Libro 3: Una guerra debe prevenirse

Capítulo 25 “De regreso a suelo nacional”

Lugar: Valle de México, México. A bastantes kilómetros lejos de los límites de la ciudad capital.

 

Un gran portal se abre en medio de las montañas, emergiendo dos seres gigantescos; una vez que se acomodan en las nuevas tierras, el portal desaparece. Ahí se quedarán por unos momentos, antes de partir a su nuevo destino.

 

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Lugar: Piso cincuenta y uno de la torre mayor, Ciudad de México, México.

 

En medio del mismo piso cincuenta y uno donde partió el grupo inicial, se abre un portal en las primeras horas de la mañana (siete AM). Todo el grupo de seis viajeros regresa, junto con los dos nuevos integrantes y dos coladas. Al llegar al nuevo mundo, se sorprenden al ser recibidos por los compañeros militares encubierto, integrantes de la FESEDERM; solo ha pasado una tarde y una noche desde que se fueron. Todavía tienen varios días completos para desalojar el edificio, por lo que hay tiempo para preparar todo.

Akuris, Enmaru y Sérim son los que experimentan más emoción; nunca han viajado a este mundo, aunque han escuchado varios rumores; Nila Oleim vivió una corta estadía en otro país hace años atrás, por lo que no se sorprende tanto.

—¡Bienvenido comandante! —exclama el sargento Firulais muy feliz, acercándose con su superior para darle un abrazo—. Estamos listos para recibir órdenes —asegura el faípfem canino al terminar el recibimiento.

—¿Pero… como supieron que llegaríamos a estas horas? —inquiere Francisco, un tanto confundido, al tanto que el portal se cierra detrás del grupo.

—Yo les di el aviso —dice una voz a la derecha.

Todos voltean, descubriendo al jócsolfu supremo dar unos pasos hacia ellos.

—¡Yev-Lirn! —exclama muy feliz Édznah, acercándose con su paria para saludarlo; Akuris también se acerca, pero ella tiene que esperar a que el éphimit se aleje un poco para saludar a su amigo faípfem.

Mientras los entes inferiores se saludan, la princesa Sérim es la primera en hablar.

—Creo… que es mejor cambiar nuestras ropas para estar más cómodos —opina ella, al tanto que observa al público presente.

Todos usan ropas de civiles, para aparentar que son hombres y mujeres de negocios que están rentando el club cincuenta y uno. Friedrich y los otros miran sus vestimentas, notando que son ropas medievales que no cuadran en este mundo.

—Oye, Abihu; ¿nos regresas nuestras ropas de antes, por favor? —le pide el comandante a su compañero de equipo.

Cumpliendo la petición, el éphimit usa sus habilidades con la energía yaerp, regresándole sus ropas modernas a Francisco, a Friedrich y a la pequeña Quetzalzin. Por su parte, David Ricardo decide hacerlo por su cuenta; usando su hielo especial, hace crecer una capa en todo su cuerpo, ante las miradas asombradas de las personas presentes; breves momentos después, el hielo se rompe en cientos de pedazos, dejando al descubierto la nueva imagen del protector.

En lugar de su armadura, ahora Ricardo viste un traje: pantalón de vestir formal y un blazer, ambos elementos de color azul claro; debajo del blazer lleva una camiseta tipo polo, color blanca arriba, pero que se va degradando a un café claro hasta llegar a la cintura; una parte de la camiseta está fajada en el pantalón. De accesorios solo tiene un simple cinturón negro; los zapatos casuales en sus pies son del mismo color que el cinturón. Su pelo corto tiene gel para el cabello, ya seco, apareciendo un simple peinado todo para atrás.

«Presumido», piensa Sérim al ver el nuevo look del protector.

—¡Ora ora Ricardo! ¿Desde cuándo te gusta usar esa clase de ropa elegante? —le pregunta el comandante, sorprendido.   

—Apenas se me ocurrió la idea; digo, tengo que usar algo para diferenciarme, ¿no? —dice Ricardo, para después hacer brotar un trozo de hielo en su mano, el cual se transmuta en unas gafas con semi-montura. Al segundo siguiente, se las acomoda en la cara.

—¿Todavía necesitas lentes? Pensaba que ya no los necesitabas —comenta el doctor.

—No los necesito, pero me siento… raro sin ellos; los cristales de estos lentes no tienen nada de graduación —explica David.

La atención se dirige con Enmaru, Sérim, Akuris y Nila, quienes todavía siguen usando ropas y armaduras medievales.

—Vengan, vengan —les dice el comandante, guiándolos al piso cincuenta y a las suites del club.

Inmediatamente, absolutamente todos los siguen, incluyendo compañeros y amigos; mientras camina, Friedrich les ordena a varios de sus colegas militares.

—¡Tráiganme revistas, fotos o una laptop! ¡Ellos tienen que aprender acerca de este nuevo ambiente!

Varios hombres y mujeres obedecen y llevan lo que encuentran a dos de las cuatro suites: dos laptops y varias revistas, las cuales tuvieron que buscar por todo el club cincuenta y uno. Con más ayuda por parte de la tecnología, los visitantes aprenden más del planeta Sepnaru; Nila refresca un poco su memoria, aunque no ha cambiado mucho de lo que recuerda. Entre las búsquedas en línea, cada uno escoge las diferentes ropas que les gustaría usar. Akuris, Enmaru y Sérim pueden usar sus poderes yaerp y rupmohe para cambiarse de vestimenta con solo concentrarse; aunque no muestran sus cuerpos desnudos. Enmaru tendrá que escoger sus ropas en otro cuarto, el cual resulta ser el mismo donde se han acomodado el comandante y su hija en estos últimos días.




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