Libro 3: Una guerra debe prevenirse

 Capítulo 34 “¡¿Otro jovencito en el grupo?! ¡¿En serio?!”

Lugar: Cercanías del municipio de Florencia, departamento de Caquetá, Colombia.

Acontecimiento: Ataque no confirmado por parte del ejército de Colombia contra un campamento guerrillero de las FARC, año dos mil diez.

 

Las mascotas han volado por varias horas, llegando por fin a su destino; son un poco más veloces que el jet privado que planeaba traerlos desde el principio. El viaje ha sido menos turbulento de lo que todos habían imaginado; aunque hubo un mínimo inconveniente: para evitar luchar contra los fuertes vientos, los tripulantes han tenido que mantenerse prácticamente acostados boca abajo y abrazar a la bestia gigante que los transporta. Una posición confortable, pero tenían que mantenerse despiertos para evitar resbalar y quedar colgando a miles de metros de altura; claro que refiriéndonos a los pasajeros que no pueden volar.

Ninguno de los visitantes ha logrado contemplar los territorios o el pequeño tramo de océano que han sobrevolado; ni siquiera pueden dar un vistazo desde los cielos cuando llegan a los alrededores de la ciudad colombiana de Florencia, la cual está rodeada por una parte de la extensa selva del Amazonas; los pulmones del astro Sepnaru. No es hasta que los transportes vivientes aterrizan, cuando los extranjeros ya pueden moverse con más libertad; alzan la vista, notando que están rodeados mayormente de una selva espesa. Las dos mascotas bajan la cabeza al ras del suelo, permitiéndoles a sus pasajeros descender; han aterrizado alejadas una de la otra, en orillas opuestas de un claro alargado, para evitar cualquier inconveniente con el gitano Cathal y el dragón japonés.

Ya en tierra firme, los ayudantes y segundo guardián tienen que ejercitarse por unos momentos para desentumir sus cuerpos. Todavía es la tarde, teniendo unas cuantas horas antes de que se oculte el sol. Todos se reúnen, preguntándole a la princesa numsegohg el lugar a dónde ir.

—Kijuxe dice que directamente hacia allá —responde Sérim después de escuchar la voz del dios bondadoso, señalando directamente hacia la densa selva.

—Muy bien —dice Francisco, para luego voltear con su hija—. Tú quédate aquí.

—¿La vas a dejar sola? —inquiere sorprendida Nila.

—No va a estar sola. Las mascotas la cuidarán todo el tiempo; son demasiado grandes para acompañarnos. Lo mejor es que nos esperen en este punto —responde el comandante confiadamente, mas prontamente le pregunta esa duda a Sérim.

La princesa se está cansando de que sea la única que puede comunicarse con Kijuxe; ahora la están molestando a cada rato para preguntarle sobre las inquietudes que están surgiendo a cada momento. Logra calmarse, respondiéndole a Francisco que tiene razón: las mascotas tienen que esperar por ellos en el amplio claro; solo causarán desastres si los acompañan. Quetzalzin obedece a su padre, quedándose con ambos niñeros gigantes.

El resto del grupo se interna en la selva cercana, preguntándose en sus mentes sobre la apariencia física del integrante faltante. A los pocos momentos de haber caminado, se topan con un grupo de protectores del bosque, conocidos como aptivs y ughsóms {ulgsóms} (*22): son ótbermins, faipfems y semi-faipfems.

—¡Alto! —les ordena uno, quien parece ser el jefe del grupo; es el faípfem de un mono ardilla. Viste con algunas ropas modernas, pero nada de calzado; empuña un largo machete en cada mano, además de cadenas vivientes que emergen de sus brazos. Esos eslabones son iguales a los que poseen Fiorello y Yev-Lirn, pero de color verde.

Todo el grupo obedece, esperando que no se hayan equivocado de lugar.

 

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Entre tanto, en un camino cercano a esa sección de selva, varias camionetas llegan velozmente y se detienen; un gran grupo de habitantes de la zona, ótbermins y unos pocos faipfems, armados con fusiles de asalto AK cuarenta y siete descienden de esos vehículos.  

—¡Recuerden que hay que limpiar esta zona de esas pestes verdes! ¡Han estado aterrorizando a los compañeros de la ciudad cercana! ¡Extermínenlos! —grita una mujer después de salir de una de las camionetas por la puerta del copiloto.

La mujer mayor de edad pero de cuerpo muy bien conservado, viste el mismo uniforme militar que el grupo armado; unos lentes oscuros impiden que se aprecien sus ojos. Bajo el brazo derecho, carga un libro con encuadernado rojo carmesí.

—¡Sí jefa! —grita el grupo armado.

Muy pronto, Réum Slee y es la única que queda en el lugar; poco después, ella decide seguir a su grupo, internándose también en la espesa selva de enfrente.

 

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—¿A que han venido? —le pregunta seriamente el guerrero ughsom al grupo de forasteros.

—Somos emisarios por parte de Ÿékactec. Hemos venido por un guerrero; el último integrante que le ayudará al protector de nuestro universo a restaurar el orden y la paz —anuncia la princesa Náham con voz adusta.

El guerrero faípfem se mantiene inmutable por unos segundos, para luego voltear hacia atrás.

—¡Desmond! ¡Ven inmediatamente! —grita el guardián de la selva.

Breves momentos después, un jovencito semi-faípfem de mono ardilla aparece, saltando entre los árboles y aterrizando seguramente frente a los emisarios. Su cuerpo es de un útbermin, pero la mayoría del mismo (del cuello para abajo) está cubierto con un pelaje corto color amarillento. Al igual que la mayoría de los protectores del bosque usa ropa moderna ligera, incluyendo unos tenis oscuros. La piel de humano en su cabeza y cuello es de color morena. Su cabello es corto, negro y alborotado; de hecho, tiene un corte de pelo moderno, porque a los lados tiene menos pelo que arriba. Sus orejas son un poco grandes y puntiagudas, parecidas a un elfo, pero cubiertas con el mismo tipo de pelaje corto de su cuerpo; de la parte baja de su espalda, nace su larga cola de mono.   




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