Libro 3: Una guerra debe prevenirse

Capítulo 29 “Emergencia en la UE”

—Antes de que empiece la reunión, quisiera dar un anuncio importante ahora que casi todo el grupo está presente; sobre todo, los integrantes más importantes —comenta el arcángel Yev-Lirn en voz alta, llamando la atención de todos. Una vez que obtiene la atención general, el jócsolfu supremo sigue hablando—. Ahora que varios conocidos nos hemos reunido nuevamente, los dioses regentes Kijuxe, Madogis e Ÿékactec nos han ordenado mantener una tregua duradera con algunos. Los problemas y… rencores —expresa Yev-Lirn, volteando de reojo con Fiorello por unos segundos; luego prosigue—, deben de quedar olvidados todo este tiempo que trabajemos juntos, hasta que las amenazas sean destruidas. —Inmediatamente después, el arcángel se acerca con su antiguo compañero—. Lézubl, no diré una sola palabra de tu descuido que provocó tu maldición. Trataré de confiar más en ti durante esta nueva encomienda —expresa el faípfem arcángel amablemente invitando a un amistoso saludo, levantando su garra.

Fiorello lo mira seriamente por varios momentos, contemplando el rostro y la garra varias veces. Manteniendo su semblante adusto, Evangelos corresponde el apretón de mano-garra, usando la mano derecha; la misma mano donde tiene el guante táctico sin dedos de color blanco.

—Nunca vas a poder pronunciar mi nuevo nombre, ¿vero? —supone el consejero siniestro de Ricardo, mostrando una ligera sonrisa.

—Lo siento. Yo todavía te veo como un subordinado mío aunque ya tengas un nuevo amo, por eso no cambiaré tu antiguo nombre —dice Yev-Lirn, imitando el gesto de Fiorello.

Acabada la muestra de reconciliación, el arcángel se dirige con otros dos compañeros.

—Édznah y Akuris, es su turno —les dice el faípfem de canguro a ambos seres.

Éphimit y pu-naisvu intercambian miradas serias.

—Está bien. Por mí no hay problema; lo que me importa de verdad, es que estaré junto a mio splendido ragazzo —dice Akuris, cambiando su seriedad por una amplia sonrisa. 

Abihu no dice nada por unos breves momentos; luego voltea con todos los demás, manteniendo la seriedad.

—¿Se dan cuenta de que es una mala idea incluirla? Durante nuestro primer encuentro, cuando tratamos de recuperar la enciclopedia Cóvniem y durante la guerra épica de las estrellas, lo único que hizo bien fue hacer estupideces; su antiguo maestre lo dejó bien claro cuando mencionó que solo cometió error tras error. Yo digo que se vaya lejos —comenta molesto el consejero diestro del protector local, señalando con su pulgar a la faípfem.

—¡¿Ché?! ¡Dannato stupido! —grita Akuris, muy ofendida y enojada. Ya estaba por darle un puñetazo en plena cara, pero su novio interviene.

—Aspetta aspetta aspetta orsetta, aspetta —le dice Fiorello mientras la aleja del ente inferior por varios metros—. Tranquilla, tranquilla. Mejor no te descontroles; empeorarás la situación.

—¡Pueden apresurarse por favor! ¡Estamos perdiendo tiempo valioso! —exclama Ricardo, impacientándose.

—¡Qualche instante capo! ¡Qualche instante! —grita Fiorello, para luego decirle a su pareja—. Déjame hablar con mi collega; yo lo arreglo.

Evangelos platica con su compañero consejero mientras Akuris se tranquiliza con ayuda de Nhómn y de Yev-Lirn. Fiorello le recuerda a su mejor amigo, que Ricardo dejó en claro que si Akuris se reunía con ellos antes de recibir el mensaje de Kijuxe, ella podía ser otra integrante del grupo durante la misión; pero lo que en verdad convence a Édznah de hacer las paces con la faípfem étquf, son las súplicas de su colega. Con más tranquilidad, Abihu se acerca con Akuris, disculpándose por las palabras recién dichas, ofreciéndole su mano para un cordial apretón de mano y zarpa.

—Muy bien —expresa el arcángel feliz, mientras Abihu Édznah y Akuris Gaels acuerdan una tregua indefinida; luego, voltea con el último pendiente, aunque presiente que será el más difícil—. Solo faltan Lindalë Ered y Friedrich Manuel.

Todos voltean con los dos némesis. El doctor está sentado en una silla, mientras que la erpae alada está en frente de él, pero le está dando la espalda.

Para ambos es muy difícil.

Se encuentran en la misma ciudad donde ocurrió el desastre de hace bastantes años atrás, cuando los padres de Lindalë murieron y Friedrich no logró salvarlos; desafortunadamente, esos recuerdos incómodos regresan a la mente del científico por unos instantes. Friedrich se levanta de su silla y se acerca unos pasos con la faípfem alada.

—Sé que nunca podré disculparme lo suficiente para compensar tu gran pérdida, Lindalë; pero, aunque sea, puedo darte un recuerdo importante —dice Friedrich un tanto melancólico.    

Al oír esto la faípfem impéu se da la vuelta, mostrando una mirada seria. Antes de seguir hablando, el doctor da una respiración muy profunda para deshacer un nudo en su garganta.

—Las cenizas de tus padres siguen en lo alto de una montaña cercana, el Iztaccíhuatl, junto con algunos accesorios. Ahí los dejé desde hace veintinueve años; escalo la montaña cada mes desde esa fecha, para llevarles una ofrenda de flores y desenterrar un par de minutos la urna funeraria, para que disfruten del aire fresco por unos momentos —comenta Friedrich, mostrando una breve sonrisa; regresa a la seriedad antes de seguir hablando—. Te guiaré al sitio exacto donde están enterradas, para que cuando acabe todo el caos que nos atormenta, puedas llevártelos de regreso a tu hogar —promete Friedrich al tanto que estira su brazo.




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