En otro edificio, Ariadna y Lindalë se han refugiado junto con los soldados en el punto secreto; ellas dos son las segundas defensas, atrás de los guerreros de hielo y rocas. Lindalë está muy nerviosa, porque ella está en muy clara desventaja; tiene preparada su larga espada claymore, pero prefiere no separarse de su amiga átbermin, quien es más poderosa.
Igualmente a como pasó con Ricardo, un portal negro aparece de la nada y cerca de las dos guerreras; una fuerza invisible muy poderosa las succiona a la misma grieta dimensional, la cual termina tragándose a las dos compañeras. Al segundo siguiente el portal desaparece.
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Luego de un breve viaje, Ariadna y Lindalë aparecen en medio de un salón diferente, ubicado en un edificio alejado de la zona segura del centro. A diferencia del otro gran cuarto para eventos, este sitio está completamente abandonado; aunque todavía las luces funcionan, ya que se encuentran encendidas y alumbrando el lugar.
—¿En dónde estamos? —pregunta en voz alta Ariadna, observando atentamente todo el sitio.
—En su tumba —dice una voz femenina cercana.
Las dos guerreras voltean, encontrándose con la reina Ókinam; como siempre, está vistiendo sus ropas estilo punk.
—Nos volvemos a encontrar, princesa —dice la mujer, mostrando una amplia sonrisa.
—Yo nunca te he visto en mi vida —asegura Ariadna, confundida.
—No te estoy hablando a ti, ignorante; le estoy hablando a ella —aclara la monarca, señalando a la erpae alada.
Lentamente Ariadna voltea con la faípfem de impéu.
—¡¿También eres una princesa?! ¡¿Por qué no me lo dijiste?! —exclama Berenice, asombrada.
—¡¿Tú?! Pero… pero… ¿Cómo escapaste? Ese dios bicolor me dijo que no podrías escapar —dice Lindalë sin prestarle atención a su amiga, mientras un fuerte miedo empieza a recorrer todo su cuerpo.
—¿Crees que mi asesora y yo solo esperamos mientras nos tenían prisioneras? —inquiere Ókinam seriamente para después meditar algo en silencio; después de unos segundos, ella comenta—. La verdad, debería de agradecerte por el favor que nos hiciste. Estar encerradas por tanto tiempo, nos ayudó para mejorar nuestras habilidades y poder alcanzar un nivel de poder superior; con un poco de suerte y ayuda de mi pareja, logramos escapar de esa jaula endeble.
Al segundo siguiente, un aura color morado oscuro rodea a la villana; un instante después, invoca un arma peculiar en cada mano: una rueda de viento y fuego (*33). Las dos armas afiladas y mortales de corto alcance, están forjadas con un acero misterioso y negrusco. Tranquilamente la reina se acerca con sus rivales, paso a paso.
La numsegohg Ariadna es la que decide atacar primero, enfocando su energía en la punta central de su tridente; un haz de luz dorada yaerp sale proyectada, pero al igual a como pasó con la líder de los dingos Alexandra, no le provoca ningún daño. Ókinam ni se preocupa en recitar un hechizo o realizar un ademán; el aura que la rodea actúa por su propia cuenta, formando un escudo. Sin otra opción Berenice ataca directamente, pero su arma tampoco puede lastimar físicamente a su oponente.
Molesta, Ókinam realiza un movimiento vertical con ambas armas; las cuchillas no tocan la armadura blanca de placas que protege el cuerpo de Ariadna, pero ella recibe cientos de cortadas en todo el cuerpo al segundo siguiente, provocadas por las energías negativas que desprenden esas cuchillas circulares. Partes de la armadura blanca caen al suelo, salvándola de recibir más daño en otras zonas del cuerpo. Inmediatamente después, Ókinam dirige uno de sus brazos hacia la valiente, provocando que su energía oscura salga proyectada, arrojando a Berenice hasta una de las paredes del salón; el cuerpo de la numsegohg golpea el muro duramente, quedando inconsciente en el suelo.
Con el camino libre, la reina ya puede enfocarse en su objetivo principal. Lindalë se prepara con su espada, pero no se atreve a dar un golpe con ella; muestra sus dientes y colmillos, enojada, tratando de intimidar a su enemiga.
—¿No planeas usar tus habilidades ocultas? —pregunta Ókinam en tono desafiante.
—Juré no volver a usar esos conocimientos… peligrosos. Solo provocaron muertes innecesarias; no quiero acabar igual que mi maestro y padre adoptivo —dice Lindalë seriamente.
—¿Entonces me permitirás quedarme? Es muy amable de tu parte, pero aun así voy a matarte —dice la reina Ókinam, mostrando una risa malvada.
—No te dejaré hacerlo tan fácilmente —gruñe Lindalë, antes de abalanzarse contra su antigua enemiga.
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En otro punto de la ciudad hay un barrio abandonado, donde hay escombros en las calles, casas y edificios muy dañados, sin ventanas ni puertas, lleno de graffitis por todos lados. Un portal negro se abre en medio de la calle solitaria, emergiendo David Ricardo del mismo; instantes después, el túnel interdimensional se cierra. Ricardo se levanta rápido y voltea alrededor, encontrándose solo en esos parajes; ni siquiera hay pájaros a la vista.
«¿Dónde estoy?», se pregunta el protector de Rómgednar en la mente.
—Colonia pintoresca, ¿no te parece? —dice una voz conocida en voz alta.