Planeta: Pérsua Ifpabe.
Lugar: Delta de Rinlú, desierto Whol-bôelf.
El evento único y especial en el coliseo del Rinlú está a punto de comenzar. La muchedumbre reunida y ya acomodada hace un gran alboroto, festejando por este suceso; no es que tengan la ilusión de que el útbermin en realidad sea el protector anhelado que tanto necesitan. Ha pasado un larguísimo tiempo, desde que el gran coliseo fue levantado por última vez.
Los cuatro reyes llegan a su lugar exclusivo: un espacio techado y único lugar con sillas acolchadas; sin contar a los siervos que les proveen de comida y de aire fresco con ayuda de grandes abanicos de plumas. El rey local se dirige a sus habitantes, parándose cerca de la barda, que es el mismo muro que rodea la arena de combates.
—¡Pueblo de Rinlú! ¡Hoy es un día especial! ¡Un útbermin ha llegado con nuestros hermanos de Loyd-Bect! ¡Él dice que en realidad es el tan esperado protector que ha venido a salvarnos, en medio de estos días difíciles! ¡Es el momento de que lo conozcan ustedes mismos!
Con solo aplaudir un par de veces, el rey ordena hacer pasar al hombre.
Los barrotes gruesos en una de las entradas a la arena suben, dejando libre el paso a David Ricardo, quien es acompañado por dos guardias armados con alabardas. El humano terrestre sigue usando sus ropas modernas y botas; carga su chamarra abrigadora con un brazo. Los soldados acompañan al guerrero hasta el centro de la arena tapizada con losetas de piedra. Al llegar ahí, la multitud forma un nuevo escándalo: algunos lo vitorean, creyendo que en verdad están contemplando al protector; otros lo abuchean, solo esperando ver como ejecutan a este farsante. Los guardias lo dejan solo, invocando sus alas luminosas y volando hasta el lugar reservado de los reyes. Ricardo voltea para todos lados, preguntándose si todo esto es real: las personas gritando alrededor y el coliseo ostentoso, a pesar de que está construido totalmente con piedra labrada y en algunas partes lustrada.
«Capo. Deme la chamarra para que no le estorbe», escucha Ricardo en su mente, desconcentrándolo.
Él busca entre la multitud, encontrando a sus compañeros en la primera fila; Fiorello se ha levantado para que Ricardo lo encuentre más fácilmente. El humano se acerca con su consejero, alzando su chamarra en alto; una cadena viviente de Evangelos es la que sujeta la prenda de vestir.
—¿Jefe, no ha tratado de activar sus poderes? —le pregunta Édznah en voz alta al terrestre, claramente preocupado.
—Lo he intentado todo este tiempo, pero nada pasa —dice David, contagiado por el nerviosismo.
Antes de que alguno diga otra palabra la multitud guarda silencio; extrañados por el suceso, los emisarios y Ricardo voltean hacia todos lados, percatándose de que el rey ha pedido una calma general. Con el ambiente adecuado, el regente puede seguir hablando y dar los detalles del evento que comenzará en pocos segundos.
—¡Para probarnos solo una parte de su poder, este… supuesto protector se enfrentará contra un par de soldados desertores que hemos logrado atrapar en los días pasados! ¡Si pasa la prueba, le daremos la bienvenida al guardián! ¡Si falla, nos habremos librado de un espía!
El corazón de David empieza a latir más aprisa, asustándose cada vez más.
—¡Suelten a los prisioneros! —es la orden que grita el rey.
En la pared enfrente donde están los emisarios y David, hay otras cuantas entradas protegidas con barrotes gruesos de metal.
La primera celda se abre lentamente.
Ricardo trata de echar un vistazo adentro de ese cuarto, pero está todo escuro. El barullo se reinicia en un segundo, impidiéndole al humano escuchar algún sonido que provenga de ese lugar.
Apareciendo velozmente, un gran demonio calvo de orejas puntiagudas y ojos luminosos llega al centro de la arena; un qumkso de edad adulta, armado con una pesada maza de batalla; su cuerpo es totalmente negro, del cual emana una constante neblina negra. Su único objetivo es Ricardo, dirigiéndose directamente contra él. David apenas y reacciona a tiempo, comenzando a correr en círculos; trata de escapar, pero no hay lugar para hacerlo. El demonio será muy débil o solo quiere jugar con su nueva víctima, porque no se está esforzando en perseguir ni en atacar al hombre. Los diferentes gritos de alegría cambian por voces enojadas; los espectadores se aburren en poco tiempo al no aparecer ninguna pelea. Ricardo solo corre y evade todos los ataques del demonio.
—¡Vamos capo! ¡Use sus poderes! —grita Fiorello, desesperado.
Los dos niños acompañantes del grupo se empiezan a preocupar.
«¡Lo estoy intentando! ¡Lo estoy intentando!», exclama David en su mente, concentrándose más en esquivar los ataques del qumkso.
Instantes después la segunda celda se abre. En esta ocasión es una guerrera de luz la que emerge; una mujer adulta, protegida con una armadura dorada.
—¡Oh no! —exclama Abihu, preocupado.
«Un éphimit; de seguro destruirá a este demonio y me salvará», es lo que piensa Ricardo mientras sigue corriendo; todavía se está esforzando en activar sus poderes.
En un segundo crucial y desprevenido, la guerrera, que en realidad es una tísegop nivel dos, embiste frontalmente a David; igualmente que su compañero demonio, ha utilizado el más mínimo de su poder.