Libro 3: Una guerra debe prevenirse

Capítulo 10 “El salón de las almas”

En un segundo Réum y Slee llegan a una pradera café alejada del castillo, parte de varios territorios que han conquistado; en las cercanías, hay una ciudad destrozada y en ruinas. Antes una ciudad gloriosa de ótbermins, ahora un puesto de vigilancia y lugar de descanso para el ejército de Ókinam, antiguos sirvientes de los dioses locales.

—¿Aquí? —pregunta la matriarca, confundida.

—Sí, por estos lugares aparecerá —dice la reina Ókinam, volteando a todos lados.

Segundos después, un portal ovalado blanco se abre metros lejos, junto a la ciudad; Élmer Homero sale proyectado del portal, golpeando duramente el suelo una vez, para luego estrellarse contra varias casas abandonadas. Al instante siguiente, el portal desaparece. Rápidamente Ókinam y Réum se acercan, observando al forajido enmascarado emerger debajo de escombros de piedra, adobe y vigas de madera. Todo su cuerpo está magullado.

—¿Tan rápido regresaste? Por lo visto te fue muy bien con la invasión, ¿no es así? —inquiere Ókinam, mostrando una amplia sonrisa.

—¡Aaahh! El hijo de ese dios tuvo la osadía de enfrentarme. ¡Ouch! ¡Justo cuando planeaba aniquilar al reino de Klíftern! —maldice Élmer Homero, quejándose de los golpes que acaba de sufrir; pero, al segundo siguiente se tranquiliza… y parece que se recupera de sus heridas—. Bueno, por lo menos me divertí por varios días, antes de borrar a todo Ítkelor del mapa; incluyendo ese bosquecillo encantado y el reino marino. Trabajo que tú nunca pudiste cumplir, hechicero Sly —dice el forajido muy sonriente mirando a la matriarca, restregándole su logro en plena cara. Por su parte, ella solo muestra un rostro molesto silencioso; no puede ver esa sonrisa por culpa de la máscara, pero sabe que está ahí.

—Aunque sea, todavía tenemos la enciclopedia Cóvniem —dice Ókinam.

—No. Ya no la tenemos; fue a buscar a un nuevo dueño —dice Élmer Homero, estirando su cuerpo.

—¡¿Queeé?! ¡¿Te atreviste a perder el libro especial?! —grita Ókinam, enojada.

—Era su destino… y hablando de eso, es hora de asegurar el nuestro. Con su permiso estimada reina.

Dicho esto, el cuerpo de Élmer Homero sufre una transformación terrorífica. Su piel se deshace rápidamente, quedando solo los huesos de la cintura para arriba; huesos completamente de color negro. Una humareda constante color café siena emana de esos huesos, haciéndolos flotar en el aire. Las cuencas vacías de los ojos mantienen el color rojizo brillante y dorado; increíblemente, su cabello negro algo largo con su pequeña cola de caballo permanece en su cráneo. Los huesos están únicamente cubiertos por el poncho del forajido; el sombrero y el resto de las ropas se han esfumado.

Ókinam y Slee se quedan asombradas y algo aterradas por este cambio de imagen en Lozkar.

—Me veo mejor, ¿no creen? —dice el cráneo de Élmer Homero, empezando con una risa malvada; luego, con su brazo y mano huesuda señala a un lado, abriendo un portal a un lugar muy especial. El medio cuerpo flotante del demonio se va, atravesando esa grieta dimensional; el portal se cierra, pero la risa malvada tarda en apagarse.

Sin saber nada acerca de los planes del forajido, reina y matriarca regresan a su castillo.

 

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Universo: Rómgednar.

Planeta: Nusueri.

Lugar: Palacio de Kijuxe y los Voucs.

 

Muchos segundos antes, adentro del palacio principal ubicado en el planeta Nusueri, un portal se abre, apareciendo el éphimit Sott en un parpadeo. Tarda un poco en recobrar el sentido y poder pararse, apreciando primeramente a uno de los dioses regentes de Rómgednar.

—¡Señor Húnem! —exclama Sott, alegre y sorprendido.

—Bienvenido a Siopu Dimítvoem; tu casa, sott —responde el dios bondadoso en su forma humanoide dorada.

Al voltear a un lado, descubre a su viejo amigo Γυδςεδ, dándole un abrazo de felicidad; desafortunadamente, a Sott le llega una preocupación importante.

—¡Mi hija, Miriam! ¡¿Estará bien?! ¡¿Dónde aparecerá?! —le pregunta él a su dios, muy angustiado.

—No lo sé. Jehová tiene que comunicarse para…

En medio de la explicación, una voz alarmada se escucha en todo el palacio y la mente de la deidad.

—¡Kijuxe! ¡Kijuxe! ¡Ven rápido! ¡Rápido! ¡Apresúrate!

Sin tiempo para pensar, Húnem rastrea la voz encontrándola en poco tiempo; el dios dorado abre un portal y se dirige a un lugar especial. Sott y Γυδςεδ se quedan perplejos, observando el portal cerrarse.

 

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Universo: Límites de la vía láctea.

Planeta: Ninguno.

Lugar: Gran biblioteca del espacio-tiempo.

 

Un portal se abre en un cuarto de la gran biblioteca. Hay un mar interminable de esferas multicolores y diminutas, en un salón que tiene un piso lleno de losetas cuadradas blancas y negras, pero no tiene paredes ni techo. Es un cuarto infinito. Apenas da un vistazo alrededor, Kijuxe sabe en dónde está, por lo que su nerviosismo aumenta grandemente; al voltear por segunda vez, se encuentra con el dios Madogis. Ambos dioses ahora miden cientos de metros de alto.




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