Libro 3: Una guerra debe prevenirse

Capítulo 50 “El infierno se detiene”

La batalla entre Ókinam y Akaud empieza; el campeón Belka invoca nuevamente su Kwan Dao sagrado doble en solo un segundo. Hay una espectacular pelea cuerpo a cuerpo; las hojas afiladas de las armas chocan a cada segundo, soltando chispas rojas. Akaud trata de usar su tela viviente, pero la reina la despedaza; para sorpresa de la mujer, la tela se regenera por sí sola. Al notar que no hay resultados favorables, Akaud intenta otro tipo de ataque a distancia.

—¡Ghost arrows! —exclama Akaud, invocando miles de flechas en el aire y atrás de él, formadas con su energía azul oscuro; de un segundo al otro, varios de esos proyectiles se dirigen a su objetivo.

Ókinam trata de esquivarlas, pero pronto se da cuenta de que esas saetas actúan por su cuenta; se comportan igual que un enjambre de abejas. La reina se cubre con un escudo de energía, pero algunas atraviesan parte de esa protección o incluso generan una pequeña explosión. Ella está tan preocupada por las flechas, que no se da cuenta de que Akaud se acerca rápidamente, empezando a atacarla con sus puños y pies envueltos con un aura cían; la monarca trata de protegerse por completo de todos los ataques que recibe, cubriéndose totalmente con un escudo esférico; pero las saetas no dejan de aparecer, rompiendo poco a poco esa protección. Desesperada, la reina Ókinam provoca una fuerte explosión de energía, levantando una espesa polvareda.

El salón sufre daños considerables, incluyendo los focos que alumbraban el lugar. Ókinam tiene que invocar un tanto de su energía luminosa en forma de varias esferas de energía morada, las cuales se elevan hasta el techo del salón; extrañamente todo se ilumina de nuevo con una luz blanca, mientras ella empieza a buscar a su adversario. Lo primero que ve, es una pequeña nube de polvo que se mantiene flotando al frente; se acerca sigilosamente, creyendo que el misterioso desconocido se esconde adentro de la misma nube.

—¡Hey! —exclama Akaud por atrás. La reina es tomada por sorpresa y voltea, muy nerviosa.

El Belka mantiene una mano en alto, la cual está envuelta con parte de la nube de tierra que se alzó momentos atrás; al segundo siguiente y velozmente, Akaud dirige su mano hacia la reina, lanzando su ataque de polvo. La reina trata de cubrirse con una mano y un pequeño escudo de energía, pero las finas arenas rodean esos obstáculos en un parpadeo, llegando con fuerza a los ojos de Ókinam.

—¡Aaarghhh! —grita la mujer, quien ha quedado completamente ciega; trata de quitarse la arena de sus ojos con las manos, pero solo empeora el problema.

Trata de seguir peleando con los ojos cerrados, pero Akaud usa otro truco, moviéndose constantemente para confundir a la contrincante; incluso puede crear ilusiones que desprenden parte de su aura. No desaprovecha la oportunidad, transmutando la nube de polvo que no se ha dispersado en una lanza metálica color café oscuro, envuelta con un aura azul oscuro; lista el arma, Akaud entierra su lanza en el estómago de la villana. Deja enterrada la lanza en su lugar y luego trata de terminar el trabajo, invocando su Kwan Dao doble.

Antes de perder la vida por completo, Ókinam se defiende, dirigiendo una esfera de energía al cuerpo del adversario, justo cuando planeaba cortarle la cabeza. Akaud recibe el ataque en el pecho, arrojándolo hasta la pared de atrás. La reina aprovecha la oportunidad y huye del lugar, gracias a un portal que abre en un segundo, cerrándolo inmediatamente después de que lo atraviesa.

Ókinam llega a la azotea de otro edificio, justo en los límites de Quekea. Con esfuerzo y aguantando un dolor tremendo, retira la lanza de su cuerpo; sigue sin poder abrir los ojos, debido al polvo que se le ha quedado ahí. En estos segundos vitales que acaba de obtener, su cuerpo trata de sanarse por sí solo mientras está tumbado en el piso.

«¡Lozkar, Lozkar! ¡Ven pronto, ayúdame!», suplica mentalmente la mujer, concentrándose en buscar a su amante, en donde quiera que se encuentre.

 

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En otro punto de la ciudad, Ricardo acaba de sufrir un ataque especial por parte de Élmer Homero. En estos momentos, el protector del universo Rómgednar está sufriendo en el piso, después de haber atravesado por completo un edificio; el golpe que ha recibido fue tan fuerte, que su armadura especial se destrozó, quedando en ropa interior. Trata de respirar con normalidad, pero sus pulmones están demasiado dañados; igualmente se están regenerando, pero duele bastante con cada respiro.

—Esto es solo una pequeña muestra de lo que he aprendido en este tiempo que no nos hemos visto —dice Élmer Homero, acercándose con su enemigo—. De seguro tus…

El forajido negro detiene su discurso siniestro, escuchando atentamente que la reina Ókinam está pidiendo ayuda; sin tardarse otro segundo, abre un portal y se dirige junto a su querida amante. Se olvida completamente de Ricardo, quien se recupera poco a poco.

 

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