Planeta: Pérsua Ifpabe.
Lugar: Gran castillo de bésnum negro; reino perverso de la reina Ókinam.
En el ala Puitvi del gran castillo negro, Aris y Aleryd se han quedado vigilando el cuarto de la pequeña Sophi, quien debido a su naturaleza inmortal, su cuerpo sigue siendo de una jovencita de dieciséis años. Varios asesinos a sueldo han sido contratados y ya se han enviado momentos antes a su destino; la asesora diestra Aleryd, les ha hecho el favor de abrir un portal en las cercanías del desierto Whol-bôelf.
Adentro del cuarto, Sophi se ha quedado sentada en su cama, con los brazos cruzados y mostrando una cara enojada; ya ha hecho un desastre, tirando su ropa y varios objetos al suelo. Ha tratado de escapar muchas veces, pero las dos asesoras no le han permitido dejar su celda provisional; apenas se dio por vencida, sentándose en su cama destendida.
«Ahora soy más fuerte. No sé porque la reina confía en asesinos a quienes hay que pagarles; yo lo podría hacer gratis», piensa la jovencita.
Luego de unos momentos ella escucha que Aris, quien está vigilando la puerta que da al pasillo, saluda a alguien; sigue una plática de ella con un hombre, terminando con alguien de los dos retirándose. Sophi intuye que fue Aris la que se marchó; las botas que ella usa generan un ruido peculiar con cada paso. Al tanto que presta atención a las pisadas que se alejan, la puerta se abre, permitiéndole al forajido negro entrar al cuarto.
—Hola Sophi, ¿me extrañaste? —dice Élmer Homero muy feliz.
Ella no responde, volteando hacia el otro lado y justo a la puerta del balcón, la cual también se abre, dejando pasar a la segunda asesora.
—¿Tan pronto de regreso Lozkar? Sé que eres débil, pero no tanto —dice seriamente Aleryd mientras se acerca a la cama, interponiéndose entre Sophi y la salida del balcón—. ¿Cuántos soldados has traído de vuelta? Nos costó mucho trabajo reunirlos por ti.
—Ninguno porque solo me necesitan a mí; y para tu información, en el otro universo pasaron días. Ahora vete, la reina y yo queremos hacer una junta especial; las demás nos están esperando en el salón principal. Yo acompañaré a Sophi —menciona Élmer Homero con voz seria.
Aleryd ya no dice nada, aunque no puede ocultar una cara disgustada; ahora que ha vuelto, Lozkar es el segundo alto mando de la hermandad, junto con la reina Okinam, aunque algunas veces ella no lo soporta. La asesora se retira, volando por los aires.
Al tener camino libre, Sophi planea intentar un nuevo escape por el balcón, pero es detenida segundos después por una de las cadenas vivientes de Élmer Homero, la cual envuelve los pies de la jovencita, dándose ella un golpe contra el suelo.
—Veo que ya notaste que el protector ha regresado. ¿De verdad tienes tantas ganas de morir? —le pregunta el forajido enmascarado a la qumkso, al tanto que se acerca con ella.
—¡Ese muchacho humano me las va a pagar! ¡Esta vez no me dejaré vencer tan fácilmente! —exclama Sophi, enojada, tratando de quitarse la cadena que envuelve su pie.
—¿Muchacho? —inquiere Élmer Homero, soltando una risa burlona—. ¿Sigues pensando que el protector es un muchacho como tú?
Sophi se calma, quedándose muy extrañada de esa pregunta; la cadena la suelta, permitiéndole levantarse. La qumkso se arregla el vestido negro que trae puesto y espera una explicación del forajido negro.
—Lo siento jovencita; el protector ya no es un muchacho. En su mundo han pasado varios años; ahora es un hombre adulto. Sí intentas enfrentarlo tú sola, te derrotarán sus consejeros y amigos. Tuviste la oportunidad hace tiempo y lo dejaste escapar —comenta el enmascarado.
Sophi voltea, molesta, porque es el mismo comentario que hizo la reina Ókinam, antes de mandarla encerrar en su cuarto.
—Además, aquella vez lo hiciste mal; te había dicho que lo sedujeras para cautivarlo, pero no lo hiciste, ¿por qué? —indaga Élmer Homero.
Sophi no contesta, ahora mirando apenada al suelo.
—¿Por qué no lo hiciste? —insiste el enmascarado seriamente.
—¡Porque no sé cómo seducir! ¡Por eso! —grita la muchacha, ruborizada y enojada hacia el preguntón.
Segundos después, Élmer Homero se lleva una mano a los ojos; a los ojos de la máscara negra que trae puesta, para luego frotar la parte superior de la máscara con tres de sus dedos, simulando que se está frotando la frente.
—A veces me olvido que solo eres una niña —suspira Élmer Homero, cansado; instantes después, le ordena a Sophi—. Baja al salón principal y reúnete con las otras capitanas; o ¿quieres que te tome de la mano mientras te acompaño, niña Sophi? —inquiere Élmer Homero en tono burlón.
La qumkso solamente gruñe, para luego hacer aparecer sus alas de la espalda. Alza el vuelo y se retira velozmente; viaja por los diferentes corredores del palacio, hasta que llega al salón principal.
Es el cuarto más grande de todo el castillo, contando con múltiples sillones cómodos y mesas cerca de cada asiento largo acolchado; en esos muebles de madera negra colocan comidas y bebidas diferentes para saciar el apetito de la hermandad. El que ninguno necesite alimentos para sobrevivir, eso no significa que no puedan disfrutar de los diferentes sabores que ofrece la naturaleza, y de las artes culinarias de los mortales; más ahora que prácticamente son dueñas y dueño de este universo.