Libro 3: Una guerra debe prevenirse

Capítulo 13 “El coliseo”

Planeta: Pérsua Ifpabe.

Lugar: Cercanías del delta de Rinlú, desierto Whol-bôelf.

 

—Aquí sí que hace calor —dice Ricardo al mismo tiempo que se quita su chamarra de mezclilla con piel de borrego, quedándose con su camiseta de mangas cortas.

Él, su grupo y la mayoría del campamento numsegohg de Loyd-Bect acaban de atravesar el portal, llegando en medio de un desierto, rodeados de dunas y parados en medio de una llanura de arenas finas. Apenas empezó la tarde, sumando de que es un día despejado; mala combinación para estar en medio de estos parajes. No parece preocuparles a los reyes y al resto de su comunidad, puesto que ellos se elevan a centímetros del suelo, evitando pisar la arena caliente; algunos hacen aparecer sus alas especiales. Se adelantan un tanto, esperando a que los emisarios los alcancen.

David y los otros tratan de caminar aprisa, pero se cansan rápidamente. Francisco se empieza a preocupar por su hija, pero también por Nila; debido a su naturaleza semi acuática, necesita mantenerse más hidratada a comparación de sus compañeros. En realidad ese es un problema general, debido a que Friedrich ha traído poca agua; nunca pasó por su mente que el grupo atravesaría un desierto muy caluroso, aparte de los dos integrantes que se unieron a última hora. Los consejeros pueden volar y hacer el favor de cargarlos, pero eso no cambiará mucho la situación.

Solo avanzan por pocos minutos, antes de que el grupo se detenga para racionar la poca agua que tienen. Los Numsegóhgs se percatan que los emisarios se han quedado atrás, por lo que deciden esperarlos; sus cuerpos pueden soportar las altas temperaturas de este ecosistema.

—Puedo hacer aparecer agua —comenta en voz alta el pequeño Enmaru.

—¿En serio? —inquiere Ricardo, un tanto sorprendido.

—Claro, mira.

Con varios ademanes de sus brazos y manos, el niño lidjoib hace emanar energía yaerp; luces brillantes danzantes cubren sus brazos completos, hasta que esa luz inofensiva se acumula al frente suyo, formando una nube luminosa. Esa nube baja hasta el suelo, desapareciendo al cabo de varios momentos, dejando en su lugar otros objetos. Ante la mirada asombrada de los pocos espectadores, de la nada ha surgido una cubeta de madera llena hasta el tope con agua, junto con varios vasos de barro; uno para cada integrante del grupo. Los seis mortales se apresuran a saciar la sed; Fiorello y Abihu se mantienen atentos a los numsegóhgs que se han detenido. 

—Ya vámonos o se van a cansar de esperarnos —dice preocupado Evangelos.

—Entonces mejor será que nos carguen; con este calor no creo que podamos caminar. Sería bueno que tuviéramos una sombr… —comenta Ricardo tratando de decir la palabra sombrilla, pero se queda a medio enunciado cuando se percata que una sombra los empieza a cubrir.

Extrañados, el hombre terrestre y los demás miran hacia arriba, descubriendo una pequeña nube blanca esponjosa a pocos metros.

—¿Una nube a tan baja altura? ¿Esto es normal aquí compadre? —le pregunta Francisco a su amigo científico, manteniendo la vista hacia arriba.

—Lo es, si te acompaña un lidjoib —dice Friedrich, quien mira hacia Enmaru.

Los demás miran hacia la misma dirección, descubriendo que el pequeño es el que está formando la nube con su energía luminosa.

—Listo —dice Enmaru, dejando de hacer ademanes con sus manos—. Es una nube personal; nos protegerá del nus (*15) mientras nos movemos.

—Gra… gracias pequeño —dice Francisco, asombrado.

—Entonces apresuremos el paso para alcanzar a los reyes —dice Nila, seria y al parecer no tan sorprendida.

Antes de reanudar la marcha, Ricardo carga la cubeta con el agua restante. Tal y como acaba de decir Enmaru, la nube se mueve junto con el grupo de seis mortales, proveyéndoles de una sombra refrescante en todo el camino. Fiorello y Abihu se quedan unos momentos en sus lugares, observando a sus amigos alcanzar a los numsegóhgs.

—Ese niño es poderoso, puedo sentirlo; solo le hace falta practicar más —dice Abihu en voz alta.

—Me recuerda a esa bambina que quisiste salvar antes de la guerra épica de las estrellas; la misma hija pequeña de esa coeflhom anciana, criada del forajido. Creo que se llama Sophi esa bambina; Enmaru y ella tienen un poder similar —menciona Fiorello.

—Pero él todavía es muy inocente; hay que cuidarlo bien —dice Abihu, volteando con su colega.

—Eso ya es trabajo del capo. Ojalá y lo pueda hacer —contesta Fiorello, haciendo aparecer sus alas, para luego emprender el vuelo y seguir al resto de los emisarios; Abihu también despliega sus alas blancas, siguiendo a los otros.

El recorrido toma varios minutos, hasta que los numsegóhgs llegan a las orillas del delta de Rinlú, en medio del desierto Whol-bôelf; las aguas del río generan un oasis que permanece lleno todo el año. Palmeras y más vegetación rodean ese lugar; un lugar apacible en medio de la nada, hogar de otra comunidad numsegohg. Al igual que sus parias del bosque, las viviendas locales son tiendas de telas ancladas a la tierra; lo diferente, es que la comunidad del desierto es mucho más numerosa que los numsegóhgs de Loyd-Bect. Los reyes Ie-Al-Karad y Anaid se reúnen con sus semejantes locales, dándoles la reciente noticia. Los emisarios tienen que esperar a que la realeza termine con la junta emergente; la situación es bastante delicada.




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