Libro 3: Una guerra debe prevenirse

Capítulo 38 “Arvtess, la ciudad en medio del desierto”

Muy temprano, son Ricardo y Cathal quienes van despertando a los demás compañeros, quienes se alistan en poco tiempo. Nuevamente bajan al restaurante, donde disfrutan de un ligero desayuno. Al final, casi todos agradecen por los servicios a los empleados y el grupo sale a la calle.

—¿Ahora a dónde vamos? Ricardo —le pregunta Francisco al protector.

—Vamos para allá, hacia el río cercano —dice él, señalando la misma dirección de la calle.

Hay que caminar un trecho, hasta que los forasteros llegan al final del mismo pavimento y a las orillas de un río casi seco. En ese punto, los compañeros capaces de volar otra vez tienen que ayudar a los demás, para elevarse en el aire y llegar a un gran espacio despejado al otro lado del caudal; en ese lugar, las mascotas están esperando impacientes para ya partir. Se organizan igual que antes; Ricardo se acomoda sobre su águila, casi llegando a las plumas de la cola. Ricardito y Akuris vuelven a invocar los arneses de seguridad para sus compañeros, además de otros elementos de protección.

El vuelo inicia alejándose del territorio colombiano, llegando rápidamente al Océano Pacífico Muvl. Nhómn y Friedrich habían calculado que el viaje será demasiado largo, por lo que han traído algo de provisiones.

Minutos después y rodeados completamente de agua, sin nada de tierra a la vista,  Ricardo escucha que sus consejeros le hablan mentalmente.

«Jefe, Kijuxe dice que ya podemos abrir portales para llegar más rápido a nuestro destino; los dioses del tiempo ya arreglaron todas las irregularidades que causamos al regresar a este planeta, hace dos días», le informa Édznah al protector.

«Entonces abran uno hacia la ciudad de Arvtess. Ordénale a tú dragón que disminuya la velocidad; yo haré lo mismo con mi águila», le ordena David a su consejero diestro con su mente.

Las dos bestias gigantes reducen la velocidad de su vuelo, permitiéndoles a los dos consejeros del protector abrir el gran portal necesario; las dos creaturas atraviesan la grieta dimensional, arribando en solo instantes a los límites del país Pemetoe. En otros escasos segundos, aparece la ciudad indicada.

La urbe de Arvtess es similar a la ciudad de Las Vegas, en Nevada, Estados Unidos, tanto en tamaño como en el paisaje de los alrededores desérticos que se extienden varios kilómetros; hay dos ríos importantes, pero un poco alejados de la comunidad de concreto y metal. La diferencia entre la ciudad de Artvess y la ciudad gringa del pecado, es la escasa presencia pública de vicios capitales. No hay ningún tipo de casino o sitios de apuestas públicas, aunque sí hay varios hoteles de lujo. No hay prostíbulos. La única excepción de la regla, son los bares y la venta permitida de bebidas alcohólicas en las tiendas. Hay varios rascacielos repartidos en la ciudad, aparte de un par de extensos parques de diversiones. La zona turística está en el centro y algunos sitios afuera de los límites, mientras que los ciudadanos locales viven en las orillas de la ciudad.

Águila y dragón bajan a tierra firme, justo en uno de los límites de Arvtess, permitiendo que los pasajeros desciendan; las bestias mitológicas se alejan para encontrar un hogar provisional, mientras el grupo de quince se encamina al centro de la metrópolis. Se hospedan en un hotel cinco estrellas; mismo hotel donde llegarán los soldados mexicanos encubierto; el presidente de México ya había hablado con su homólogo de Pemetoe, pidiéndole permiso de usar ese edificio lujoso para una base secreta de operaciones temporal; lo hizo en la mañana de ayer, después de que Ricardo partió para enfrentarse al kerklu. El mandatario de Pemetoe dio su consentimiento, ya que la ciudad de Quekea se está convirtiendo en un problema general en todo el continente Jedram. Los costos de alojamiento de los soldados mexicanos y el grupo especial serán pagados por ambos presidentes, pero Ricardo decide aportar algo con una parte del dinero que robó su consejero siniestro.

Los guardianes sagrados y su equipo se acomodan en varias habitaciones, ubicadas en uno de los seis pisos reservados para ellos y el resto de los soldados que faltan por llegar.

—Esperen un momento, pero debemos de avisarle al presidente para que envíe a mis hombres; le dije que los soldados tienen que quedarse en suelo nacional, justo como me lo pediste antes de irte a Japón. No me he comunicado con el comandante supremo desde ayer —le dice preocupado Francisco a Ricardo.

Ellos y los demás están reunidos en uno de los cuartos que han escogido.

—Despreocúpese comandante. Igualmente Fiorello fue quien le entregó el mensaje al presidente, poco después de que ustedes partieron hacia Colombia. Le pedí que se adelantara, porque yo todavía me encontraba en medio del Océano Pacífico —narra el protector.

—¿Pero cómo lo hiciste? Él no te pudo haber visto ni oído —le dice Friedrich al jócsolfu maldito.

—Se está olvidando de su regalo, dottore —le dice Fiorello mientras muestra  su teléfono celular en una mano, aclarando al final—. Primeramente le envié un mensaje de texto, avisándole que me reuniría con él; se acomodó uno de los dispositivos especiales que le regalaron, antes de que toda esta operación secreta comenzara, y así pude darle el recado del capo.

—Calculo que llegarán en la noche de hoy; es un viaje largo desde la ciudad de México —presagia el protector divino.

—¿Qué hay de Abihu y Fiorello? Ya pueden abrir portales y podrían ayudarlos a llegar más rápido —comenta Nhómn.




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