lirt Rebeca, asegurándose de llenarla de remembranzas oscuras y malignas.

La itqa-lirt está acostada, desnuda sobre una mesa de vetqui rojizo, aparentemente dormida, en medio de un salón pequeño sin muchas decoraciones; solo hay unas cuantas sillas, para que el resto de la hermandad pueda sentarse. La reina Ókinam revisa los circuitos y noudsips de la espalda del androide; ha quitado una gran placa que forma parte de la piel falsa. No usa instrumentos de ningún tipo; usa sus poderes sobrenaturales, los cuales tienen apariencia de humo de color morado oscuro.

—Me gusta mucho esta nueva vida; y es mucho mejor sin ese forajido negro bueno para nada… aunque, ahora que los papeles se han invertido, nosotras podríamos divertirnos con su cuerpo… si es que regresa —comenta Sophi con una sonrisa maliciosa, sentada en una de las sillas acolchadas, cerca de la mesa y la reina.

—Tal vez, pero deberíamos de preocuparnos más por conquistar a los tres planetas de una vez —dice Slee, sentada al frente de su hija menor; luego se dirige con su majestad—. ¿Qué estamos esperando, Ókinam? Solo tenemos que levantar una mano y todo sería nuestro.

—Paciencia Réum, paciencia —dice la monarca, sin distraerse de sus labores—. No es conveniente hacerlo todo apresuradamente; tienes que aprender a divertirte. Si tomamos los tres planetas principales de Rómgednar, ¿dónde conseguiremos más esclavos o «juguetes» vivientes? Conquistar otros universos es muy arriesgado; incluso si es un universo de categoría menor que este. Élmer fue un idiota al invadir un universo de categoría dos; pronto va a regresar.        

—Pero eres muy poderosa, ¿quién nos puede detener? —inquiere Sophi.

—¿Ya te olvidaste de la deidad única? La que te encerró junto con ese Lozkar, después de su guerra que fracasó —indaga Ókinam, deteniendo sus trabajos y alzando la vista hacia la pequeña qumkso.

Sophi no dice nada, desviando su mirada al suelo; Ókinam retorna su atención con Rebeca.

—No solo es ella; hay otros dioses que pueden intervenir, aunque no pueden hacerlo sin el consentimiento de la deidad única. No me refiero a los despistados de Azathot y Hastur, sino a los regentes de otros universos.

Al mismo tiempo que acaba de hablar, termina con los trabajos de mantenimiento de la itqa-lirt; vuelve a colocarle la placa de piel falsa en su espalda. Pocos momentos después, llegan las dos asesoras reales.

—Su majestad, acabo de detectar una presencia… singular en el planeta. Un ser de otro universo —dice Aleryd, luego de una reverencia.

—¿Será el protector que tanto esperaban los tres dioses? —pregunta Ókinam seriamente.

—¡¿Él?! ¡¿Ese desgraciado que me rechazó?! —exclama Sophi muy furiosa, parándose en un segundo.

—Parece que sí. Es poderoso, pero ese poder está dormido en su interior; ahora es un mortal común y corriente —informa Aleryd.

—¡Perfecto! Hay que encontrarlo para asesinarlo de una vez —dice Sophi, todavía molesta.

—No es una mala idea —dice Aris, la segunda asesora, dirigiéndose con la reina.

Ókinam se queda callada, volteando con su otra asesora.

—Es mejor esperar. Sí lo mata ahora, se perderá de una oportunidad excelente de entrenar… o largos tiempos de entretenimiento. Usted es más poderosa que él —asegura Aleryd con una sonrisa.

—Uhmmnn. Sabes… si es tan débil en estos momentos, no merece la pena morir en mis manos. Enviaré a uno de los súbditos para que haga el trabajo sucio; no creo que ese tal protector me sirva para entrenar, y mucho menos para entretenerme —dice Ókinam seriamente.

—Déjeme ir, majestad. Yo lo haré con mucho gusto —le suplica Sophi a la reina, hincándose frente a ella.

—¿Tú? ¡Ja! A según las historias que me contaron tu madre y hermana, tuviste la oportunidad de asesinarlo hace tres años; fracasaste y fuiste vencida por él —recapitula Ókinam viéndola a la cara, ordenando al final—. No iras a ningún lado, niña. Te quedas aquí.




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