Libro 3: Una guerra debe prevenirse

Capítulo 24 “Preparación de los soldados y un nuevo Albert Cathal”

A partir de este capítulo, los siguientes hechos ocurren en el planeta Sepnaru del universo Rómgednar.

 

Lugar: Nefasit, Eritrea, África.

 

En una casa de ladrillo, separada del resto de los hogares de este pueblo montañoso en el continente africano, se está llevando una junta secreta en medio de la noche. Las comodidades son simples, además de solo contar con los muebles básicos: una mesa, varias sillas y una vieja televisión, pero que todavía funciona.

—Muy bien hermanos, el gran líder nos ha ordenado matar a más infieles de nuestro gran dios, Rorhjed; recuerden que tenemos que limpiar este mundo para su llegada —dice un útbermin de piel negra a los reunidos. Todos están armados con fusiles de alto calibre.

—¿Cuál es el siguiente objetivo? ¿Aquí mismo, en este pueblo? —inquiere otro hombre.

—Este pueblo es muy insignificante, me ha ordenado viajar a…

Justo en esos momentos la puerta principal se abre de golpe, sorprendiendo a los útbermins y algunos faipfems presentes. Dos personajes entran y cierran la puerta una vez adentro. Todo queda en tenso silencio; los terroristas ya estaban por abrir fuego, pero no lo hacen, quedándose confundidos por las visitas inesperadas; una bombilla encendida y colgando de un cable electrico, es lo que provee de la luz necesaria para apreciarlas.

—Buenas noches, amigos —saluda el forajido Élmer Homero, quitándose su sombrero vaquero por unos instantes. Al lado de él se encuentra la itqa-lirt Rebeca, quien ahora viste ropa moderna; estilo un tanto rockero, pero con estampados y temas militares.

Sin decir ni una palabra, el hombre que antes estaba hablando desenfunda una pistola y dispara varias veces en contra de los invasores. Para sorpresa de él, los extranjeros no se inmutan ni mueren, a pesar de que les ha disparado en la cabeza. En solo un instante, la mujer se mueve hasta el lugar de su atacante, sujetándolo del cuello mientras lo levanta en alto.

—Esa no fue una buena idea —comenta Rebeca, muy molesta.

Al segundo siguiente, arroja al impertinente hacia una de las paredes de la casa, dejándolo inconsciente. Los otros compañeros no pueden huir; el enmascarado bloquea la única salida disponible.

—¡¿Qué quieren de nosotros?! —exclama un faípfem, temeroso por su vida.

—No tienen nada que temer, queridos siervos. Venimos por parte del dios Rorhjed; acabamos de visitar a su gran líder, y nos ha pedido entregarles un mensaje importante —explica Élmer Homero, a sabiendas que esa tal deidad es él mismo.

—Un grupo de guerreros desleales quieren detenernos; a ustedes, nuestros fieles seguidores y a nuestro salvador Rorhjerd. En la madrugada regresen a sus países, para que preparen al resto de los soldados; esparzan las noticias de que estos enemigos han llegado. En los siguientes días recibirán más información acerca de estos objetivos, además de nueva tecnología para combatirlos —anuncia Rebeca seriamente.

—¡No permitiremos que estos impíos nos arrebaten la gloria! ¡Salve Rorhjed! —exclama Élmer Homero, levantando su puño en alto. El miedo se disipa en un segundo, al tanto que los guerrilleros responden con otro grito igual.

Acabada la visita y el encargo, el enmascarado y Rebeca se retiran volando por sobre las montañas de la región; la androide usa sus propulsores integrados. Su destino es otro continente.

—Espero que las otras hayan logrado convencer al gran líder de estos fanáticos religiosos —comenta Rebeca mientras voltea con su amo, usando su visión nocturna.

—Es bastante seguro; Ókinam es muy convincente cuando se lo propone —dice Élmer Homero.

 

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Lugar: Glendalough, Condado de Wicklow, Irlanda.

 

Muy temprano, al final de la madrugada y empezando la mañana, alguien toca en la puerta de la habitación de Albert Cathal, quien se ha hospedado en el hotel cercano a las ruinas del monasterio de San Kevin. El gitano se despierta rápidamente y se dirige a la entrada, preguntando quién es; al escuchar la voz de su amigo, abre la puerta.

—Hola Cathal, buenos días, ¿dormiste bien? —saluda el eunuco Nhómn mientras entra al cuarto; atrás de él vienen la erpae Lindalé y el arcángel Yev-Lirn en su forma de faípfem.

—Sí. Muy bien —responde Albert, feliz, recordando su reencuentro con sus padres.

—¿No sientes algo diferente en tu cuerpo? —inquiere Yev-Lirn, muy interesado,

—No. Nada diferente, aparte de un poco de hambre —dice Cathal, revisando lo que puede ver de su cuerpo. Recuerda haberse despedido de su padre y madre, pero no recuerda el momento en que Jovanka le regaló parte de sus energías.

El arcángel se desilusiona al enterarse de que ese poder que percibe sigue dormido, pero no lo demuestra de ninguna manera; transcurren unos momentos de silencio.

—Prepárate Albert, pronto nos tendremos que ir a otro lugar. Hay que reunirnos con otros habitantes para que nos ayudes con una importante encomienda —dice Nhómn.

—Eso me dijo mi padre. Me vestiré rápido —comenta Cathal, regresando junto a la cama.




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