Una vez que los detenidos llegan a la jefatura de policía, los interrogan por unos momentos; los únicos que hablan son el comandante y el doctor Friedrich, quienes explican que se encuentran en una misión ultra secreta por parte del presidente de México. No les creen para nada, debido a la variedad de «soldados» en el grupo, especialmente por los dos menores de edad. El comandante muestra sus identificaciones, demostrando que es parte del ejército mexicano, pero esos objetos tampoco convencen a la autoridad colombiana.
El proceso va a tardar un tanto, por lo que los militares acomodan a los presos en una de las pocas celdas disponibles en la jefatura; por fortuna, hay espacio de sobra en el gran cuarto de seguridad. No hay donde sentarse, así que Ricardito invoca bancas largas de madera al lado de tres paredes para sus amigos y él, dejando libre el espacio junto a los barrotes. Todos ya pueden descansar un tiempo luego de las batallas que tuvieron hace poco.
Ahora que tienen unos momentos de calma, y aprovechando que están sentados a cada lado de él, Francisco quiere resolver algunas dudas de las que apenas se está dando cuenta.
—Ricardito, ¿Cómo fue que David te enseñó a invocar los escudos y las granadas?, ¿y a que te referiste cuando le dijiste a Nila que esas sí tenían anillo de seguridad? —le pregunta el comandante al lídjoib, quien ahora es un niño de doce años.
—En la noche, cuando llegamos al cuarto del hotel, le platiqué a papá sobre el tiempo que estuve en la tribu ótsilper que me adoptó. Le conté que algunos objetos de los que había visto en el día y en la… la… ¿Cómo se llama ese objeto que nos dieron, para revisar las ropas de este planeta? —le pregunta Enmaru a Francisco, volteándolo a ver.
—Laptop —contesta él.
—Varios objetos que descubrí en la laptop, ya las conocía yo; ya las había visto en otro lugar, pero no logro acordarme dónde; cuando descubrí mis poderes, empecé a crear esos objetos. Mi papá utilizó sus poderes para crear otra laptop y me enseñó más a detalle acerca de esas cosas —relata Enmaru algo nervioso.
—¿Te refieres a las granadas y a los escudos antibalas? —inquiere Francisco, asombrado.
Ricardito afirma con la cabeza.
—También me mostró algunos juguetes de los años noventa, los cuales también había visto antes —agrega él.
Hay unos momentos de silencio; algunos compañeros cercanos voltean hacia esta conversación, muy intrigados.
—¿Qué hay del seguro de las granadas?, ¿a qué te referías con eso? —inquiere el comandante.
—Con una de esas cosas fue con la que casi destruye mi casa —interrumpe Nila, sentada al otro lado.
—Las granadas fueron los primeros objetos con los que practiqué mis poderes de lídjoib. Lo malo, es que siempre las invocaba sin el seguro ni el anillo de seguridad; por eso explotaban segundos después —comenta Ricardito muy apenado mientras juega con sus dedos; guarda unos segundos de silencio antes de seguir hablando—. No fue hasta la noche, cuando David me enseñó los componentes de una granada, que me enteré de esas piezas importantes.
—¿Y cómo es que no terminabas lastimado? Bastante suerte tuviste al no terminar muerto —dice Friedrich muy perplejo, escuchando atentamente las anécdotas.
—Pues, simplemente las arrojaba inmediatamente luego de invocarlas; algo dentro de mi cabeza me decía que eran objetos peligrosos. La primera que invoqué fue adentro de la aldea; desafortunadamente, estaba muy nervioso y la arrojé al lugar más alejado. Cayó al lado de la casa de ella —dice Ricardito igual de apenado al tanto que señala a Nila. La faípfem solo muestra un rostro molesto, pero no dice nada.
Varias dudas empiezan a surgir en las mentes de algunos compañeros, especialmente en dos de ellos; uno es el que hace la pregunta clave.
—¿Tienes padres verdaderos? —inquiere Nhómn.
—No lo sé. No recuerdo nada antes de haber llegado a la tribu ótsilper donde me adoptaron —dice Enmaru muy pensativo.
—¿Cómo llegaste ahí? —pregunta el doctor Friedrich.
—Me desperté en medio del valle de Zalecn y cerca de un lago; tenía sed y bebí un poco del agua. Luego empecé a caminar y poco después encontré una aldea cercana; al llegar ahí, descubrí que los aldeanos tenían ropas muy similares a la mía. Inmediatamente llamé la atención de todos, porque nadie me conocía. Me llevaron primero con los jefes de la comunidad y luego con el lídjoib mayor; él me dijo que alguien tenía que adoptarme por unos días, hasta que mi verdadera familia llegase por mí. El jefe me llevó con uno de sus amigos y con él me quedé, hasta que ustedes llegaron —termina de relatar Ricardito, levantando la mirada y viendo a los que se han acercado.
Surgen más dudas que respuestas.
¿Quiénes serán los verdaderos padres de Enmaru? ¿Cómo es que sabía desde antes de objetos y tecnología de otro planeta? ¿Cómo es que aprendió a manipular sus poderes en tan poco tiempo?
Saben que no servirá de nada continuar con más preguntas, así que deciden dejar descansar a Enmaru; por su parte, el útbermin lídjoib se percata que Desmond se ha quedado solo en un rincón, así que decide ir con él para saludarlo y platicar otros momentos.
Resuelta una duda, Francisco decide esclarecer su segunda curiosidad con su compañera.
—Nila, ¿puedo preguntarte algo?