Libro 3: Una guerra debe prevenirse

Capítulo 53 “Conociendo al dueño de todo el país de Wisune”

Son las dos veinte en la ciudad de Quekea. El ayuntamiento está lejos de la zona hotelera donde se están hospedando Ricardo y la hermandad de los Doppel; cerca de oficinas empresariales y de la zona histórica del país. La construcción del siglo pasado ocupa la mitad de una cuadra completa, dejando la otra mitad para una pequeña plaza con pasto verde y veredas anchas de ladrillos. Un sitio apacible para descansar en una de las varias bancas largas disponibles.

Junto a este sitio importante, se encuentra la mansión opulenta del verdadero mandatario de la ciudad y del país: es el edificio Fedorov, también conocido como la torre Fedorov, con ochenta pisos de altura. Ocupa una cuadra completa, siendo los primeros pisos un centro comercial exclusivo para gente de la clase alta, o que tenga nexos especiales con el buen Pyotr.     

«¿Seguro que es buena idea, capo? Debe de ser alguna trampa, deberíamos de atacarlo todos jun…»

«¡Todavía Quetzalzin puede estar viva! No conocemos a este tipo, pero es mejor no molestarlo de más», interrumpe bruscamente Ricardo a su consejero siniestro usando su pensamiento; Fiorello se está comunicando con él mentalmente.

David Ricardo ha usado un portal, el cual abrieron sus dos consejeros para poder llegar a su destino más rápidamente. Se ha cambiado de ropas, usando nuevamente su conjunto elegante color azul claro: zapatos negros, pantalones de vestir, camiseta y blazzer; se ha limpiado la suciedad de la cara, pero todavía se le notan ligeramente algunos moretones, aparte de la sangre en su boca que no se limpió bien. Entre las opiniones mayoritarias en contra, el protector del universo ha decidido reunirse con el hombre desconocido de la radio, aceptando las condiciones que le ha impuesto. El guardián se encuentra solo en ese lugar, mientras que Fiorello y Édznah tratarán de guiarlo desde lejos; ellos dos serán los ojos y oídos para el resto de los compañeros, quienes están reunidos en una suite en el hotel de la zona segura.

El forastero llega a una de las cuatro entradas del centro comercial exclusivo; el nombre de la torre está hecho con letras grandes de ásnerm dorado, colgado en cada una de las caras de la planta baja del edificio. Juntando todo el valor disponible, Ricardo camina y trata de entrar al centro comercial, pero rápidamente dos tipos con traje negro se le acercan: un útbermin y un faípfem de un jabalí.

—¿Qué asunto viene a realizar, señor? ¿Compras o solo entretenerse? —le pregunta el hombre al visitante.

—Reunión importante. Soy David Ricardo y un sujeto me citó aquí —responde él con seriedad.

—Aahh. Eso lo cambia todo. Venga con nosotros David; el jefe lo está esperando —dice el faípfem, mostrando una sonrisa.

Los dos guardias de seguridad guían al humano terrestre hacia uno de los tantos elevadores que hay; mientras caminan, el útbermin habla por un radio intercomunicador que tiene oculto en el interior de su saco. Los tres seres caminan entre los pasillos de los locales abiertos; hay pocos ciudadanos de visita y todos están hablando acerca del caos que terminó hace poco en la zona hotelera, sintiéndose el miedo y preocupación en el aire. 

Ricardo es guiado hasta un pasillo especial donde hay unos torniquetes electrónicos; lo que sigue es una revisión rápida por parte de otros sujetos de traje, quienes se aseguran que el visitante no esconda nada sospechoso o peligroso. Una vez que pasa la revisión, David llega hasta un elevador exclusivo: tres guardias vigilan el sitio, armados con fusiles de alto calibre. La entrada del ascensor está rodeada por tres pequeños postes con listones rojos; uno de los guardias armados retira un listón, dejando pasar a sus compañeros y al visitante.

Una vez que pasan adentro del elevador, un guardia presiona el botón del piso setenta y seis; el ascensor sube, al igual que el nerviosismo en David; por fortuna los consejeros lo tranquilizan, hablándole mentalmente.

El elevador se detiene; el corazón de David hace lo mismo por un par de segundos. Una vez que las puertas se abren, la caminata se reanuda. Hay un largo pasillo, el cual acaba en una pared blanca; mientras avanza, Ricardo descubre y observa oficinas a los lados, las cuales tienen paredes de gruesos cristales decorados. Una vez que llegan a la pared, los tres visitantes doblan a la derecha. La puerta de la oficina principal del «Big boss» se encuentra antes de llegar al final del nuevo pasillo; antes de llegar a un gran ventanal, el cual ofrece una vista espectacular de una parte de la ciudad.  

El sujeto útbermin con traje golpea ligeramente la puerta de madera, escuchándose inmediatamente la voz del jefe, indicándoles que pueden pasar. Uno de los guardaespaldas abre la puerta, permitiendo a David adentrarse en el sitio más privado de este rascacielos; luego, el mismo sujeto cierra la puerta, permaneciendo afuera junto con su compañero.

Es un amplio cuarto simple, el cual solo tiene un par de libreros a los lados y uno más ancho atrás de un escritorio largo. En cada una de las dos esquinas que están en la misma pared de la puerta, hay una estatua de mármol griega; copias de la Venus de Milo y otra de Heracles sujetando al perro Cerbero, aunque son un poco más pequeñas que las originales, ubicadas en el museo de Louvre y en el palacio imperial de Hofburg en Austria respectivamente.

Al voltear hacia un lado, Ricardo descubre a un hombre que está parado, observando la ciudad a través de un ventanal ancho.

—En todo el tiempo que tardé en obtener el control de esta ciudad, nunca habían logrado hacer tales destrozos en una zona tan amplia de cuatro cuadras; felicidades camarada. Debe de ser un gran logro para usted —habla el hombre, sin despegar la mirada del ventanal.




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