De regreso en la ciudad de Arvtess, todo el equipo y militares se dirigen a las primeras habitaciones que se encuentran; todavía seis pisos del hotel son suyos. Nila aparta un cuarto para ella sola, dándole un baño a Quetzalzin; entre tanto, Ariadna prepara nueva ropa para la niña. Francisco quiere ver a su pequeña, pero su compadre y Nhómn Beleg le dicen que es mejor esperar unos momentos; entre tanto, ellos visitan a los compañeros de la FESEDERM, quienes solo quieren descansar por unos momentos.
Poco después, los dos sabios y el comandante se encuentran con Lindalë, quien ha estado acompañando un tiempo a Nila y a Berenice. Ella les da la noticia de que varios sujetos han violado a Quetzalzin; eso es lo que acaba de relatar ella con otras palabras. Inmediatamente Francisco le pregunta a Friedrich si hay alguna manera de evitar que quede embarazada. Friedrich le dice que lamentablemente no hay fármacos que puedan ayudar, principalmente porque Quetzalzin no ha tenido su primera menstruación; si utiliza algún medicamento, puede afectarle gravemente y agravar el problema en lugar de solucionarlo.
El comandante no puede creer lo que está ocurriendo, preocupándose más a cada momento; hasta que recuerda algo. Una posible última esperanza.
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—¿No puedo destruir toda la ciudad? Así nos ahorraríamos el trabajo de enfrentarnos con todos los guerrilleros —dice Ricardo, sentado en una de las sillas disponibles alrededor de la zona de las albercas mientras mira la puesta del sol.
Al lado suyo están sus dos consejeros, también sentados en sillas de plástico.
—Pero se está olvidando de la demás gente de ahí, jefe. No todos son delincuentes y traficantes; cientos de inocentes morirán —dice Abihu seriamente.
—No digas esa palabra; no la vuelvas a decir —le pide David a su consejero diestro, volteándolo a ver con molestia.
—Unos cientos no es un gran número; no son tan importantes —dice el consejero siniestro.
—No solo tendrías que destruir toda Quekea; tendrías que destruir todo Wisune —dice el campeón Belka Akaud seriamente, quien apenas ha llegado junto a ellos, agregando—. Es mejor eliminar todas las amenazas de una vez; a según lo que me dijo Cathal, todo Wisune está lleno de enemigos.
—Destruir una ciudad completa es algo serio; un país entero es demasiado. No podemos crear semejante caos. Tiene que haber otra forma de solucionar esto —opina Édznah preocupado.
—No vamos a poder salvar a todos; unos cuantos peones tendrán que morir también. Tutta la Unión Europea está en riesgo, la cual son más de diez países; si solo destruimos Wisune, habremos cumplido el trabajo —asevera Fiorello con voz tajante.
—Ya cállense; ya escuché suficiente. Déjenme pensar —dice Ricardo un poco molesto.
En esos momentos llega Francisco, junto con Friedrich y Nhómn.
—Ricardo, ¿puedes ayudarme? Quiero decir, ¿podrías ayudar a mi hija para que no quede embarazada? —inquiere el comandante con mucho nerviosismo.
—No sé si pueda hacerlo —dice el protector, procurando no decir nada negativo; luego, intercambia miradas con los dos entes inferiores para pedir consejo, pero ellos hacen algo mejor.
Fiorello voltea con el comandante, diciéndole.
—Io posso aiutarti. —Luego le pregunta al hombre sentado al lado suyo—. ¿Me permite ayudarlo, capo?
—Claro que sí, adelante —dice Ricardo.
—Andiamo collega; necesito de tu ayuda —dice Evangelos levantándose de la silla; Abihu también se levanta, siguiendo a su compañero.
La mayoría se va, quedándose solamente Akaud y un Ricardo muy pensativo.
Antes de llegar al cuarto donde está Quetzalzin, Francisco quiere saber el método que el jócsolfu maldito usará.
—Yo no haré nada. Marcos lo hará —dice Fiorello tranquilamente.
—¿Marcos? ¿Cuál Marcos? —dice Francisco, todavía nervioso.
—Este Marcos —explica Fiorello, levantando un poco su brazo derecho; al segundo siguiente, una serpiente blanca viva emerge de la muñeca de Evangelos.
De un segundo al otro, Francisco imagina el método que usará Fiorello.
—Espera espera espera. ¿Exactamente qué harás? —inquiere Francisco, interponiéndose en frente del consejero e impidiéndole avanzar.
—Es mejor que no entremos en detalles y hacer el trabajo —dice Fiorello deteniéndose por unos segundos para después tratar de seguir avanzando.
—Estamos hablando de mi hija, pinche hijo de tu puta madre —dice Francisco muy enojado, sujetándolo fuertemente de la gabardina gótica que lleva puesta—. Explícame que le vas a hacer, cabrón.
Fiorello da un suspiro de resignación, no teniendo otra opción.
—Marcos se adentrará en la vagina de tu hija, limpiará todo con su boca y lengua: la vagina, el útero y las trompas de falopio, dejándolos libres de todo semen y ovulo ya fecundado, para así evitar que se embarace. No la lastimará de más; Marcos se cubrirá con una baba especial para curar las heridas internas que tenga la pequeña Quetzalzin —detalla Fiorello con seriedad.